60 años tarde, pero inauguró
Armando Ríos Ruiz lunes 15, Feb 2021Perfil de México
Armando Ríos Ruiz
Si al presidente Miguel Alemán se le olvidó inaugurar la Base Aérea Militar número 1 que construyó en lo que fue el lago de Xaltocan (también en un lago, como hubiera sido la de Texcoco), en Santa Lucía, municipio de Tecámac; la semana pasada lo hizo el presidente López Obrador, 60 años después.
El mandatario citó a funcionarios de su gabinete e hizo un vuelo de 11 minutos, del Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México hasta su magna obra, para decirle a los mexicanos que cumple a cabalidad. Sólo que aún se encuentra en fase inicial de avance y hace ver que en nada se parece a lo que hubiera sido el aeródromo que inició la administración anterior.
Seguramente la mayoría de los seres humanos que escuchamos la palabra inaugurar, imaginamos que se trata de una ceremonia en torno a un evento en el cual se echa a andar algo nuevo. Puede ser la puesta en marcha de una cancha deportiva. El inicio de un encuentro de la misma índole. La culminación total de una obra. Pero jamás el mínimo avance de una obra como el aeropuerto, que no es más que una plancha de concreto rehabilitada, porque ya existía.
Le ganaron las ansias al Presidente. Tal vez en virtud de que desde que inició su mandato no ha tenido motivos para inaugurar absolutamente nada. A menos que sea razón para celebrar, la desaparición de instituciones públicas, la caída de nuestra economía, la aparición de la pandemia, la estrategia exitosa de abrazos, no balazos para los delincuentes, que ya casi acabó con ellos y otras causas parecidas a las anteriores, que abundan desde hace dos años.
El Presidente aseveró que se trata del aeropuerto más importante que se construye en el mundo. Esto hace suponer que no conoce muchos que existen en Estados Unidos, para no ir más lejos. Muchos que están en países europeos y muchos que dan servicio en los países orientales o en el auténtico primer mundo. Tampoco el de Dubai. Seguramente no conoce los de países latinoamericanos. Por decir lo menos, el Dorado de Colombia. El Mariscal Sucre, de Quito y otros. Debería dar una vuelta por allá, para no decir disparates.
Aseguró también que este campo aéreo tendrá un costo de 75 mil millones de pesos, contra 300 mil millones que hubiera costado el de Texcoco. Ya podemos imaginar entonces la diferencia que hubiera sido entre uno y otro. No dijo nada, sin embargo, de que el último fue inundado a propósito. Que se tuvieron que pagar 71 mil millones para cancelarlo. Que el gobierno vendió el acero como fierro viejo. Que recurrió a una encuesta patote para suprimirlo.
La consulta fue elaborada entre escogidos. Entre personas que no tienen idea de lo que es un aeropuerto. Que piensa que es sólo para que la gente adinerada vaya y venga. Que no tiene en cuenta que a través de los aeropuertos se negocia. Se recibe y se envía mercancía de diferentes países y de México a otros lugares. Se establecen relaciones comerciales y se realizan un sinfín de actividades convenientes para las ciudades y sus habitantes.
Tampoco mencionó que estudios de empresas internacionales aprobaron ampliamente la construcción en Texcoco y desaprobaron la de Santa Lucía, por razones como la altura, un cerro que apareció repentinamente y que nadie había visto, que será una constante amenaza para las salidas y llegadas.
Otro inconveniente es que está tan lejos, que el usuario tardará más de una hora en llegar, de la parte más cercana de la ciudad. Para los que viven en el sur se convertirá en un desesperado paseo. Se vislumbra que para abordar un vuelo mañanero, habrá que viajar la noche anterior y alojarse en algún hotel cercano.
Si las ansias por inaugurar obras inexistentes es tanta, ¿por qué no inaugura primero una racha de inauguraciones y luego hace lo mismo con las obras del Tren Maya, cuyo avance es apenas considerable? ¿O con la refinería de Dos Bocas aunque esté inundada, como se sospecha que permanecerá?
“Alabanza en boca propia es vituperio”, reza un refrán. Presumió que no cabe duda que “fue una decisión sabia”.