Desconfianza en vacunas
Armando Ríos Ruiz lunes 8, Feb 2021Perfil de México
Armando Ríos Ruiz
El año anterior, los mexicanos imploraron el milagro de alguna vacuna contra el coronavirus, en virtud de soportar con tedio, con malhumor y con esperanza en algún medicamento, un encierro que se prolongó más allá de los vaticinios de nuestros genios en el gobierno, que jamás, hasta hoy, atinaron a predecir los estragos de dicho mal.
A finales de 2020, aparecieron promesas de diferentes laboratorios de prestigio, de que estaban a punto de comprobar la efectividad de productos contra la pandemia, además de muchos otros particulares, que, se decía y aún se dice, son seguros, como el dióxido de cloro, por mencionar sólo uno, que han sido vetados por las autoridades sanitarias, con la afirmación de que hacen daño.
En este momento, en nuestro país, las vacunas salvadoras han sido tratadas como una mercancía muy importante, pero para ganar votos. Éste es el verdadero deseo del mandamás, que no ha podido ocultar, por la sencilla razón de que le gana ese prurito y le resulta imposible exhibir sus verdaderos apetitos.
Durante las últimas fechas, empresas como Pfizer, AstraZeneca, Moderna, la rusa Biocad, que fabrica la vacuna Spuntik, la china CanSino Biologics y otras, han anunciado que están listas para aplicarlas en todo el orbe y algunas, en la última fase de prueba, para venderlas también a todo el mundo.
Sin embargo, se ha esparcido información en el sentido de que algunas, como Pfizer, la rusa y la china no están aún listas. En las redes sociales se afirma, inclusive, que la primera producirá daños irreversibles, incurables, que acabará con la vida de quienes la reciban, años más tarde.
Lo peor de todo, es que repentinamente, un número importante, bastante elevado de mexicanos, comenzó a desconfiar de la aplicación. De pronto optaron por correr a la medicina tan esperada y codiciada, para volver a realizar sus actividades habituales con toda la confianza que debería imponer una cura total y absolutamente segura.
No ha ocurrido tal cosa. La desconfianza parece haber sido sembrada por todas las mentiras con que nuestras autoridades han tratado el problema. Un día se miente respecto al número de contagiados y de muertos y al otro se desdeña la pandemia. Se dice que hay camas, hospitales, ventiladores y otros enseres necesarios para el trato de la enfermedad y enseguida se sabe que nada es verdad y que los contagiados aumentan a un paso asombroso.
A finales de diciembre, todo un equipo de funcionarios acudió a recoger la esperanza del mundo, que Pfizer enviaba a México. Se tomaron la foto. Posaron para las cámaras de televisión, sólo para recibir tres mil dosis, “que cabían en una caja de zapatos” y que serían usadas para uso experimental. “Para calibrar la cadena de frío necesaria para su almacenamiento, distribución y aplicación”.
La aparatosa presencia era, sin duda, para decirle al pueblo que el gobierno de la 4T estaba pendiente en todo momento, de sacar de su angustia a tantos compatriotas, ávidos de cura, cuando tanto desdeña al virus. Era momento de presumir, con el único propósito de ganar confianza y aplausos de los votantes.
Ahora que están a punto de arribar las vacunas, muchos mexicanos desconfían, con argumentos de que el gobierno es capaz de inyectar agua destilada. De hacer de una de ellas varias, agregándole algún producto. De engañar sin que le importe la suerte de los que la reciban, porque, desde arriba hasta abajo, los funcionarios han dado muestras de que la vida de los seres humanos que habitan en este país, son desechables.
Ésas parecen ser las razones de que muchos nacidos aquí han viajado constantemente a Estados Unidos en busca de salvación. En donde no dudan en vacunarse, por tratarse de un país con autoridades íntegras y de veras pendientes de salvar a los suyos. De lograr que todo vuelva a ser normal.
Ha sido tanta la migración, que ya muchos estados de la Unión Americana toman medidas para que nuestra raza no impida la cura de quienes viven allá.