Democracia
Ramón Zurita Sahagún martes 2, Mar 2021De frente y de perfil
Ramón Zurita Sahagún
No es la primera ocasión en que desde el gobierno se convoca a sellar un pacto democrático, mediante el que autoridades de todos los estados y del gobierno federal se comprometen al respeto a la democracia que sentencian las urnas.
Tampoco sería la primera ocasión en que los firmantes no respeten el contenido de este pacto y procedan de la forma como antaño se hacía.
Y es que en México todavía no comprendemos lo que resulta ser la democracia y existe demasiado resquemor al uso de las formas antidemocráticas que se han practicado por décadas.
Fueron demasiados años de ratón loco, robo de urnas, operación tamal y demás formas estratégicas desarrolladas para no respetar la voluntad popular expresada en las urnas, que hasta la fecha los propios participantes no confían ni en las autoridades electorales ni en los participantes en los procesos electorales.
Sin embargo, con todo y firmas, el respeto no es garantía de nada y hay los que firman esos y otros compromisos y sin los primeros en romperlos, sin respeto alguno.
Desde el gobierno federal se instó a los gobernadores de las 32 entidades del país a suscribir un documento llamado Pacto Nacional por la Democracia convocado por el presidente López Obrador, para que los gobernadores no intervengan en el proceso electoral y garanticen elecciones limpias y libres.
El también llamado Acuerdo Nacional por la Democracia es uno más de los intentos que se realizan para el respeto de la voluntad popular expresada en las urnas en una nación en la que unos y otros no han aprendido a convivir con la democracia. Los unos y los otros son demócratas, siempre y cuando se realice la voluntad en los bueyes del compadre, como reza el viejo adagio, ya que en la propia sólo prevalece la de uno mismo.
Siendo México un país en el que los reclamos de triunfo y la no aceptación de la derrota, se traducen en una sola palabra: fraude, usada con o sin pruebas de ello, siendo la bandera de los derrotados y la no aceptación de la misma cuando los sufragios no los favorecen.
Es cierto que el país ha pasado por una serie de eventos que dejaron duda sobre la transparencia y el respeto a la voluntad popular no en una ocasión sino en muchas que sembraron la incertidumbre entre la población una y otra vez, en alguna de ellas con razón.
Desde que el país entró en la vida moderna con el advenimiento de los periodos gubernamentales sexenales, los comicios presidenciales siempre han estado salpicados de dudas, suspicacia y recelo.
En 1940, primero se habló de un gran fraude en contra de Juan Andreu Almazán y seis años después en menor tono, pero se replicó lo mismo con Ezequiel Padilla. 1952 acarreó tragedias con muertos por los que protestaban por el fraude cometido en contra de Miguel Henríquez Guzmán.
1958 y los sexenios de 1964, 70, 76 y 82, estuvieron lejos de ser catalogados como fraudes y las protestas por los resultados electorales fueron mínimas, aunque 1988 desató de nuevo las dudas sobre el eventual fraude cometido en las urnas en detrimento de Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano y en 1994, se propagó el voto del miedo, por lo que las dudas fueron en otro sentido y no en violación al voto depositado en las urnas.
El año dos mil se considera el de la apertura democrática y del respeto irrestricto a los votantes, ya que por vez primera un opositor ganó la Presidencia de la República. El partido que gobernó durante 70 años se aguantó las ganas de protestar, aunque la desconfianza permeó los ánimos priistas.
Dos mil seis trajo la elección más competida de los tiempos modernos, donde la diferencia de medio punto porcentual generó mucho recelo y se suscitaron protestas al por mayor.
2012 provocó dudas, pero sin mayores reacciones sobre el triunfo de Enrique Peña Nieto y llegamos a 2018, en que, sin sombras de ninguna clase, Andrés Manuel López Obrador fue declarado ganador.
Siendo dos las fechas claves (2000 y 2018) para que la democracia sea considerada como respetada en México, es claro que priva la desconfianza entre unos y otros, razón por la que se convoca a la firma de pactos sobre el tema, aunque a la hora de la verdad no sean respetados los acuerdos, lo que muestra que se encuentra muy lejana la madurez democrática de los involucrados en el tema político electoral
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Los escándalos en Puebla no cesan, especialmente en el rubro de la pederastia en el que personajes vinculados a los altos círculos políticos y empresariales se ven inmiscuidos en este tipo de asuntos y en algunos casos vinculados a sus propios familiares.
Hace poco un aspirante a diputado federal fue acusado de conducta sexual inapropiada con su propia hija y ahora lo es el hijo de uno de los principales empresarios del estado y como si fuese poco, un ex gobernador fue señalado en un libro sobre el tema de la pederastia y hasta mostrado en audios.