La Policía de la CDMX, víctima de la violencia
¬ Luis Ángel García miércoles 10, Mar 2021Por la Derecha..!
Luis Ángel García
Una policía inerme, reprimida por las propias autoridades, rebasada y agredida por grupos violentos, vulnera el Estado de Derecho. No es la primera vez en que se pierde el respeto a los uniformados, quienes con estoicismo sufren el embate de anarquistas, ultras, estudiantes, colonos o comerciantes. Desde las estructuras del poder se ha propiciado la desobediencia civil y el sometimiento del principio de autoridad.
Con el brete de que este no es un régimen represor se ha permitido infinidad de manifestaciones violentas que atentan contra los derechos de terceros, la propiedad privada, el patrimonio histórico y cultural de la nación y agreden a la autoridad misma.
La conmemoración misma del Día Internacional de la Mujer fue el pretexto para arremeter contra comercios, edificios, monumentos y mobiliario urbano. No importó afectar la integridad física de las personas y en una intentona por vulnerar los recintos de Palacio Nacional, lesionaron a 63 aguerridas mujeres policías -casi todas elementos de la Policía Auxiliar-, que defendieron no sólo el inmueble y lo que representa, sino el respeto al uniforme y a su corporación. Actitud heroica que contrasta con la política agachona de las autoridades.
En una errónea interpretación de los que es un gobierno represor, la autoridad olvida que una función básica de todo Estado es garantizar la paz social, el respeto a la integridad física y patrimonial de los ciudadanos mediante el uso legítimo de la fuerza. Para eso está la policía, su misión es restablecer el orden y marcar los límites legales a los ciudadanos cuando ejerzan su derecho constitucional de libre expresión, de manifestación o de petición.
El gobierno malinterpreta el respeto a los derechos humanos y prefiere sacrificar a los uniformados en aras de ganar la aceptación popular. No queda bien ni con unos ni con otros. La gente está harta del vandalismo que se practica en todas las manifestaciones callejeras. Ya saben el camino y que si destruyen no interviene la policía. No sólo está de adorno, lo pueden insultar o agredir; grafitear, destruir o robar los accesorios policiales como escudos, cascos o dañar patrullas porque los uniformados no responderán.
La inacción policial es síntoma de que se ha vulnerado la legitimidad del gobierno y que se pone en riesgo el Estado de Derecho.
En estricto cumplimiento de sus obligaciones, elementos de la Policía Bancaria e Industrial detuvieron a fotoperiodistas que más allá de sus funciones informativas, violaron el reglamento del Sistema de Transporte Colectivo, Metro. Las oficiales fueron arrestadas y destituidas por cumplir con su deber. Más aún, la jefa de Gobierno pidió la cabeza del director de la PBI.
Con tal de no molestar a los grupos violentos, muchos de los cuales son partidarios del actual régimen, se les tolera todo tipo de conductas; seguramente es pago a los servicios prestados cuando eran oposición y se alentaban este tipo de manifestaciones, como cuando incendiaron la puerta de Palacio Nacional o, hace algunas décadas. lanzaron bombas molotov a los balcones de ese mismo recinto.
De qué tamaño es el miedo del gobierno que prefiere amurallar la sede del Poder Ejecutivo antes que atender las peticiones justas de las verdaderas feministas, causa a la que, por cierto, el gobierno desprecia, rechaza o ignora. Da pretexto a estos grupos violentos para que actúen y después descalificar o estigmatizar las exigencias legítimas de la mujer.
Muy mal que desde las esferas del poder se abone a la anarquía, se desatiendan los reclamos sociales y se tenga como política pública el “dejar hacer, dejar pasar”. El uso legítimo de la fuerza es potestad del Estado y la policía no merece la represión que el propio gobierno le aplica. Los uniformados son servidores públicos, no mártires.