Ley del embudo
Freddy Sánchez martes 2, Mar 2021Precios y desprecios
Freddy Sánchez
“El que hace la ley hace la trampa”…
Cuántas veces ha ocurrido algo por el estilo en la aprobación de normas legales en nuestro país. Probablemente, a cada rato.
Y es que entre aquellos que detentan el poder mayoritario en materia legislativa, (como es natural y más que de humanos con sus propios intereses), difícilmente se podría no caer en la tentación de aprobar leyes con una pequeña o gran rendija que se pueda aprovechar en beneficio de unos y en perjuicio de otros.
Por algo se hablaba en tiempos de Juárez, el Benemérito de las Américas, (un hombre reputado de honorable), de lo que se llegó a catalogar como justicia y gracia para los amigos y justicia a secas para los demás.
Antes como antes y ahora como ahora, lo cierto es que al aprobarse nuevas leyes, comúnmente suelen surgir suspicacias que cuestionan su imparcialidad, si no en cada caso, sí en varios, especialmente cuando ciertos grupos políticos en el poder las aprueban con grandes alharacas, y después son desaprobadas y derogadas casi por completo al llegar al mando político legislativo otro grupo con una visión e intereses distintos para juzgar los beneficios o perjuicios de las leyes que se han propuesto cambiar o anular totalmente para legislar con otras miras.
Dos casos recientes: la reforma eléctrica y el juicio político.
En el primer caso para modificar radicalmente los criterios legales por el uso de la energía eléctrica, lo cual desplaza en buena medida de la producción y comercialización en el mercado nacional a las energías limpias.
Y en cuanto al formato actual para el juicio político, al ampliarse el apartado de los delitos por los que podrá ser perseguido el Presidente de la República el turno, anulando su fuero, en tanto que Morena lo festejó como una acto nunca visto que pone punto final al más mínimo encubrimiento de conductas ilegales del jefe del Ejecutivo, entre integrantes de la oposición se afirma que todo quedó en “mero teatro político”, puesto que siendo Morena la que decidiría si juzgar a no al presidente de su partido, en caso de acusaciones de corrupción, es obvio que dicho juicio político sería rechazado.
El argumento de los opositores al morenismo se sustenta en que los legisladores del partido en el gobierno han mostrado una habitual obsecuencia ante todo lo que se les manda desde el Palacio Nacional.
Andrés Manuel dijo que no se le cambiara ni un punto ni una coma a la reforma eléctrica y los diputados de Morena, pese a una y mil protestas y discusiones de la oposición, votaron por la ley, sin cambios.
En ese tenor, podría pensarse que ahora que ha comenzado el proceso para llegar a juicio político al gobernador de Tamaulipas, proveniente del Partido Acción Nacional, lo que se resuelva entre los diputados de la 4T, difícilmente contrariará lo que se crea que piensa y quiere el presidente.
La aprobación para desaparecer los fideicomisos, justamente como les fue solicitado desde la Presidencia, hace suponer que cualquier decisión importante y trascendental en los asuntos legislativos y de gobierno, obligan a los representantes legislativos de Morena a observar con cuidado “lo que diga mi dedito”, una frase que hizo popular Andrés Manuel cuando se le preguntaba alguna cosa.
En ese contexto, es de imaginarse que la mayoría morenista, si ya existe una “línea a seguir” en el caso del gobernador de Tamaulipas, lo más probable es que no se dejará el asunto a la voluntad individual de cada legislador, sino a una decisión de grupo, previamente acordada.
Las disposiciones legales que ahora están vigentes, hacen perfectamente factible que así suceda.
De modo que lo que se necesita en nuestro país son leyes que favorezcan la imparcialidad y se apliquen sin distingos de ninguna naturaleza contra los políticos y empresarios que hayan podido cometer algún delito, sin importar que se trate de amigos o correligionarios del poder en turno, puesto que el uso de leyes “hechas a modo”, es el equivalente a vivir expuestos a la imposición descarada de lo que se considera como “la ley del embudo”.