¿Qué espera México de EU?
Armando Ríos Ruiz lunes 11, Ene 2021Perfil de México
Armando Ríos Ruiz
Una pregunta se ha transformado en preocupación: ¿Qué espera México de Estados Unidos? Esto, en virtud de la actitud asumida por nuestro Presidente frente a Joe Biden, quien el 20 del presente mes tomará posesión como nuevo mandatario del país más poderoso del mundo, lo quiera o no el saliente Donald Trump, reacio sistemáticamente a aceptar su derrota en las urnas y quien ahora está más cerca de la calle o de la cárcel que nunca.
Preocupación, porque desde noviembre que se dieron a conocer los resultados de la elección presidencial, el Ejecutivo mexicano se negó a enviar su felicitación al demócrata Biden, con el argumento de que esperaría el anuncio oficial, que pudo interpretarse como rechazo a la victoria. Cuando la había enviado la mayoría de los países, entonces, México por fin hizo lo propio.
En las redes sociales se publicaron noticias que se referían a que en enero del nuevo año habría sorpresas en relación a un fraude. Trump no encontró reposo para anunciar que presentaría pruebas que jamás aparecieron. No obstante, continuó en el alegato de las trampas cometidas en su contra. Muchos mexicanos creyeron en ese supuesto timo y hasta aparecieron mensajes en las redes sociales en relación a la inminente reversión de los resultados.
Recibí personalmente muchos que aseguraban que antes del 20 de enero se anunciaría la anulación del corolario a favor de Biden, para dar la victoria a Trump y se afirmaba sobre la participación de un juez muy poderoso, que actuaría a favor del aún Presidente.
Los recursos comenzaron a agotarse sin que se presentara una sola evidencia. La desesperación parecía acosar cada día con más fuerza al gobernante, quien recurrió a todas las estrategias. Inclusive a la amenaza para que el resultado fuera revertido. Solicitó urgido al vicepresidente, Mike Pence, que cambiara el desenlace. Probó de todo y no logró su cometido.
El último intento fue azuzar a miles de seguidores para que asaltaran el capitolio, sede del Senado y de la Cámara de Representantes, para consumar un golpe de Estado, que culminó con cuatro muertos, 14 heridos y 52 detenidos. Su ignorancia redomada, expuesta en aras de lo mismo o de cambiar la realidad; su ceguera, su incompetencia y su sed de un poder cuyo dulzor desconocía hasta hace cuatro años, le impidieron avizorar que cometía un delito enorme.
Los demócratas manifestaron que de no aplicarse en este caso la enmienda 25, que prevé la deposición de un Presidente por motivos como los mismos en que incurrió Trump, recurrirán a la demanda judicial para que sea expulsado, aunque falten sólo unos días para que sea reemplazado de manera oficial.
Mientras tanto, nuestro Presidente agregó a sus desatinos la exhibición de su enojo, de su desacuerdo con las redes sociales que vetaron su uso al ya nada poderoso presidente de Estados Unidos. Criticó a Facebook y a Twitter porque negaron su uso a Trump. Como si en el país vecino estuvieran dormidos, ignorantes de sus actitudes, siempre a favor de la aberración.
Lo anterior, como otros comportamientos que no lo favorecen para nada, sino más bien lo alejan de la simpatía del vecino, traerá consecuencias que aún no imaginamos. Hace unos días se vanaglorió que Biden reconoció a México por haber tratado la pandemia mejor que Trump. No había la mínima necesidad de exponer lo que no se entiende.
Lo dijo con la intención de minimizar al máximo al mandatario, porque si existe un país en el mundo que haya dado un trato pésimo al problema, es el nuestro. Lo dijo para hacerle entender a Trump, que es peor que el Presidente mexicano. Éste lo entendió como halago. ¡Háganme el favor!
Finalmente no fue invitado a la toma de posesión. Al cabo que ni quería. Pues dice, no le gusta salir del país. Lo hizo muchas veces cuando era candidato, en busca del voto de los paisanos y del reconocimiento de las autoridades. Como si se tratara de un Presidente que puede rivalizar con el que lo es de la Unión Americana, de quien depende la consolidación al pie de la letra de un tratado de comercialización que nos favorece más que a los gringos.
Hay mucho qué hablar entre homólogos, como el tema de migración, económico, de radicados allá. Nada menos que 36 millones de compatriotas y un millón y medio de estadounidenses en territorio nacional, además de los migrantes centroamericanos.
Ya hay quienes apuestan a que la relación no será nada amistosa. Que habrá serios desencuentros. Parece obvio, ya que Biden nada tiene de populista ni de chiflado, como su antecesor. Ha recibido del mandamás mexicano muchos desaires que en política resultan demasiado caros. Lo peor de todo, es que han sido realizados a un país enorme, fuerte, poderoso. En esos términos, el que lo representa resulta igual de enorme de fuerte y de poderoso.