La libertad de expresión
¬ Mauro Benites G. miércoles 27, Ene 2021Municiones
Mauro Benites G.
A propósito de la insistencia de parte de un senador, que para mi vergüenza en zacatecano, en el sentido de sus declaraciones de regularizar las redes informativas yo lo contesto: La libertad de prensa no es una actitud tolerante de López Obrador, que permite la publicación de las cosas claras y verdaderas. No es una concesión graciosa del gobernante en turno. Es algo mucho más profundo. Es una auténtica relación entre la teoría y la realidad cotidiana. Es la comunicación que permite enjuiciar las órdenes, las leyes y las conductas del Estado a partir de su incidencia práctica y racionalizar críticamente los compromisos permanentes. Amable lector este comentarista reitera el respeto a la libertad de expresión como columna de todas las libertades y le recuerda a este gobierno y a sus corifeos que nunca podrán coartarla por más amenazas y presiones que apliquen.
«El periodismo mexicano -nos confirma Roberto Blanco Moheno- nace con la ‘Relación del espantable terremoto que ahora nuevamente ha acontecido en la ciudad de Guatemala’, que se publicó en esta capital en el año de 1541. Pero en realidad y con excepciones brillantes como las de Sigüenza y Góngora y el padre Alzate, fundador del periodismo científico- no hubo periodismo tal y como lo entendemos ahora, sino hasta que Carlos María de Bustamante fundó el primer diario del país, Diario de México, el 1 de octubre de 1805. Con mayor raigambre popular, Fernández de Lizardi, el inmortal autor de El Periquillo Sarniento, padeció un continuo martirio en su heroica defensa de la causa del pueblo”
Naturalmente, las persecuciones a los periodistas identifican a los regímenes conservadores. Copio a Velasco Valdés: ‘En 1853, reinstalado en el poder Santa Anna, ministro de Justicia y Negocios Eclesiásticos, Teodosio Lares, a instancias, ¡quien lo creyera!, de un periodista, Lucas Alamán, a quien ya rondaba la muerte, dictó una circular estableciendo que los editores de periódicos, libros, folletos, etc., otorgarían, como prenda de buen comportamiento, una fianza de tres mil pesos, destinados a los fondos del gobierno si el acusado resultaba culpable. Los delitos punibles, según Lares, eran la negación de los dogmas católicos y la murmuración en contra de los funcionarios eclesiásticos, civiles y militares’.
Santa Anna, Maximiliano y Porfirio Díaz fueron grandes verdugos de los periodistas libres. Después de éstos y a pesar de las presiones y amenazas oficiales de los regímenes en general, los mandatarios ya no empleaban las persecuciones, hoy usan el soborno o hacen periodistas a los políticos. Los esbirros están dentro de la redacción.