La hora cero
Alberto Vieyra G. martes 3, Nov 2020De pe a pa
Alberto Vieyra G.
Durante la era de las 13 colonias que el 4 de julio de 1776 lograron su independencia de la Gran Bretaña para convertirse en Estados Unidos de América, cuando los ingleses tenían que elegir a sus nuevos gobernantes lo hacían en martes por ser el día en que por ley debían permanecer cerradas las cantinas y tabernas.
Desde entonces, no hay cantinas los martes en Estados Unidos y las elecciones se siguen celebrando en martes que nada tiene que ver con cuestiones maléficas por aquello de que “en martes ni te cases, ni te embarques”.
Las elecciones presidenciales de este martes 3 de noviembre de 2020 en EU son únicas en la historia electoral, pues anticipadamente, el candidato republicano, Donald Trump, la bestia trumpiana, habla de un fraude electoral, con lo cual pone en entredicho a las instituciones electorales norteamericanas y la lógica nos dice que el posible conflicto poselectoral podría ser resuelto por treceava ocasión en la historia por la Corte Suprema.
En Estados Unidos impera una democracia que resulta ser la más antidemocrática del mundo, pues se trata de una elección indirecta en la que los votantes no eligen en realidad al Presidente, sino a los 538 integrantes que conforman el antidemocrático Colegio Electoral que es el que realmente le da las llaves de la Casa Blanca al nuevo ungido y sólo bastará con acumular 270 delegados para convertirse en el nuevo presidente de Estados Unidos. En la hora cero, la moneda está en el aíre, pues el demócrata Joe Biden es ampliamente favorito en las encuestas, pero no en el antidemocrático Colegio Electoral donde está el meollo del asunto, toda vez que los padres fundadores de Estados Unidos idearon esa antidemocrática democracia para el absoluto predominio político de las grandes élites.
Cuando menos una docena presidentes han llegado a la Casa Blanca por la vía del fraude electoral o con asegunes sobre su triunfo electoral.
En 1824 ningún candidato obtuvo la mayoría absoluta de los votos del Colegio Electoral por lo que, en virtud de la Duodécima Enmienda constitucional, la decisión pasó a la Cámara de Representantes. Ésta otorgó la presidencia a John Quincy Adams, en detrimento del candidato que había ganado tanto el voto popular como el voto del colegio electoral: el demócrata Andrew Jackson.
En 1876, el total de votos electorales era de 369, por lo que era necesario obtener 185 para ganar. El candidato republicano, Rutherford B. Hayes, consiguió 4 millones 36 mil 298 votos populares y 185 votos electorales para ganar la presidencia. Su adversario, el demócrata Samuel J. Tilden ganó el voto popular con 4 millones 300 mil 590 votos, pero sólo alcanzó 184 votos electorales. Existen serias dudas acerca de la legitimidad del proceso electoral, que muchos consideran que fue un fraude masivo en favor del republicano Hayes.
En 1888, el total de votos electorales era de 401, por lo que era necesario obtener 201 votos para ganar. El candidato republicano, Benjamin Harrison, consiguió 5 millones 439 mil 853 votos populares y 233 votos electorales y se convirtió en presidente. Su adversario, el demócrata Grover Cleveland, se llevó el voto popular con 5 millones 540 mil 309 sufragios, pero sólo obtuvo 168 votos electorales. En este caso no existió la menor duda sobre la legitimidad de la victoria. Se asegura que el propio George Washington llegó a la Casa Blanca de manera ilegítima y como usted puede ver son los demócratas los que siempre reciben el vapuleo y lo aceptan.
En 2000, el demócrata, Al Gore, ganó, pero perdió ante el engañifas George W. Bush, hijo y el asunto se fue a la Corte.
En 2016, la demócrata, Hillary Clinton también ganó el voto popular con una diferencia de más de 2 millones, pero perdió en el antidemocrático Colegio Electoral y Donald Trump llegó a la Casa Blanca para dividir a los norteamericanos, un pueblo que gane quien gane hoy, quedará dividido y el que será el presidente número 46 de Estados Unidos tendrá que hilar muy fino para unir a ese pueblo dividido y enfrentado, tanto como el pueblo mexicano, merced a ya sabe quién.