Güichos
* Especiales, _• Letras Iberoamericanas •_ viernes 8, Abr 2011José Rafael Fernández / Costa Rica
Uno de los elementos definitorios de un pueblo es su lenguaje, y cada pueblo tiene su propia lengua. Aún en Iberoamérica, si bien todos hablamos español, no lo hablamos idéntico. Cada país tiene su propio acento, y dentro de cada país, cada región tiene su propio dejo. Además, cada región tiene su propio idiolecto, con palabras que sólo ahí se conocen y se usan. Es más, a veces una misma palabra adquiere distintos significados en otros países, que muchas veces ha hecho pasar enormes vergüenzas a los turistas.
Y todavía más, dentro de las ciudades, y generalmente entre el “pueblo”, se crean usos idiomáticos que muchas veces conforman casi un dialecto.
Les pongo un ejemplo. En el San José de mediados del siglo pasado, cuando más que vehículos motorizados, todavía se movían las mercancías en carretones jalados por caballos, entre los carretoneros, encargados de cuadras y peones de mercado, se creó un grupo de citadinos que aquí se conoció como el “pachuco” (ojo no tiene nada que ver con Pachuca en México). Este personaje, tenía una particularísima forma de hablar en “pachuco”.
Cuenta una historia, a saber si verídica o simplemente jocosa, que por vueltas de la vida, un pachuco llego a ser policía y en su primer día de trabajo (y último), remitió el siguiente parte telefónico:
“Habla el tombo ‘e la calle ten. Maje, aquí un serrucho fisgó una roca y se le está saliendo el sirope, así que soque y mándeme la patas d’ule porque hay que llevarla al taller”
Traducido: “Habla el policía de la calle diez. Compañero, aquí un perro mordió a una señora y está sangrando, así que apúrese y mándeme la ambulancia, porque hay que llevarla al hospital”.
Aquellos pachucos de entonces han desparecido, y con ellos mucho de semejantes giros del lenguaje, pero, con todo, todavía conviven con nosotros usos, nuevos tal vez, pero que siguen siendo considerados pachuquismos. Curiosamente, usados hoy día de forma generalizada por toda la población, en conversaciones coloquiales, sin importar la formación intelectual o la condición social o económica del hablante.
Una de tantas palabras es “mae” o “maje”, que vendría a significar, usted o vos (tu), compañero, etc, de uso exasperantemente extendido entre la población de adolescentes que no pueden hablar una frase cualquiera sin decir 4 o 5 veces “mae”. Igualmente la palabra “vara”, que significa cualquier cosa
Veamos una conversación típica entre dos adolescentes:
“Y qué me dice mae, mae viera que vara mas güeso, mae, no ve que me fuí donde la doña aquella, pa’ caerle mae, y mae no me vas a creer mae, y no me va saliendo el roco mae, sí mae, el tata, con una jacha ‘e perro que mejor fui jalando mae, que varas de mae”
Adonde, una “vara más güeso” es una situación embarazosa. Una “doña” es una muchacha, “caerle” es conversarle románticamente. “Roco” es un señor. “Tata” es padre. “Jacha” es cara.
En fin, todo este excurso lingüístico viene a cuento por la palabra que da título a estas notas: “güicho”, que aquí significa alguien ingenuo, tonto, fácil de engañar, o que se deja engañar con facilidad. De ahí, “caer de güicho”, “irse de güicho”, o “ser un güicho”.
Y la utilizo hoy para aplicarla a los directores de la Federación Costarricense de Futbol que cayeron de güichos y que hicieron “irse de güichos” a 32.500 costarricenses el pasado martes 29 de abril.
La república China regaló, -así nomás- un nuevo estadio nacional a Costa Rica, como parte de su enorme demostración de afecto por el gesto costarricense de establecer relaciones diplomáticas con la potencia oriental (claro, previa elegantísima patada en el trasero a Taiwán, con quien desde mucho tiempo atrás manteníamos relaciones diplomáticas).
Dicen que el centro deportivo regalado, es hoy día el mejor de todo Centroamérica.
Pues bien, el estadio terminado en tiempo record por un equipo de miles de trabajadores chinos, fue inaugurado la semana pasada, con enormes festejos y actos deportivos y culturales.
Entre todos los eventos, el de mayor interés fue un partido de futbol entre la selección costarricense y la selección argentina, Messi incluido por supuesto.
El problema es que los ilustres directivos futboleros ticos, hicieron un contrato con la selección de los “ches”, y pagaron, millón y medio de dólares, por el privilegio de su presencia, pero dejaron las puertas abiertas para el chasco, pues únicamente especificaron que la estrellita, Messi, “debía estar presente”. Pero en ninguna parte decía el contrato que tenía que jugar.
Y, oh desdicha de desdichas, Lionel, que tantos compromisos tiene, y mucho más importantes que un partido de medio pelo en un paisito de Centroamérica, llegó “lesionado” a Costa Rica, y en lugar de jugar, se sentó en la banca a mascar chicle con cara de “qué carajos hago aquí?”.
Claro, la desilusión de los ticos no fue pequeña, y cuando se dieron cuenta –al empezar el partido- que habían “caído de güichos”, a una sola voz, (o a un solo soplo) se dedicaron a chiflarle a astro, cada vez que su “jacha” aparecía en las pantallas gigantes.
De Costa Rica, don Lio voló a Barcelona, con tan buena suerte que el clima le sentó de maravilla y pudo jugar, sin lesión alguna, el siguiente sábado con el equipo de sus amores (o de sus dólares) el Barça.
La moraleja de la historia: ¡No sean güichos!