La corrupción, una responsabilidad personal
¬ Luis Ángel García lunes 8, Feb 2021Por la Derecha..!
Luis Ángel García
El combate a la corrupción fue la promesa de campaña que más votos dio a Morena en las elecciones de 2018. El rayito de esperanza cautivó a 30 millones de votantes hartos del enriquecimiento ilícito de políticos mexicanos, aunque muchos ciudadanos también se benefician de las acciones de gobierno.
En el inconsciente colectivo estaba ese resentimiento con la clase gobernante y emitió un voto de castigo con el deseo de que la nueva administración castigara con cárcel a los depredadores de recursos públicos.
El ofrecimiento de combatir lo inmoral ha sido, desde José López Portillo, una estrategia presidencial para legitimar cada sexenio. López Portillo se fue contra los ex secretarios de Comunicaciones y Transportes y de la Reforma Agraria de Luis Echeverría Álvarez, Eugenio Méndez Docurro y Félix Barra García.
Miguel de la Madrid Hurtado, con su política de renovación moral, mantuvo en la cárcel al director general de Pemex, Jorge Díaz Serrano, amigo y funcionario muy cercano al ex mandatario.
Carlos Salinas de Gortari se legitimó con el encarcelamiento del dirigente Joaquín Hernández Galicia, La Quina, junto con 30 líderes petroleros y manejó la caída del cacique magisterial Carlos Jonguitud Barrios. Ernesto Zedillo metió a la cárcel al hermano de su antecesor, Raúl Salinas de Gortari, quien, aunque no era servidor público, representaba el poder tras el trono y el tráfico de influencias.
Después ya no se recurrió a las grandes figuras. Vicente Fox quedó en deuda con los ciudadanos cuando su inquisidor, Francisco Barrios, anunció que él iba sólo por los peces gordos y no agarró ni un resfriado.
Recientemente salieron a la luz pública casos de gobernadores, secretarios de Estado y empresarios involucrados en episodios de corrupción.
Al llegar esta administración se hizo rápidamente un esquema mixto de combate a esa conducta criminal. Se quiso cumplir con la ciudadanía una promesa de campaña y culpar a los gobiernos neoliberales de todos los males de la vida nacional e incluso justificar los errores actuales con el sambenito de que son heredados.
Se ponderó la exhibición mediática por encima de la ley, circo romano que sólo busca cebar a la fiera sanguinaria que es la opinión pública, la cual quiere la muerte de los gladiadores corruptos, pero se conforma con que sean denostados y defenestrados. Nadie morirá en la cárcel sentenciado a cincuenta años.
Ya se dieron cuenta que les reditúa más administrar que combatir la corrupción. Se habla de ella cuando hay que distraer a la opinión pública de los temas que realmente marcan la agenda nacional. Así, se culpa a los gobiernos anteriores o a los partidos políticos y se esconden los pecados propios, que no son menores y sí muy escandalosos.
El manejo político de la corrupción ha hecho que se pierda de vista el fondo jurídico de un delito. Servidores públicos, militantes o dirigentes de todos los partidos han sido exhibidos y, en algunos casos, perseguidos y en otros, castigados, pero se presentan como conductas de entes morales. El ilícito no lo comete una dependencia, un partido político, una empresa, un corporativo o un sindicato. Lo realizan individuos, personas físicas y a ellas sanciona el código penal. Pero es más redituable culpar a un instituto político, el cargo público, la empresa o sindicato y se usan calificativos: el gobernador priista, el senador perredista, el legislador panista, la esposa del dirigente petista, el ex secretario priista y hasta se le imputan cargos a la figura presidencial. No, el enriquecimiento ilícito u otro delito son responsabilidad exclusiva de un individuo, sin investidura, al que hay que juzgar por sus actos o conducta. Entonces realmente se aplicará la ley, mientras tanto, sólo se administra la corrupción para un uso político: la justificación.