La partida del Presidente
Armando Ríos Ruiz viernes 2, Oct 2020Perfil de México
Armando Ríos Ruiz
El Presidente prometió hace un par de días, que si se reúnen en una protesta en su contra 100 mil personas y pierde apoyo en las encuestas, renunciará al cargo sin esperar la revocación de mandato y se irá a su rancho de Palenque, Chiapas.
Ofrece una disyuntiva que lo salvaría en todo caso, de reunirse el número de manifestantes en contra: las encuestas.
Sabemos de sobra que los encuestadores están a la orden del que paga. Por eso, las que él mismo manda hacer le dicen que tiene 70 por ciento o más de aceptación, que sirven para presumir a sus simpatizantes de su fortaleza y para mantenerlos con la boca abierta de asombro. Estos suelen creer a ciegas. Excepcionalmente raros los que piensan.
Además, no existe una empresa de éstas, digna de confianza. Todas, sin excepción, obedecen prestas al pago. Las que no están contratadas se atreven a decir verdades a medias y apuntan a la baja, para obligar a ser empleadas. Es un juego bien manejado que obliga al necesitado a obtener estos servicios.
Los que están en su contra, inmediatamente reaccionaron a la oferta y comenzaron a animar a los que piensan igual, para juntar cuanto antes a esos 100 mil. No es tarea fácil, pero tampoco imposible. Mucha gente desea con vehemencia incorporarse a las protestas, pero muchas veces no puede porque se encuentra en la provincia y el traslado no es fácil por muchas de razones.
Quienes desean su renuncia sin participar abiertamente, sospechan que se trata de un embuste más, en la interminable cadena de mentiras. Se trata de un mentiroso compulsivo en quien no confían por nada. Dicen. Hace muchos años le preguntaron si participaría como candidato en una de tantas contiendas presidenciales y dijo, no en una, sino en varias ocasiones: “a mí que me den por muerto”.
Meses después se encontraba en campaña y recorría todos los puntos del país, desde entonces con todas las promesas que ahora no se ha atrevido a cumplir, para después denunciar que perdió debido a un fraude.
Lo que dijo hace unos días en Veracruz, revela su verdadera intención en el asunto de su anunciada renuncia: “somos perseverantes, tercos, necios en el buen sentido de la palabra, por eso, que se preparen los conservadores, que se preparen nuestros opositores, porque no vamos a dar tregua”. No podemos olvidar que para él, la necedad es una virtud.
Los libros de historia han dejado ver que Pascual Ortiz Rubio había sido el peor Presidente de México. Los políticos de su época no se explicaban por qué Plutarco Elías Calles había decidido imponerlo. “El Nopalito”, le decían, por baboso. Después de una andanada interminable de críticas renunció a la presidencia, dos años antes de concluir su mandato.
Luego apareció en el escenario político el sustituto de don Pascual. Enrique Peña Nieto, el evidentemente falto de luces intelectuales y además, dotado de un altísimo contenido del más puro hálito de corrupción hasta en sus huesos. Se erigió como campeón absoluto para ensombrecer las páginas de nuestro devenir.
Pero en todo, siempre hay alguien que supera al mejor, como sucede en los deportes, en donde siempre se rompen récords mundiales. Cuando se creía que ya no era posible ver nada más, apareció un nuevo personaje que ha sido capaz de descomponerlo todo en un gran país como México y en un tiempo sorprendentemente corto.
En sólo dos años logró dividir al país en dos bandos. Alentó la inseguridad, acabó con la economía, avivó la intranquilidad en aras de comprar los apoyos más caros de la historia, arrinconó a los mexicanos en la desesperanza, mintió en todas las promesas de campaña, alentó a los criminales a adueñarse del territorio nacional. Es larga la lista de motivos. ¿Quién es capaz de creer en el anuncio de su partida? Seguramente ni los de FRENAAA.