Que lo decida el pueblo
Armando Ríos Ruiz viernes 19, Mar 2021Perfil de México
Armando Ríos Ruiz
Ni tardo ni perezoso, el Presidente reacciona a la interposición de la ley a sus caprichos. Se ha empecinado en sostener las energías sucias sobre las limpias, en algo que parece un obstinado afán por imponer su voluntad, aunque el resultado sea ocasionar el peor daño a la vida misma de todo lo que se mueve sobre nuestro territorio nacional.
Se aferró a imponer una reforma a la Ley de la Industria Eléctrica, que sus incondicionales morenistas en el Congreso aprobaron sin leerla, por aquello de que ni siquiera saben leer. Tal vez los que saben no la entendieron, también por aquello de su escasa materia gris. Y quienes la hayan entendido, la aprobaron porque su jefe les impuso esa tarea sin condiciones.
Está aferrado a defenderla a ultranza, gracias a su incapacidad para entender que hace demasiado daño. Es posible que estemos equivocados y que lo que realmente quiere es hacer daño, para acabar con tantos mexicanos que afeamos su paisaje. Tal vez lo que quiere es menos gente, para imponer sus caprichos sin tantos alegatos.
Sea como fuere, reaccionó como suele hacerlo cuando alguna autoridad perteneciente a otro poder se le enfrenta con la ley en la mano, en posición de esgrimir el derecho en su más estricta concepción. El ya famoso juez, Juan Pablo Gómez Fierro, suspendió temporalmente la puesta en marcha de la reforma, que concede ventaja a las energías sucias sobre las otras.
Como nadie puede estar por encima de la caprichosa voluntad presidencial y una vez que la Suprema Corte reaccionó a favor del juez, con el veredicto de que nadie puede ordenarle hacer lo contrario, el mandatario ideó cambiar la Constitución. Su contraataque consiste en reformar la Carta Magna y ¡listo! A la manera de su maestro y guía, convertido en pajarito, Hugo Chávez.
Incontables veces, el venezolano adoptaba esas reacciones. Cuando le llevaban un chisme sobre alguna empresa, solía explotar: “¡mañana mismo la confisco! ¡No tengo ningún problema para eso…!” Cuando se trataba de utilizar la ley en contra de alguna inquietud que le impedía usarla, sus reacciones eran similares. De inmediato ordenaba cambiar el precepto.
En nuestro caso ocurre exactamente lo mismo. El Presidente amenazó con presentar una reforma constitucional, con el argumento de que, si jueces, magistrados y ministros coinciden en que la Ley Eléctrica es anticonstitucional, la solución está demasiado fácil para él: presentará una iniciativa de reforma.
Dijo textualmente: “Yo estoy seguro de que no es inconstitucional la reforma, pero si lo determinan jueces, magistrados, ministros de que es inconstitucional y de que no puede proceder, iniciaré una iniciativa de reforma a la Constitución”. El “yo estoy seguro…” determina titubeo. Y no es de dudarlo, ya que no conoce la ley ni por equivocación.
De conocerla, pues que esgrima sus argumentos con conocimiento de causa. Que diga al juez, al que se han sumado otros similares con las mismas resoluciones, en qué está equivocado.
Igualmente, para evitarse molestias, contratiempos, rabietas, desavenencias, pues que de una vez por todas elimine la actual Carta Fundamental y ordene a su Congreso elaborar una a su absoluta satisfacción. Inclusive podría hasta dictarla para que cumpla al pie de la letra con todo lo que le convenga (para allá vamos, si gana otra vez el Congreso).
Otra solución podría ser desaparecer de una vez por todas al Poder Judicial porque estorba y mandar a vender fayuca a todos los que intervienen en el mismo. De todas formas, ¿para qué sirve si en lugar de imponer la ley contra sus transgresores, hay que darles abrazos?
Tal vez también tiene pensada una consulta, toda vez que consideró que esta situación “la decida el pueblo”. Si resulta así, ¡considerémonos perdidos!