Sin duda, a la dictadura
Armando Ríos Ruiz miércoles 14, Oct 2020Perfil de México
Armando Ríos Ruiz
Desde que inició este sexenio, hace casi dos años, comenzaron a escucharse voces que alertaban de una administración que conduciría a la dictadura. Desde mucho antes hubo señales, en las declaraciones sin recato de Yeidckol Polevnsky y de Gerardo Fernández Noroña, de su participación en el Foro de Sao Paulo y de las intenciones de Morena en el poder.
El mencionado foro fue fundado en Brasil en 1990, con partidos de izquierda de América Latina y forman parte del mismo, el Partido Socialista de Cuba, el Partido Socialista Unido de Venezuela, fundado por Hugo Chávez, el PRD, el PT y Morena, de México.
Polevnsky y Fernández Noroña se ufanaron de haber asistido a la reunión anual que se celebró en Cuba en 2018. El segundo, inclusive participó como orador con una temeridad tal, que denunció los propósitos de Morena, una vez echada a andar la maquinaria gubernamental. Su discurso prendió los focos rojos en México y el sentido de alerta de muchos ciudadanos.
Dijo que los mexicanos habían puesto en sus manos casi dos tercios de las cámaras de Senadores y Diputados y eso les daba manga ancha para hacer las reformas constitucionales que quisieran. También habló de la posibilidad de utilizar la expropiación como instrumento para recuperar puertos, carreteras, playas, petróleo, agua, ferrocarriles, aeropuertos, cuando acabaran con las reformas neoliberales.
Su euforia lo llevó a delatar lo que seguramente escuchó en reuniones con el actual Presidente y con otros miembros del partido recién formado, que obtuvo el triunfo en 2018, más que nada, gracias al hartazgo provocado por el presidente más corrupto de que hayamos tenido memoria. Más de 30 millones de mexicanos creyeron en el rayo de esperanza que ofrecía el paraíso.
Hasta hoy -lo he dicho innumerables veces-, casi no hay día que desde la tribuna mañanera de Palacio Nacional, no se den noticias aburridas e incómodas, tanto, que ya hasta el mismo anunciador resulta desagradable a la vista y su voz insoportable al oído.
Se ha convertido en una copia nada prístina, comparada con las conductas asumidas por Hugo Chávez, cuyo autoritarismo no conoció límites. Creó una Guardia Nacional, polarizó a la sociedad venezolana, pregonó las bondades de la pobreza, reformó a su gusto la constitución, estaba convencido de que no había sido elegido para hacer un buen gobierno, sino para cambiar la historia, aunque hay innumerables similitudes más.
El mexicano ha empoderado a las fuerzas armadas con trabajos para los que no están entrenadas, pero que dejan mucho dinero. Los corrompe para tenerlos a sus pies. Hay quien grita desesperado ¿qué vamos a hacer con este hombre que ha aglutinado tanto poder, con la complacencia de sus seguidores?
¿A quién le gustó la última hazaña del Congreso? ¿La desaparición de 109 fideicomisos, algunos de suma importancia para el desarrollo del país, como el de investigación científica y el Fonden, por ejemplo? Siempre se esgrime el mismo pretexto: “para acabar con la corrupción”, se ha dicho y se ha querido justificar que ahora, los recursos en caso de alguna catástrofe, se entregarán sin intermediarios.
El combate a la corrupción no es más que una bandera que gusta a sus simpatizantes. Este gobierno está tan podrido como cualquiera otro. Inclusive como los que vivieron los mismos presidentes a los que quiere enjuiciar como si se tratara del circo romano: para deleite de la muchedumbre ansiosa de ver la sangre de los neoliberales que señala el dedito del emperador.
Ha abierto tantos frentes con la repetición de que se someterá a la revocación de mandato, seguro de que volverá a resultar triunfante. Mientras llega ese día, continúa con su labor destructiva sin parar un momento. A cada rato agrega una nueva espina al camino que lleva sin duda, a la dictadura.