150 mil muertos y contando
¬ Luis Ángel García lunes 25, Ene 2021Por la Derecha..!
Luis Ángel García
México llega a los 150 mil muertos por la Covid-19 en tan sólo 10 meses; más de dos veces el pronóstico catastrófico que vaticinaban las autoridades de Salud de sólo 60 mil decesos. Estamos entre los tres países con más fallecimientos y una cifra de contagios que para mediados de febrero rondará los dos millones de enfermos —más del 1.5 por ciento de la población nacional—, estadística que nos coloca con la peor estrategia para combatir la pandemia, a pesar de las declaraciones oficiales que pregonan, sin pruebas, que nos felicitan en el mundo.
Hace un año, el gobierno mexicano menospreciaba a este nuevo jinete apocalíptico, restándole importancia al devastador efecto mortífero del virus, proclamando que era más grave la influenza. En un acto por demás irresponsable, se llegó a decir que era una enfermedad que sólo les daba a los ricos o se curaba con tecitos o se podía invocar la protección de estampitas como amuleto.
Esa ignorancia y resistencia a decretar el confinamiento voluntario, el rechazo a la cultura de la sana distancia, al uso del cubrebocas y no alentar el lavado frecuente de manos provocó un colapso hospitalario que ahora obliga al sector salud a implementar una estrategia de atención de pacientes en casa, que no es otra cosa que la antesala de la muerte, ante la falta de tanques de oxígeno portátiles, el desabasto de ese elemento químico y de los medicamentos para atacar a la Covid-19 y otras enfermedades. Han creado un auténtico infierno de Dante.
Al anuncio del descubrimiento de la vacuna, rápidamente nuestras autoridades se aprestaron a destinar miles de millones de pesos en la adquisición del antígeno, más con fines políticos y electores que sanitarios. Pero mal que bien se tuvo el acierto de adelantarse a otras naciones para contar con la fórmula inoculadora, aunque su aplicación sea discrecional, sólo para atender a sus operadores políticos y a su base electoral. Los demás vendrán después.
Inicialmente se excluyó de la inmunización al personal médico de los nosocomios privados; se programó primero a las comunidades rurales que a las concentraciones urbanas -donde hay más contagios-; se presume una estrategia de distribución eficiente, cuando sólo se han recibido poco más de medio millón de dosis. Esperemos ver qué sucede cuando se tengan millones de vacunas para hacerlas llegar con la refrigeración adecuada, se vean rebasados los centros de acopio o sean insuficientes las diez mil brigadas que parecen más promotores del voto. En Estados Unidos hasta en las farmacias venden la vacuna.
Después vino el anuncio de Pfizer de que suspendía y reducía la entrega de las vacunas para atender a países más pobres y para redireccionar su línea de producción para fabricar más dosis.
Entonces el gobierno vio peligrar su monopolio inmunizador -que excluía a gobernadores y al sector privado para adquirir la formula-, y dio la autorización para que autoridades estatales o municipales y las farmacéuticas hicieran sus compras, sabedor de que están comprometidas las actuales producciones con gobiernos de países y sólo podrán atender esos pedidos hasta octubre, ya que hayan pasado las elecciones. Ahora el gobierno tendrá pretexto para echarle la culpa a los demás por no poder vacunar a 130 millones de mexicanos.
La pandemia es una realidad que lacera a nuestra sociedad y que tarde o temprano cobrará la factura a los gobernantes.