Covid-19: era de esperarse
Armando Ríos Ruiz lunes 26, Oct 2020Perfil de México
Armando Ríos Ruiz
Si México hubiera contado con un mandatario prudente y con un subsecretario de Salud encargado de vigilar el comportamiento de la pandemia, dotado de inteligencia ya no suficiente; siquiera normal, conocedor y responsable, se hubiera concebido desde el principio, que lo natural era que un mal tan peligroso y que se había esparcido en todo el mundo, podía regresar, una vez que se considerara exterminado.
Fue al revés. Desde el principio, el Presidente alentó a la población a desdeñar el peligroso coronavirus, del cual inclusive se burló. Apareció en sus conferencias mañaneras con amuletos en la mano y con una figura santa, que servían para que la enfermedad no lo contagiara. Se negó, como hasta hoy, a usar el cubrebocas, para convencer a sus gobernados de que no sirve de nada.
No hubo la mínima precaución ni prevención. Aun cuando a la fecha no ha aparecido una cura y cuando los laboratorios encargados de fabricarla no han precisado cuándo estará al servicio del mundo. Todo lo contrario. Desde las más altas esferas políticas, los dueños del país han restado importancia al riesgoso mal y se han negado a suministrar un alivio a los reales servidores públicos: a los que diariamente se esfuerzan por mantener la economía en movimiento.
Ahora, estamos frente a un México que pronto comenzará a acusar el efecto devastador de sus desatinos, tanto en su economía, que producirá cambios radicales en el comportamiento de la gente, como la acentuación del delito, que de por sí no se combate. Como la mendicidad y otros de igual catadura.
Llegamos al escenario que el mediocre López-Gatell consideró catastrófico, porque jamás creyó que alcanzaríamos la cifra de 60 mil muertos, aparentemente muy lejana. Vamos para más. Ya estamos cerca de los 100 mil y la pérdida de vidas se aprecia imparable. Esas son las cifras oficiales.
A muchos los envían a morir a sus casas. Las cuentas reales no se dan a conocer. Enorme cantidad de contaminados muere diariamente por neumonía, de acuerdo con el dictamen del gobierno. Así no entran en el conteo. Personalmente conocí a muchos que dejaron de vivir porque la enfermedad china los mató. Los hospitales no cuentan con los elementos mínimos para medio controlar el mal.
Ya se habla de rebrote, no sólo aquí, sino en otros lugares del mundo, en donde las autoridades están preparadas con antelación, para continuar con las medidas preventivas que, aunque duras de acatar, tendrán que ser obedecidas. Lejos estamos de parecernos a países como Alemania, en donde sus mandatarios muestran una preocupación evidente.
¡Imagínense! Nuestro Presidente dijo que lo que más le importa es que se reduzca el número de fallecimientos por la pandemia y que estamos preparados para su retorno porque contamos con el apoyo de los médicos. En primer lugar, no hay tal rebrote, porque jamás se ha menguado un ápice. Al revés: cada día que pasa aumenta el número de víctimas. En segundo, los héroes anónimos, los facultativos, ahí están, pero no cuentan con lo estrictamente necesario para salvar vidas.
Ni siquiera son capaces de salvar las suyas. Se sabe que México tiene, como siempre, el honroso primer lugar en el mundo, en muerte de galenos dedicados a atender a los enfermos de virus corona, que exponen sus vidas con pleno conocimiento de que se contaminarán y de que se irán para siempre.
Dijo en una conferencia que el número de muertos ha disminuido. No se necesita tener informes oficiales al respecto. A simple vista se nota que no es verdad. Ahí están los números, que crecen y crecen. ¿Para qué engañar ante lo que es tan claro? Lo bueno es que hay un amplio sector de mexicanos que se tiraría de un precipicio, si el mandatario se lo pide. Ese que tiene menos de 80 de coeficiente.
No hay aún de qué alarmarse, manifestó. No obstante, se habla de volver a los semáforos en rojo. Mientras, el subsecretario de salud no atina a explicar el estado real de la situación, porque lo que menos quiere es contradecir a su jefe.