Retroceso educativo de décadas
¬ Luis Ángel García viernes 5, Mar 2021Por la Derecha..!
Luis Ángel García
La pandemia no sólo dejó pobreza, muerte y desolación, también provocó un rezago en el aprendizaje de los alumnos, deserción escolar, violencia intrafamiliar, estrés infantil, ansiedad, inseguridad, falta de sociabilización, pérdida de valores y el retorno al individualismo sobre el bien común.
La Cepal dio a conocer que, con el coronavirus en 2020, la pobreza alcanzó al 33.7 por ciento de la población y el 12.5 por ciento sufre de pobreza extrema, datos que no se veían desde hace 12 y 20 años, respectivamente.
En cuanto a defunciones, somos el tercer país con mayor número de fallecidos y pronto alcanzaremos los 200 mil decesos.
Pero no sólo es la pobreza y la muerte, el reto que debemos enfrentar. Cuando la epidemia cubrió todo el planeta, los gobiernos establecieron medidas sanitarias de prevención, cuya cultura cambió el entorno de la sociedad y la obligó a cambiar sus patrones de conducta y de consumo. El confinamiento voluntario provocó la retracción social y la utilización de la tecnología para estudiar, trabajar, comprar, consumir y convivir en sociedad. Los lazos afectivos y familiares dejaron de ser presenciales y toda comunicación fue por redes sociales.
Se dejó de ir al trabajo, a las escuelas, a los templos, a las bibliotecas o a los museos. El cierre de comercios y plazas propició las compras en línea, la comida se pidió por aplicaciones, las reuniones de trabajo fueron por Zoom y frente al cierre de los centros escolares, se utilizó la educación a distancia. Las tareas se entregan por e-mail y las consultas bibliográficas se hacen en los e-books, además de las visitas virtuales a los museos. Lo digital rige nuestro nuevo comportamiento social.
El confinamiento ha tenido consecuencias negativas para la armónica convivencia en comunidad. La educación es el campo que más resintió ese aislamiento. La UNICEF advirtió que el 80 por ciento de los alumnos de primaria de México no alcanzaban los conocimientos mínimos esperados en comprensión de lectura y matemáticas, situación que tiende a empeorar por el cierre de las escuelas. Hay que recordar, además, que por la gran crisis económica que atravesamos, un porcentaje importante de estudiantes no cuenta con computadoras, dispositivos móviles y el internet adecuado; por estrechez financiera o física dos o más estudiantes en la misma casa tienen que compartir el mismo equipo. No existe la infraestructura tecnológica necesaria para difundir el conocimiento a distancia.
Otras implicaciones que ha tenido el confinamiento es que los niños y adolescentes ya presentan cuadros o crisis de depresión, angustia, ansiedad y estrés. El encierro familiar forzoso, lejos de fomentar la unión entre los miembros y cultivar valores éticos y morales provocó, en muchos casos, eventos de violencia intramuros, donde no sólo se aplica la física, sino la psicológica y las agresiones verbales; lejos de tener ejemplos positivos de comportamiento social, el menor aprende a ser violento y cree que así debe comportarse de grande. Los hogares se han convertido en un infierno. Los maestros son testigo, a través de la pantalla, de cómo los padres insultan a los hijos o cómo éstos le contestan groseramente a sus progenitores.
La sociedad está perdiendo un tiempo valioso para heredar un mejor país a sus hijos o proporcionarles una educación de excelencia.
Urge el retorno a las clases presenciales, evitemos que nuestros hijos pierdan el sentimiento de pertenencia a una colectividad, alentemos su socialización; el contacto físico con otros niños o jóvenes es fundamental para que aprendan a convivir en sociedad. En Estados Unidos, las clases pudientes han permitido que las escuelas privadas vuelvan a la educación tradicional, sin el apoyo tecnológico del internet, al cual consideran enajenante y que alienta la pérdida de identidad y la masificación del individuo. Estamos a tiempo de evitar ese retroceso fatal para las nuevas generaciones.