La “bestia”
Alberto Vieyra G. jueves 26, Nov 2020De pe a pa
Alberto Vieyra G.
El 17 de junio de 1972, cinco misteriosos hombres entraron sigilosamente a las oficinas del Partido Demócrata en Estados Unidos para robar decenas de expedientes que desatarían el escándalo Watergate que culminaría el 8 de agosto de 1974 con la renuncia del presidente norteamericano Richard M. Nixon, el único mandatario estadunidense que ha renunciado en Estados Unidos cuando los llamados Founding Father retiraron su apoyo político. Mark Felt, el segundo de a bordo del FBI apodado garganta profunda, junto con los periodistas Bob Woodward y Carl Bernstein llevarían a cabo una investigación de película que terminaría con la vida política de Richard M. Nixon.
El 7 de agosto de 1974 una nutrida comisión de congresistas, senadores, gobernadores, ex presidentes y personajes emblemáticos de las poderosas oligarquías norteamericanas arribaron a La Casa Blanca en momentos en que el juicio a Nixon amenazaba con una severa crisis política a los Estados Unidos. En el Salón Oval le dijeron a Nixon. “Señor presidente: El veredicto del Congreso está listo y no le favorece absolutamente. Le informamos que en este momento usted ya no cuenta con nuestro apoyo y por tanto, lo desconocemos como presidente de los Estados Unidos. Le informamos que dispone usted de 24 horas para dejar la Casa Blanca o de lo contrario, la policía lo sacará detenido como cualquier ciudadano”.
El interino presidente, Gerald Ford, le otorgaría a Nixon un controvertido perdón para evitar que fuera a parar a la cárcel.
¿Por qué hago historia?
Mire usted. 46 años después, estaba a punto de repetirse la historia en Estados Unidos, ya que después de que la bestia trumpiana estaba terco esgrimiendo un supuesto fraude electoral que ha llevado a Estados Unidos al desprestigio institucional con daños políticos irreversibles, las grandes oligarquías del dinero y el poder en Estados Unidos se organizaban ya para llegar a la Casa Blanca para hacerle saber a Donald Trump que o entregaba el poder por la vía institucional, o de lo contrario sería echado vergonzosamente de la Casa Blanca como le ocurrió a Nixon. Fue así como la bestia terminó devorándose a sí misma al ordenar a Administración de Servicios Generales del gobierno federal (GSA por sus siglas en inglés), que transmitiera pacíficamente el poder al vencedor de las elecciones presidenciales del pasado 3 de noviembre, Joe Biden.
Sin embargo, la bestia trumpiana sigue sin reconocer su derrota, aun después de que sus impugnaciones en Pensilvania y otros 20 estados en la Unión Americana han sido rechazadas por la justicia, pues en ninguno de los casos ha podido comprobar su tan cacareado “fraude electoral”. ¿Cómo queda la bestia trumpiana?: Como un vil mentiroso. ¡Qué vergüenza para los Estados Unidos haber tenido un presidente populista que dividió y enfrentó a los norteamericanos!, al más puro estilo del nacismo hitleriano.
Ese populismo ramplón que caracteriza a Donald Trump lo llevo a proferir más de 20 mil mentiras a los norteamericanos, rindiendo con ellos culto a satanás, el padre de la mentira. En otras palabras, los norteamericanos tuvieron en la bestia trumpiana a un gobierno del diablo.
¿Cuánto le llevará a Joe Biden sanar las heridas que le hereda un gobierno del diablo? ¿Será capaz el señor Biden de hilar fino para hacer de dos de ese pueblo dividido una sola nación que camine rumbo a la concordia y evitar que el imperio de las barras y las estrellas sucumba en mil pedazos? ¿Y que esperará ahora el populista mexicano, Andrés Manuel López Obrador para reconocer a Joe Biden o le estará jugando al muy vivo haciéndose el muy importante ante su nuevo patrón?