Romper el silencio y el aislamiento
¬ Sócrates A. Campos Lemus lunes 9, Nov 2020¡Que conste,.. son reflexiones!
Sócrates A. Campos Lemus
HACE MUCHOS AÑOS, POR DIFERENTES MOTIVOS Y MUCHA BÚSQUEDA DE MI PARTE, LOGRÉ DEJAR A UN LADO LOS RESENTIMIENTOS Y ODIOS y al hacerlo, realmente sentí la alegría de poder andar ligero y dejar a un lado las piedras que evitan que uno encuentre la alegría y la felicidad del vivir. Puedo decir tranquilamente que no tenga nada que ocultar, que lo que he logrado en la vida ha sido a base de esfuerzo y de muchos, pero muchos errores y sacrificios y dolores, pero no se puede uno enfangar y hay que salir adelante.
Es cierto lo que dicen las investigaciones sobre la salud de los viejos o de la tercera edad, hay que continuar con su vida social, hablando, leyendo, trabajando, riendo y, sobre todo, dejando a un lado los dolores y temores, los odios y resentimientos para tener una vejez sana que les permita llegar al final de sus días con esa tranquilidad del deber cumplido con la vida.
Hace tiempo observaba a los viejos de mi pueblo o de los lugares donde tuve la fortuna de andar y de cómo en muchos sitios, la alegría de ellos se reflejaba en su tolerancia y en su paz mental, de cómo reían y solamente recordaban las cosas buenas de la vida y un buen día le pregunté a uno la razón por la que no contaba sus errores o sus horrores o sus penas y dolores y me comentó: “Para qué mijo, esos son los lastres que hacen daño, la risa es la salud. Recuerda que al final de cuentas el ciclo de la vida es que llegamos llorando y terminamos llorando, que de niños solamente cuenta o contaba lo bueno y la alegría de andar y de vivir, y al final, pues como los extremos se juntan, pues hay que hacer lo mismo para podernos ir en paz, como debe ser, sin andar jodiendo a nadie…”
Mi tío Claudio era un hombre que seguramente supo sortear en la vida muchos problemas, pero su característica, entre los hermanos de mi padre, era el que más reía y gozaba, siendo el mayor, fue el último que murió por esa alegría de vivir más de los noventa años. El doctor Gustavo Baz Prada siempre decía que no hay que hablar mal de nadie, menos cuando no se conoce la otra parte de la historia personal o de las circunstancias en que se dieron los hechos por los que algunos critican y odian, siempre reía y contaba las historias que vivió con la alegría de sus tiempos y circunstancias, hacía ejercicio y reflexionaba y leía e investigaba a sus muchos años con el interés de saber más para apoyar a más, hacia su servicio social por medio del Hospital de Jesús y parco en el comer, era voraz en el saber y siempre se mantuvo lucido y alegre, así partió al final de sus días.
Los tiempos son duros y lo son mucho más para los viejos y los jóvenes, unos, porque se les cierran todos los caminos y deben encontrar en su experiencia y sabiduría lo mejor para sobrevivir y cundo se tiene conciencia, pues logra el objetivo, los jóvenes la traen peor, no hay en muchos casos, esperanza de poder avanzar en sus proyectos, los ven cortados porque siempre los comparan con los tiempos anteriores donde las oportunidades y la menor competencia podía hacer viables más caminos, ahora no, terminan la universidad y no hay empleo o si lo tienen es muy mal pagado, si siguen estudiando solamente invierten tiempo y dinero y poco avanzan, porque los empleo son raros y escasos y mal pagados y así, ahora, también tienen esas distancias sostenidas por los medios de comunicación, ya no existen las relaciones personales, en las escuelas no hay contacto real y todo es por línea y sin sentimientos, nadie se ve a los ojos ni tiene mucho qué acariciar y las lejanía reales son lejanía espirituales que hacen a muchos solamente renegar de la vida y protestar sin sentido y cargar resentimientos, horrores y sufrimientos sin poder dejarlos a un lado o tener espacios para comentarlos realmente de persona a persona, ni siquiera con muchos de sus seres queridos, por eso, me explicaba un médico, aumenta la depresión y la tensión de tal suerte que no son poco los que en vez de tener pensamientos vivos, de alegría y esperanzadores de la vida, ahora tienen pensamientos suicidas y de resentimientos reales que les llevan a los odios y las frustraciones más graves de la vida. Muchos viejos piensan en el derecho a terminar su vida porque para muchos es mejor dejarla truncada y no permitir que se llegue a la muerte por el tiempo y la raya, no quieren estar en esa soledad que a veces aunque estén en familias sienten porque no hay comunicación y solamente se sienten una carga, por eso es vital que los amigos se junten y platiquen y dejen a un lado a los rencorosos y envidiosos, los quejumbrosos, los que contaminan las relaciones y se platiquen las cosas nuevas con los ojos viejos de la experiencia y de ver la realidad en los tiempos y circunstancias actuales y a lo mejor, seguramente, muchos podrán irse en paz, como “Dios manda”…
Es claro que los tiempos obligan a no tener reuniones y esto complica las cosas, pero es real que al final de cuentas no se puede estar sometido al encierro y el aislamiento porque nadie garantiza que eso espante o impida las contagios, así que si la vida es de riesgos tiene motivos para correrse más cuando son para la propia salud mental y espiritual de la gente que más lo necesita. Hoy, por los tiempos hay muchas cosas para conocer y comentar, dejar los viejos recuerdos malos y entrar a la vida real del momento, lo que cuenta al final de todo porque es lo que vamos tejiendo para dejar el nicho del cuerpo y pasar a los otros mundos de los que todos hablan y nadie conoce en la realidad, finalmente, es el ciclo de la vida lo que hace que todos tengamos un principio y un final y para ello tenemos que tener nuestra propia mortaja para partir al final, con buenos recuerdos y riendo de aquellos que siguen con sus odios y resentimientos como chacales lamiendo los huesos. Pues lo mejor es que ahora aprovechemos el juntarnos con los buenos amigos y seres queridos y hablar con el corazón en la mano para entender que la vida es para aprender a vivirla y saber gozar de sus momentos y actos a los que nos llevan los caminos y obligan las circunstancias.