La policía, profesión riesgosa y mal reconocida
¬ Luis Ángel García viernes 26, Mar 2021Por la Derecha..!
Luis Ángel García
Uno de los graves problemas que enfrenta el ciudadano es la inseguridad, tema que más preocupa a la sociedad, por encima incluso de la pandemia o la crisis económica. Rubro en el que ha quedado a deber el gobierno, cuya política pública no ha podido con el crimen organizado ni con la delincuencia común, a pesar de las cifras oficiales que hablan de una reducción en los ilícitos de alto impacto.
Las autoridades norteamericanas del Pentágono, con informes de inteligencia, revelaron que la tercera parte del territorio nacional está controlada por el narcotráfico, y aunque el gobierno mexicano rechazó la afirmación, las masacres, la lucha entre grupos criminales, la violencia política, el reto a las autoridades civiles y la muerte de policías parecen darles la razón a los gringos.
Una de las consecuencias del empoderamiento del crimen organizado es el asesinato de elementos de los cuerpos de seguridad. En lo que va del año, han sido sacrificados 109 policías al 19 de marzo, según la organización civil Causa en Común. Hasta el momento, 2020 fue el más sangriento para los uniformados, ya que asesinaron a 524 servidores públicos, es decir, a 1.4 policías diariamente.
El año pasado registró una cifra superior a 2019, cuando cayeron en el cumplimiento del deber 446 elementos y también fue mayor que la de 2018, periodo en el que se ejecutaron a 452 representantes de la ley.
Cabe señalar que en 2018 fallecieron 31 agentes federales, 198 estatales y 223 municipales; en 2019 fueron 23 federales, 188 estatales y 235 municipales, mientras que en 2020 mataron a 27 federales, 217 estatales y 280 municipales.
Más allá de los lamentables homicidios de policías, se debe analizar qué falla en la estrategia gubernamental para combatir a la delincuencia. La productividad de los uniformados es muy baja y son altos los índices de corrupción, lo que explica por qué hay una impunidad del 96 por ciento en la incidencia delictiva.
Por años se ha dicho que los policías están desprotegidos, mal pagados, con poco equipamiento, capacitación exprés y sin incentivos para convertirse en agente del orden. El uniformado enfrenta el dilema de plata o plomo ante la indiferencia de los gobiernos para atender sus necesidades. A través del gobierno federal se estableció el esquema de policía acreditable, programa que hasta la fecha tiene un número muy bajo de corporaciones certificadas. Salvo en la Ciudad de México y algunas otras entidades, la escolaridad requerida para entrar a las policías es de secundaria. Los jóvenes ven su ingreso a las academias de seguridad como única opción profesional y de empleo ante la falta de estudios. No necesariamente los mueve la vocación de servicio. Además, la capacitación que reciben es de muy bajo nivel.
A la calle salen los policías -con bajos salarios-, sin armamento idóneo, sin equipamiento, sin patrullas y sin una estrategia para prevenir el delito o enfrentar a la delincuencia. Por eso son fácil presa de la corrupción o se convierten en carne de cañón ante el embate violento de los sicarios.
Por otra parte, no hay un reconocimiento social a la labor de los policías. Mientras en el mundo son timbre de orgullo de la comunidad, aquí se les menosprecia, agrede y estigmatiza. En el policía se materializa la falta de legitimidad que tienen los gobiernos y solo vemos al agente como un empleado corrupto, ineficaz y represor, no como servidor que personifica el principio de autoridad.
Contar con una policía acreditable no acabará con los homicidios de uniformados -es el precio que tienen que ofrendar los guardianes del orden-, pero sí garantiza mayores márgenes de seguridad para contener al crimen organizado, y con capacitación real y equipamiento adecuado serán menos vulnerables los buenos policías. No les escatimemos el reconocimiento social.