La “naquiza”
Freddy Sánchez martes 12, Ene 2021Precios y desprecios
Freddy Sánchez
En verdad el Presidente López Obrador se veía complacido al referirse a los integrantes de la base social mexicana, (pobres o no tan pobres, el sector popular en general y los de la clase media idos a menos en los últimos tiempos en México), como los “nacos”.
Lejos muy lejos estaba su actitud de la que tendría alguien utilizando la sorna para hacer alusión peyorativamente de una parte de la gente que es la mayoría en nuestro país.
De modo entonces que el calificativo de “nacos”, en el leguaje presidencial adquirió un sentido distinto del que comúnmente suele darse al uso de esa palabra.
Y es que según el diccionario se le llama “naco”, a una persona mal educada, de mal gusto, que desconoce su cultura y la que es objeto de menosprecio por sus baja estatura económica, política o social, y por tanto, casi se trata de los más bajos fondos de una sociedad.
Algo que, indiscutiblemente, jamás se atrevería el Presidente a quererles decir a los mexicanos, en particular y sobre todo a los que lo hicieron ganar el cargo presidencial con su voto mayoritario en las elecciones en las que Andrés Manuel consiguió alzarse con una victoria contundente.
Cómo podría pues insultar a sus votantes, el jefe del Ejecutivo, que simple y llanamente, (uno fácilmente puede imaginarse), tiene otros datos sobre el significado de la palabra “naco”.
Pensemos pues, que con ese distintivo hacia el grueso de la población en México, Andrés Manuel quiso referirse a los desposeídos de tantos años, quienes mucho ha visto pasar gobiernos de distintas ideologías y propósitos de acción que no alcanzaron para sacarlos de sus miserias.
“El pueblo bueno”, (sí señor), los de abajo, aquellos que años van y años vienen, sufriendo de “regularzones” y malos gobiernos que llegan y se van del poder, sin lograr un cambio sustantivo en las condiciones de vida de la mayoría, porque regularmente sus afanes de amasamiento personal de riqueza los vuelve “ciegos e insensibles” ante las más apremiantes demandas de una sociedad que suele ser víctima indefensa de las más desvergonzadas propuestas de un bienestar general que nunca llega hacia cada sector necesitado de apoyo público para mejorar sus condiciones de vida.
Así que lo de menos es que se les llame como se les quiera llamar a esos eternamente ignorados que esperan y no reciben lo que pudiera significarles un auténtico cambio de vida en nuestro país.
Digamos por lo tanto que los “nacos o no nacos”, (desheredados sociales, reclamantes de justicia, eternamente engañados de la demagogia oficial), con bajos niveles de educación, sin servicios médicos adecuados, carentes de un hogar propio, explotados de una u otra forma por inequitativos procesos de empleo, desarrollo económico y distribución de la riqueza, inequívocamente son una gran proporción de la población en México, apremiantemente necesitada de ayuda oficial.
Y por lo mismo, sin importar si el presidente hizo bien o hizo mal en llamarlos “nacos”, lo que resulta de vital importancia es que las acciones públicas logren rescatar de manera real de sus condiciones inadecuadas de bienestar a todos esos connacionales afligidos y amolados.
De modo que los programas sociales como una forma de apoyo económico inmediato hacia los que menos tienen, es algo que debe mantenerse vigente, pero de ninguna manera convertirse en una estrategia exclusiva como medio de bajar un poco el nivel de malestar de los “nacos o no nacos”, con la aviesa intención de que permanentemente actúen como contribuyentes electorales de “la mano que les da de comer”.
Esa infame práctica de la manipulación electoral que se ha mantenido en México durante décadas, tiene que erradicarse dotando a las personas de las herramientas que les permitan ser independientes económicamente y no estar supeditadas a lo que el gobierno les quiera dar. Y para eso, los que están en el poder deben probar que no son iguales a sus antecesores, impulsando una verdadera mejoría social de aquellos a los que en el peculiar lenguaje del Presidente podría llamárseles: la naquiza.