En la 4T, muchos personajes singulares
Francisco Rodríguez martes 12, Ene 2021Índice político
Francisco Rodríguez
Hay que escribir de política y no de políticos, me decía hace tiempo un comunicólogo de renombre. Empero, cuando uno escribe sobre personajes singulares siempre es preciso recordar lo que decía el imprescindible Bertolt Brecht del analfabeta político al que definió “como el peor… el que no oye, no participa de los acontecimientos… no sabe que el costo de la vida, el precio del pescado, de la harina, del alquiler, del calzado y de las medicinas depende de las decisiones políticas”.
El analfabeta político, decía Brecht, “es tan animal que se enorgullece e hincha el pecho al decir que odia la política… el imbécil que no sabe que de su ignorancia proviene la prostitución, el niño abandonado, el simulador y el peor de los bandidos: el político aprovechado, embaucador y corrompido, lacayo del extranjero y de las empresas multinacionales”.
Y, en efecto, cuando la ignorancia hace presa de un dirigente o de una pandilla de delincuentes, la premonición de Bertolt Brecht cobra perfiles de teoría general del mentecato. Las frases envuelven como torbellinos una manera de ser, de vivir y de someter al capricho de la ignorancia, por la vía de la corrupción a cualquier sociedad, aunque ésta no haya hecho nada para merecerlo.
Es lo que pasa cuando al frente del poder se encuentra un sujeto que se resiste a entender el papel de las empresas en la creación y el mantenimiento del empleo, en la aportación de los impuestos para sostener a los gobernantes rastacueros… en cualquier país del mundo.
Rota cualquier posibilidad de conciliación nacional
Ninguno de los mamarrachos del poder a quienes le quede el saco, quiere aceptar las cuestiones elementales que han puesto al país al borde del precipicio, si no es que ya esté en el fondo de éste. Los plazos de la supervivencia están cumplidos. Las posibilidades de un acuerdo nacional para la restauración están en el arroyo desde hace dos años, precipitadas al vacío por los mismos causantes del desastre.
La represión, la arbitrariedad, la molicie, la democracia estrangulada y los pésimos resultados en todos los rubros de la economía, la salud y la seguridad, por sólo mencionar algunos, han roto con cualquier posibilidad de conciliación mientras éste se encuentre en el poder. Lo mínimo que se puede hacer es supervisarlo y restringirlo, confinarlo, como está la población.
Sí a esto se agrega que México ya está considerado por ellos no como un país de mayorías, sino convertido en un mosaico de minorías estratificadas en sus renglones exhaustos, desde las privilegiadas hasta las que se encuentran en la más extrema de las miserias, el círculo cuadrado de la solución ha sentado sus reales entre nosotros. En el peor momento, con el peor gobierno.
México ya es una procesión fúnebre sin fin posible
Así de pequeños son. Dejan demasiadas huellas en sus crímenes de todo tipo, son rastacueros con alarde de empoderados y de nuevos ricos que se dedican las veinticuatro horas por siete días a espantar con el petate del muerto, pero en realidad ellos son los que no oyen su propia música de réquiem.
En estos momentos, México ya es una procesión fúnebre sin fin posible. Pero, dicen, por el bien de todos, primero que pasen a ser enterrados los pobres. Es la consigna salvifica de la pobreza de ideas, el disfraz de la explotación, bajo tintes ineludibles de hipocresía política y de mendacidad a todo tren.
El gobiernito actual sólo ha podido demostrar que fueron más eficientes en el pasado reciente las campañas de los regímenes anteriores contra el sarampión, la viruela, el paludismo, la tuberculosis, la influenza, la garrapata vacuna o la mosca pinta de los cítricos. Los que están al mando hoy sólo sirven para simular y para hacer que se confundan paridas con preñadas.
Dejaron ver muy pronto que el costosísimo e ineficaz aparato de gobierno es más parecido, aunque no se quiera creer, con los meseros de cualquier fonda chiquita que pareciera restaurante, como atinadamente dice el corrido norteño, el sentimiento vernáculo.
La necedad en el poder es patrimonio de los indolentes
No hay solución para ningún problema del país, para una emergencia o un asunto importante, ningún empleo formal, ninguna obra benéfica, ninguna de infraestructura. Todo es destruir para repartir grandes cantidades a los favoritos, a los mejores del mundo, como el impresentable López-Gatell, símbolo de la ineptitud y del crimen masivo.
Y a los que se llevan todo, porque para “ponerse la del Puebla” tienen que someterse únicamente al capricho del tirano, a las condiciones inauditas de quien parte y reparte el bacalao. Es realmente desastroso lo que hemos visto los mexicanos en estos dos años. Y vendrá el tercero, y el quinto, y tampoco habrá algo positivo. La necedad es patrimonio de los indolentes.
Mientras no hablen, tampoco sabremos que sólo rebuznan
Con otra: el problema de las mentes cerradas es que viven con la boca abierta. Y, en efecto, un burro puede fingir ser un caballo, pero tarde o temprano rebuzna, dice la sabiduría popular.
Pero como la luz siempre es más veloz que el sonido, los virreyitos pueden aparentar ser algo, mientras no hablen. Cuando sale el sonido, se sabe de inmediato ante qué clase de papanatas estamos. Hay que hablar de política, sí. Pero de vez en vez también de los políticos.
¿No cree usted?
Índice Flamígero: Y a propósito de personajes singulares… circulaba en redes todo el fin de semana: “Mañana (ayer) a las 7 AM saldrá un hombre pequeño, fracasado, resentido, ignorante y acomplejado a echarle la culpa a los gobiernos anteriores por la explosión del Metro. Va a decir que gracias a la corrupción, la impunidad y el influyentismo se robaban el dinero del mantenimiento. ¿Alguien apuesta a que dirá otra cosa? No va a mencionar que hace 10 meses el Metro no tiene un subdirector de mantenimiento. Tampoco va a mencionar que en los últimos 2 años el gobierno de la CDMX reetiquetó el presupuesto reduciendo gastos al Metro para darlo a becas y apoyos sociales. Hablando del pasado, no se me olvida el escándalo de la Línea Dorada del metro cuando Marcelo Ebrard era jefe de Gobierno. Y dicho sea de paso, desde 1988 el gobierno de la CDMX ha estado en manos de la izquierda (primero el PRD y ahora Morena) …” Y la profecía se hizo realidad.
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