Sociología de la mentira
Alberto Vieyra G. viernes 25, Dic 2020De pe a pa
Alberto Vieyra G.
“México tergiversó los datos sobre la gravedad del coronavirus en la capital”. Con ese titular en primera plana, el diario norteamericano The New York Times en su edición del 21 de diciembre de 2020, le agarró los dedos con la puerta al gobierno federal y al capitalino que encabeza la disque científica doña Claudia Sheinbaum, quien utilizando la sociología de la mentira pretende convertirse en la primera Presidenta de México para 2024.
Sí, el gobierno de AMLO sigue inmerso en la mentira y arrastra a quienes puede arrastrar porque son gobiernos de parapeto como el de Claudia Sheinbaum a quien el diario estadunidense no duda en calificar de mentirosa o engañifas, pues “el gobierno federal contaba con datos que deberían haber activado un cierre inmediato de actividades a principios de diciembre. En cambio, mantuvo abierta la Ciudad de México por otras dos semanas”. Eso dice The New York Times.
¿Qué nos dice la sociología de la mentira y el engaño? Y ¿Por qué el gobierno oculta lo inocultable? ¿A qué le tiene miedo el gobierno de AMLO, a que el pueblo de México descubra que no es el gobierno de la purificación democrática, sino de la mentira, el engaño y la simulación política? ¿Tienen miedo el gobierno de AMLO, el de Claudia Sheinbaum y el del mexiquense Alfredo Del Mazo Maza a que sean sepultados ellos y sus partidos en las próximas elecciones federales de 2021?
Para los estudiosos del carácter, la mentira y el engaño equivalen a conductas deshonestas. Para los sencillos habitantes, la mentira es el ocultamiento de la realidad y saben que el único padre de la mentira se llama satanás. ¿Entonces estamos ante gobiernos del diablo que rinden culto a Satanás, a través de la mentira y el engaño?…
The New York Times no duda en afirmar que, a pesar de los peligrosos aumentos en hospitalizaciones, el gobierno se empeñó en tranquilizar a la población en una reunión del pasado 4 de diciembre en la que afirmo que la Ciudad de México no había alcanzado el nivel crítico de contagios, cuando la realidad era que casi el 90% de la ocupación hospitalaria ya se registraba desde entonces y los respiradores escaseaban ante la impotencia del personal médico.
El primer hospital que lazó la voz de alerta de que ya no cabía ni un alfiler fue el Hospital General de México y de inmediato se produjo una auténtica psicosis de ratón loco, pues los pacientes iban de un hospital y de una farmacia a otra y en todos los casos les informaban que no había ni una sola cama, ni mucho menos medicamentos. Muchos mexicanos murieron y siguen muriendo en el tenebroso ir y venir.
Entre el personal médico se corrió la voz de que en cuanto muriera alguien, se habilitará esa cama para otro infectado de coronavirus, aunque fuese con los mismos respiradores que había usado el muerto o los muertos. No pocas fueron las expresiones de afligidos familiares que decían: “En México si no nos mata el coronavirus, nos mata el gobierno”. Y ha sido el gobierno el que en todo momento se ha empeñado en mandar señales confusas a los mexicanos.
El primero en poner el mal ejemplo es AMLO, quien terminantemente se niega a usar el cubrebocas y con sus infames dichos de que “la pandemia esta domada” o de que su gobierno no va a imponer toques de queda ni nada por el estilo, lo único que hace es engañar a la gente y no se diga el Cantinflas del coronavirus, Hugo López-Gatell, quien llegó a decir que poco importan los colores del semáforo, porque “son intranscendentes”. Todo eso confunde a una población que ignora los alcances del coronavirus y que ya está hasta la madre de que le digan que “hay que quedarse en casa”. El desafío a la muerte, es el pan nuestro de cada día. AMLO sigue en campaña electoral saludando de mano y abrazando a la gente como si nada estuviese pasando, pues a él le vale wilson la pandemia, al cabo que ya se vacunó él y su familia durante los simulacros de las vacunas de Moderna y Pfizer. Así que “el pueblo bueno y sabio”, puede esperar a que la muerte llegue de a poquito.