Razones del auditor
Armando Ríos Ruiz viernes 12, Mar 2021Perfil de México
Armando Ríos Ruiz
El defensor de las libertades, de la democracia, de la verdad, de la opinión ajena, del progreso, de la tolerancia, del respeto y de todas las bondades, puso en entredicho la credibilidad de la Auditoría Superior de la Federación sólo porque no le gustó el resultado, no general, sino muy particular de lo que significó un capricho: cerrar el nuevo aeropuerto en Texcoco porque lo inició el gobierno anterior.
No valieron los argumentos de que se tiraría a la basura cientos de miles de millones de pesos. De que la obra ya tenía un avance significativo. De la cercanía con la Ciudad de México. De que sería una estructura de primer mundo. Con los avances tecnológicos que competirían con cualquiera de los más modernos. El capricho presidencial fue más poderoso que el razonamiento más inteligente. El dueño del país determinó ponerle fin, sin posibilidades de usar la reversa.
Un aeropuerto no sirve únicamente para llevar y traer a personas que viajan por placer. Sirve mucho más que para eso. Para llevar y traer mercancía que necesita salir del país a cambio de divisas. Para establecer relaciones políticas, comerciales y de todo tipo. Para agilizar la presencia de personas importantes en México y en otros países. Pero se trataba de una obra fifí, neoliberal y otros calificativos por el estilo,que ofendía la ignorancia.
No sólo del que manda, sino también la de muchos simpatizantes que, igualmente ignorantes, afirman que como ellos no viajan, les da lo mismo si lo continúan o si lo cancelan. Me tocó explicar a un taxista que no sólo sirve para que la gente se movilice. No obstante, continuó en su insistencia de que al fin él no viaja.
Hace poco, el Ejecutivo inauguró el de Santa Lucía, una de sus obras cumbre. Una plasta de concreto que ya había sido inaugurada por el presidente Miguel Alemán en 1952, sólo que remozada.
Dijo que se trataba del mejor aeropuerto del mundo. Delató con ello una vez más, su ignorancia gigante, ante los ojos de mexicanos y extranjeros. Ha tenido necesidad de utilizar vuelos para transladarse, porque los complejos obligan a no usar el presidencial, que significa también tirar a la basura muchos millones por estar parado. Aún así no se ha dado cuenta de que el de Santa Lucía no se compara con el Benito Juárez ni por equivocación.
Pero le dolió que la auditoría sobre la cancelación en Texcoco arrojara pérdidas por 331 mil millones de pesos. De inmediato apareció su rabia en una mañanera y condenó el resultado. Obligó al auditor David Colmenares a desdecirse. Rápido como el rayo, el funcionario aceptó un error inexistente. Más vale conservar el puesto que decir una mentira piadosa. No se vale desmentir su dicho de que el de Santa Lucia ahorraría 225 mil millones de pesos.
Sin embargo, el auditor especial, Agustín Caso Raphael, separado de su puesto a raíz de la conclusión, manifestó recientemente que respeta la investidura presidencial. “Pero las auditorías que hizo a la suspensión de la terminal aérea están bien hechas”. A diferencia de su jefe, sostuvo ante la Comisión de Vigilancia de la Cámara de Diputados, que la cancelación de las obras en Texcoco signifaba un costo de más de 331 mil millones de pesos.
Con mucha entereza aseveró que no lo hizo de mala fe, con dolo o como un ataque a la investidura presidencial. Defendió además a sus colaboradores, quienes le significan todo su respeto. No contaba con que no es posible dar semejantes resultados a un hombre que defiende a capa y espada sus obras insignias que todo mundo califica de inviables, aunque cuesten lo que cueste. Aunque se trate de nueva cuenta, de tirar dinero que demasiada falta hace en otros renglones.
¿Sería capaz el Presidente de discutir el error con los auditores? ¡Claro que sería capaz! No de discutir con conocimiento, sino con órdenes de acallar la voz al de enfrente. Obviamente, no tiene idea de los elementos que intervienen en ese quehacer. Como no la tengo yo. Como no la tienen muchos. ¡Pero sería capaz! ¡Que no quepa ninguna duda! Como lo fue asegurar en su conferencia, que había un error, porque como siempre, tenía otros datos.