El muro de AMLO
Alberto Vieyra G. martes 9, Mar 2021De pe a pa
Alberto Vieyra G.
¿El inquilino de Palacio Nacional odia a las mujeres de México y les tiene pavor? No hay duda, AMLO blinda su cobardía con impotentes vallas metálicas en las que se refleja su monumental miedo y misoginia hacia las mujeres de México. El muro de Palacio Nacional y el resto de la ciudad amurallada lo dicen todo. Él dice gobernar a un pueblo pobre, pero en las protestas feministas que vimos ayer, hay mujeres de todas las condiciones sociales, tendencias ideológicas y no, conservadoras fifís, como él toreramente le saca al bulto. Es experto en la simulación, la mentira y el engaño y vaya que todavía sigue engañando a muchos de sus adictos. AMLO es un engañaveintes de siete suelas.
Pero, ¿con qué se come eso de la misoginia? El tumbaburros de la Real Academia de la Lengua Española, define que misoginia, misógino o misóginos son todos aquellos individuos que sienten aversión hacia las mujeres o no confían en ellas. Sienten repugnación y rechazo a todo lo que huela a mujer. Los estudiosos difenen que estamos ante hombrecillos que padecen de altos grados de neurosis y una manifestación de esa naturaleza, la vemos en el odio que sienten hacía las mujeres, incluyendo a la propia autora de sus días, que en muchos de los casos los condujo al machismo.
AMLO niega su misoginia diciendo que siente respeto por las mujeres y la prueba de ello es que, en su gabinete, la mitad son mujeres, pero eso, todos los estudiosos de la sociología política saben que es vil simulación e incluso, algunas mujeres como doña Olga Sánchez Cordero dicen que AMLO no es misógino, pero se queja de que ella en el gabinete presidencial ha sido víctima de tratos misóginos y machistas, como aquello de doña Olga Sánchez florero.
Al conmemorarse ayer, el Día Internacional de la Mujer, en muchas latitudes del mundo fuimos testigos de escenas violentas y de mujeres que ya están hartas de que se les trate como objetos sexuales y de violencia machista que, en el caso de México los números rojos y espeluznantes nos hablan de que entre 10 y 11 mujeres al día son asesinadas, pero AMLO no hace nada por acabar con esa barbarie, esa impunidad ha dado lugar a que Estados Unidos hayan califice al estado mexicano como un Estado fallido, es decir que no sirve para nada en la era de AMLO o que nos habla de una imparable ingobernabilidad que se traduce en más violencia y una política odios sordos de ignorar permanente las exigencias feministas.
A AMLO le llueve metralla de críticos e incluso desbandada de morenistas que están inconformes por tener en sus filas a un semental violador llamado Félix Salgado Macedonio, hoy flamante candidato al gobierno de Guerrero en un abierta y cínica provocación y ultraje a la dignidad de las mujeres en todo México. Ese hecho vergonzoso, podría ser la tumba política del partido de AMLO y del propio Andrés Manuel López Obrador. El muro de AMLO hablará en las próximas elecciones federales.
Recojo con interés parte de un artículo de Diego Fernández de Cevallos publicado en Milenio, en el que sin ambages habla de la misoginia presidencial, no sin antes llamar a AMLO el “rufiancito de Palacio”, que solamente se dedica a dividir y enfrentar a los mexicanos y sin escuchar el clamor de las mujeres, dice:
“No, Presidente, el que las desprecia, con su indiferencia y maltrato, es usted; el que les tiene miedo es usted; el que las segrega con muros de acero sin haberles dado la cara es usted; el que se recicla en su narrativa ignorando la cruel realidad que le están reclamando es usted; porque lo aísla su obsesión de que todo lo que no es en su favor es en su contra, y donde solo hay dos bandos.
Por eso las mujeres quedan afuera del muro de acero, resguardándose usted y su bando de criminales en Palacio Nacional. Pero a las mujeres de hoy, en todo el mundo civilizado, ya les crecieron las alas y están decididas a volar por encima de vallas y de palacios, y superarán la cobardía e indiferencia de muchos “hombres” que no merecen llamarse así.
Sin las mujeres no hay vida humana, ni sociedad, y para mí no hay nada. Por eso, aunque les duela: ¡Vivan las mujeres!”.