A tres caídas: indignación electoral vs. capital internacional
Francisco Rodríguez martes 3, Nov 2020Índice político
Francisco Rodríguez
A estas horas en Estados Unidos el entusiasmo demócrata avanza al parecer incontenible: gruesas sumas de dinero en aportaciones de los votantes potenciales rebasan a los republicanos en los estados considerados sus tradicionales bastiones, largas filas de sufragantes que suman decenas de millones por correo, ventajas de once puntos en las encuestas, miedo a la represión y al autoritarismo de Donald Trump.
Amenazas de Trump que parecen y son reales para desconocer los resultados de una derrota, para lo cual utilizaría sus ejércitos de fanáticos white anglo-saxon protestants (wasp) en contra de las gruesas franjas de migrantes latinos y asiáticos, y las agrupaciones pro-derechos civiles.
Por el lado del Partido Republicano hoy en el poder, las constantes son las agresiones personales en campaña y en debates, el fundado temor del candidato del Grand Old Party a enfrentar a la justicia por violaciones fiscales, electorales y constitucionales desde el caso del asesinato de George Floyd, el espionaje extranjero y la intrusión en temas electorales desde las pasadas elecciones del año 2016.
Los demócratas tienen asegurada la mayoría de los votos electorales en el Colegio de segunda vuelta, llegando a la suma de 180 votos contra 270 que le darían la victoria definitiva, aún en estados que siempre han inclinado la balanza para la causa republicana. La vorágine acecha. La moneda está en el aire…
En manos de China el control de la deuda externa de EU
Donald Trump tiene dos armas no tan escondidas: el desconocer el resultado de la elección durante el interregno de dos meses y medio, que va del 4 de noviembre al 20 de enero y el factor de los miles de millones de dólares en oro de procedencia estadunidense depositados en las cuentas de los dirigentes chinos, maniobra auspiciada por el capital internacional judío y el Grupo Bilderberg.
Desde el autoatentado que destruyó las Torres Gemelas el 11 de septiembre del 2001, los republicanos en el poder aliados con J.P. Morgan, el emblemático consorcio, decidieron trasladar 3 mil 500 millones de dólares en barras de oro guardados en las bóvedas de los edificios neoyorquinos destruidos, a las cuentas del gobierno de Xi Jinping en las Bahamas.
Independientemente de todas las maniobras comprobadas para dejar en manos de los orientales el control de la impagable deuda externa estadunidense de treinta trillones de dólares, el envío incesante de miles de toneladas de oro de la Reserva Federal a la República Popular China ha causado una enorme sangría que pega por todos lados.
La siembra del SARS-Cov-2 en Wuhan, sería parte del plan
Las teorías de la conspiración vigentes apuntan que por órdenes directas de los capos David Rockefeller, Rothschild y Kissinger, lo mismo que de altos dirigentes del Grupo Bilderberg, Donald Trump y su operador Collin Powell, ex secretario de Defensa de George Bush, ejecutaron el plan de desfondar la Reserva americana y hacerse aliados incondicionales de los chinos. Era la jugada perfecta.
El plan habría contado con una fase culminante, cuando enviaron a la ciudad china de Wuhan, la capital católica del país oriental, el coronavirus producido en laboratorios aliados ingleses para sembrarlo allá, como si fuera de ese origen. Con todas las pruebas en su poder, los chinos no contestaron jamás la demanda hipócrita por 20 billones de dólares que los republicanos incoaron en cortes internacionales.
En el caso más probable de haberla ganado, China hubiera asestado un golpe demoledor a la economía estadounidense, que perdería el equivalente a todo un producto nacional bruto anual, más presupuesto incluido. Las indemnizaciones, gastos y costas del juicio hubieran dejado a los Estados Unidos en la miseria total.
Inexplicablemente, los chinos se abstuvieron de enfrascarse en un litigio que tenían ganado de antemano. Cosas de acuerdos secretos y de pactos en lo oscurito para reforzar el entendimiento de las dos potencias en la configuración de un nuevo orden mundial, donde China emergería como la potencia hegemónica.
La propuesta en vilo, por el repunte de las preferencias por Biden
Y eso, más la espada de Damocles de la justicia gringa que pende sobre la cabeza de Trump, hicieron el resto. Desafortunadamente para la causa de los republicanos y de los financieros internacionales el panorama electoral ha cambiado radicalmente, en favor de la causa demócrata, lo que tiene en vilo toda decisión que se tome.
Está en marcha la estrategia de movilizaciones de grupos radicales de derecha en favor del desconocimiento del resultado electoral. Abarca regiones y sectores duros de los wasp. Es una amenaza de ejecución inminente, que tiene intranquilos a los cuartos electorales de guerra de los demócratas. El interregno se vislumbra de difícil solución, a menos que la victoria fuera contundente, inapelable.
El mismo Trump ha causado graves daños a la causa republicana
En Estados Unidos se enfrentan, por primera vez en décadas, la indignación electoral contra los designios del capital financiero internacional. Del desembrollo depende la vida de millones de personas en el mundo.
El fantasma del desconocimiento electoral ha cundido en todos los países de talante despótico que entretienen a sus poblaciones con cajitas de sorpresas y promesas irrealizables, pensando que llegaron para quedarse. Una falsa ilusión sobre la evolución democrática en pleno siglo veintiuno.
Ha sido realmente inédito el fenómeno de la afiliación demócrata en el Colegio Electoral que al parecer estaba hipotecado a la causa republicana, desde aquél sucio fraude electoral que sufrió Al Gore en el juzgado de Tallahassee, a manos de la pandilla bélica de George Bush, en el año 2000.
Y aunque en el último debate por la presidencia, Donald Trump le bajó dos rayas a su tono agresivo y a los ataques personales, el empate que señalaban las encuestas posteriores no aporta nada en términos de la elección de este 3 de noviembre. El daño ha sido hecho a las causas republicanas. No hay nada qué hacer en ese terreno, las preferencias no se han movido.
Nuestros “caudillos” y el costo de querer ser fiel de la balanza
El gran proyecto del capital internacional para hacer de China la nueva potencia hegemónica mundial tendrá que esperar. La política estadunidense tiene que regresar a los cauces predecibles a los que los vecinos nos hemos acostumbrado.
Los “caudillos” de la zona latinoamericana tendrán que cargar con los costos de haber querido ser comparsas de una balanza electoral que jamás los llamó a filas. El próximo presidente de este país deberá estar consciente de esos errores mayúsculos que siempre conducen a mayores sumisiones.
Por el bien de todos, en ésta y en las ocasiones siguientes deberá triunfar la indignación popular sobre los designios financieros, y deberá volver a imperar la cordura y la sensatez, acompañadas del sólido fundamento de la intuición y la lógica política. Más nos vale.
¿No cree usted?
Índice Flamígero: Vale la pena recordar una vez más que para ganar las elecciones presidenciales en Estados Unidos, un candidato debe obtener suficientes estados para asegurar el voto de al menos 270 electores, independientemente de si gana o no el voto popular general del país. Por ejemplo, Trump perdió el voto popular nacional ante Hillary Clinton en 2016: obtuvo el 46,1 por ciento del total de votos (o 62,979,879 votos individuales) en comparación con el 48,2 por ciento de Clinton (o 65,844,954 votos individuales). Sin embargo, debido a que el apoyo de Trump se distribuyó de tal manera en todo el país que obtuvo más votos en el Colegio Electoral, éste ganó la Casa Blanca. Trump obtuvo 304 votos en el Colegio Electoral en comparación con los 232 de Clinton, y así ganó las elecciones.
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