Dos años de demagogia
Armando Ríos Ruiz viernes 4, Dic 2020Perfil de México
Armando Ríos Ruiz
El festejo por los dos años de haber asumido la Presidencia se tradujo, como muchos esperaban, en un rosario de presunciones ante la realidad que desmiente al Ejecutivo, empeñoso en señalar triunfos que sólo existen en una mente enfermiza y alejada de la situación que acecha a los mexicanos y que está por comenzar a causar los daños originados por el gobierno, incapaz de cambiar el panorama, como alguna vez esbozó en un sueño asentado en la mentira.
Las encuestadoras publicaron en todos los medios, la enorme aceptación que goza el mandatario, coincidentes en que está entre 58 y 62 puntos porcentuales. Aseguraron que si hoy fueran las elecciones intermedias, ganaría con facilidad. Una dijo que el triunfo sería dos por uno.
Alguien me dijo que estaban pagadas y le contesté que se trata de empresas que como cualquiera otra, venden su mercancía, que consiste en investigar el sentir de la gente que califica las acciones de otras entidades. Si el que paga le pide que mienta para su provecho, pues miente. Es como el que lleva un libro a cualquier imprenta y paga por su impresión. El impresor cobra por su trabajo, no por calificar si el contenido es de calidad o no.
Por si fuera poco, el propio Presidente hizo referencia a su desacuerdo con las encuestadoras que aclaman su arribo triunfal a dos años de gobierno. Manifestó convencido, como dicta su sentir, que tiene otros datos y que cierta empresa que también se dedica a las encuestas, lo puso más arriba, con 71 por ciento de las simpatías. Empero, alguien me aseguró que ese sondeo lo hacen en la Secretaría de Gobernación.
Cualquiera preguntaría: ¿para qué le sirve? Se trata de una acción como las que ejecuta el famoso “tío lolo”. En todo caso, son más efectivas las que realizan las firmas conocidas, verbigracia, Consulta Mitofsky, De las Heras, Gea, Berumen y otras, consideradas como serias y profesionales y a las que fácilmente puede creerle buen número de ciudadanos.
“Alabanza en boca propia es vituperio”, reza el dicho popular. Pero el Presidente no repara en eso. No es la primera vez que reclama aplausos por sus mentiras y por sus desatinos. Es uno de sus logros. A dos años de gobierno ya se hizo costumbre que autovitorea sus actos fallidos en todos los rubros, como ahora, cuando dice que ya están sentadas las bases de la transformación.
En realidad, éstas las estableció cuando inició su mandato. Es fácil darse cuenta de que la transformación -que muchos esperábamos no fáciles, porque realizar cambios bruscos después de toda una historia de abusos, implica un gran esfuerzo, pero cifrada en avances contundentes, indiscutibles-, es exactamente al revés. Para establecer retrocesos que será infinitamente difícil recuperar.
Cierto que ya están sentadas las bases de la Cuarta Transformación, pero no para concebir el progreso de México, sino su destrucción. Hasta hoy sólo eso hemos visto, además de escucharle que aun así, no habrá cambio de rumbo.
Por eso el enfrentamiento entre dos pueblos: el que no concibe, por más que está frente a sus ojos la situación anterior y el de quienes se dieron cuenta desde antes del arribo del nuevo mandatario. Obviamente, prefiere al primero, porque lo habitan muchos: todos los ciegos y además, los que pueden ver, pero se niegan a abrir los ojos ante la realidad palpable.
Es el que le conviene, porque es ignorante y no repara en vender su conciencia por la miseria bimensual con la que hace posible su vida paupérrima, pero demasiado cara, cuando se multiplica y se convierte en aliciente para soltar el voto a favor del “bienhechor” que le da el dinero.
Eso es lo que festeja. Su triunfo antes esas huestes famélicas y ante algunos de diferente condición que hoy gozan de su preferencia, porque lo adulan y vitorean. Ocultan las fallas y tratan de convertirlas en aciertos que tienen eco, precisamente en los simpatizantes a ultranza. Entre los que dicen: “si es necesario, volveré a darle mi voto”.