Pandemia: ¿a quién creerle?
Armando Ríos Ruiz miércoles 20, Ene 2021Perfil de México
Armando Ríos Ruiz
Respecto al coronavirus se ha dicho todo. A principios del año pasado, una versión de su aparición se refería a la ingesta en China, de sopa de murciélago que contenía el mal. Adentro de él no hacía daño. En el cuerpo humano encontró el medio propicio para desarrollarse, para propagarse y para causar la muerte.
Otras voces aseveran que fue producto de un laboratorio como arma moderna, para poner en su lugar a los grandes países que consumen cantidades inimaginables de dinero y aprovechan lo que está a su alcance y lejos, para controlar la economía mundial. Más que a otra cosa, se referían a un pleito entre China y Estados Unidos.
Otras más han hablado de la consumación de una teoría que involucra a los acaudalados Bill Gates, George Soros y otros hombres bastante ricos, que tienen planeado reducir la población mundial, que rebasa los siete mil millones de habitantes, para ejercer un mejor y más fácil control entre los que queden sometidos por las vacunas, con contenidos de elementos nocivos.
Hace poco, las redes sociales publicaron el hallazgo del virus en animales, como perros, gatos y changos. Inclusive se ha dicho que éstos no son capaces de transmitirlo.
Alguien ha ido más lejos. Análisis médicos en cabras, en aves y en otros animales, así como en frutas como la papaya, kiwi y más, arrojaron resultados positivos. Médicos italianos partieron las frutas y mojaron hisopos con el jugo. Siguieron las normas de análisis recomendadas por la Organización Mundial de la Salud y sorpresa: estaban contaminados.
El Presidente de Tanzania, John Magufuli, dio un discurso en el cual denunciaba que pruebas hechas en frutas y animales dieron positivo y a manera de broma dijo que ahora deberán aislar a esas especies. Luego añadió que las frutas ahí están, madurando y los animales también, vivos. No han muerto.
Agregó que los experimentos fueron realizados con hisopos y elementos importados, lo que hace suponer que arriban a los lugares solicitantes con el virus, listos para cumplir una misión de extinción de seres humanos. El mandatario dijo que éstos pueden morir hasta de preocupación y arengó a su pueblo a hacer caso omiso del asunto y a continuar su vida de manera inalterable.
Otros datos (no los del Presidente mexicano) aseveran que “el virus existe, pero fue sembrado y rodeado de un pánico mediático sin precedentes y ha sido extendido alevosamente y de manera negligente por autoridades cobardes, compradas, que obedecen intereses globalistas al negar curas tan simples y accesibles, como el té de manzanilla, diente de león, té verde, vaporizaciones, hidroxicloroquina” y muchos otros.
Agregan que las pruebas no sirven y “fueron diseñadas para que aleatoriamente salgan millones de supuestos positivos que no lo son”. El falso diagnóstico –prosiguen-, “contribuye a inflar las cifras de contagios, a sembrar el miedo y justificar una pandemia con el objetivo final de obligar a que aceptemos una vacuna de control poblacional, como primer paso del Nuevo Orden Mundial.
Por otro lado, es sabido que muchos países latinoamericanos han menguado el problema casi a cero, con la aplicación del dióxido de cloro, prohibido en México, en donde un médico ha solicitado aplicarlo a pacientes terminales, desahuciados, con resultados espectaculares de recuperación.
No obstante, los medios han publicado que no cura y que por el contrario, es peligrosamente nocivo. La mayoría de estados latinoamericanos han dejado de aplicarlo con la certeza de que lejos de curar, hace daño. Aunque los hay -los menos- que predican convencidos que en esta aplicación han encontrado un combate certero y definitivo al problema.
¿Cuál de las teorías es la buena? Por desconocimiento, es difícil decidir. Además, estamos en manos de luminarias como el dizque doctor Lopez-Gatell, quien cada día parece más empecinado a remedar a Cantinflas.