Contra el “narco”, nada
Armando Ríos Ruiz lunes 15, Mar 2021Perfil de México
Armando Ríos Ruiz
Leer las declaraciones del periodista y escritor Jorge Fernández Menéndez, sobre su nuevo libro La Nueva Guerra: Del Chapo al Fentanilo, revivió mi conocimiento de lo que ha sido el fenómeno del narcotráfico, a partir de que Vicente Fox fue Presidente de México y hasta la fecha.
En algunas ocasiones publiqué en varios medios, que casi igual que hoy, el ex presidente se cruzó de brazos frente al problema que no paraba de crecer, desde su aparición el siglo pasado. Los cárteles de la droga, que eran muy pocos, se portaron bastante bien. Mejor que hoy. Por la sencilla razón de que no sufrieron persecución. Se dedicaron, pues, a sus actividades conocidas y a crecer.
Existía un enorme respeto de éstos a la autoridad, a la que estaban estrechamente vinculados. Entregaban en los lugares en donde operaban, cantidades de dinero significativas a políticos y a policías. No había masacres indiscriminadas entre ellos. Si acaso, algunas de manera aislada.
Los investigadores del gobierno pagaban por ser delegados de la Procuraduría General de la República en casi cualquier estado del país. Algunos, como los del sur y sureste tenían un precio de 150 mil dólares, que luego aumentaron a 300 mil dólares. Los del norte estaban cotizados en un millón y medio de dólares y cuando aumentó el precio, costaban tres millones de billetes verdes, que pagaban sin mucha congoja.
Esto ocurrió cuando el panista Antonio Lozano Gracia arribó a la institución.
A la llegada de Felipe Calderón a la primera magistratura, preguntó a parte de su gabinete: “cómo me legitimo”. Ante su triunfo con dudas sobre un fraude electoral. Alguien le aconsejó: “haga lo que Uribe en Colombia: contra el narco (Álvaro Uribe, presidente del país sudamericano).
Inició su guerra contra los cárteles, que apenas sumaban siete. No había una estrategia preconcebida. Un estudio elaborado por los militares conocedores del tema. Simplemente comenzó la persecución, que por cierto, las organizaciones criminales aceptaron con gusto, conocedores de que eran muchos más en número que las fuerzas armadas y además, dotados de mejor armamento.
Calderón, como todo mundo dice, sacudió el panal y alborotó a las avispas, que por cierto dejaron de apoyar como antaño a políticos y a policías. Se volvieron más selectivas en este renglón y además inició la guerra entre ellas, por el reparto de territorios. Cuando Calderón dejó la silla presidencial, había 84 cárteles que aumentaron su presencia en el territorio nacional.
Con Enrique Peña Nieto hubo ciertas acciones en contra de esa delincuencia, sin pasar a mayores. Se habló incluso de que el gobierno participaba activamente con ella. No era ninguna sorpresa. El gobierno estaba descompuesto en corrupción por donde se le viera.
A la llegada de la actual administración, para sorpresa de los mexicanos que habían escuchado durante muchísimos años infinidad de cambios indiscutibles; entre otros, el fin de la llamada delincuencia organizada, volvió a cruzar los brazos, pero de manera insuperable. Lo de Fox fue un simple juego de niños, comparado con el presente. Se inventó una excusa para de plano dejar de perseguirlos: “abrazos, no balazos”.
La captura del “Chapito” y su libertad inmediata, hizo entender a la ciudadanía que existía una especie de trato amistoso. O tal vez no tan amistoso. Pero un trato. Los argumentos abundaron, como el que esgrimió el Presidente cuando dijo que él había ordenado la libertad, para no exponer al vecindario.
Lo cierto es que la táctica estuvo llena de fallas. Por principio de cuentas, se efectuó en pleno día, cuando todo mundo está en la calle, en lugar de hacer lo que siempre: caer de noche y por sorpresa, precisamente para evitar víctimas inocentes. Había ejemplos. Pero mentes obtusas no los tomaron en cuenta.
El escritor Fernández Menéndez dice bien: el Presidente no tiene ninguna estrategia. Yo digo: parece no necesitarla.