Todo cambia, a pesar de todo
¬ Sócrates A. Campos Lemus lunes 28, Sep 2020¡Que conste,.. son reflexiones!
Sócrates A. Campos Lemus
¿POR QUÉ CAMBIAN LAS HOJAS DE COLOR EN EL OTOÑO? A LO MEJOR PORQUE SE ACERCAN LOS FRÍOS DEL INVIERNO Y SALEN LAS PENAS EN LOS CANTOS Y SE REALIZAN FIESTAS CON CANCIONCILLAS QUE NADIE CREE Y CON REGALOS QUE NADIE SIENTE.
DICEN QUE MI SIGNO ZODIACAL ES DE TIERRA y que por tales razones me encanta el sol y la luz, pero en realidad los amé cuando estuve en la cárcel, porque en El otoño de la Revolución, un pequeño libro que escribí mucho después me sorprendía cuando sentía ese frío de tumba y de cárcel.
En los pueblos Zacualtipán y Tianguistengo, donde nacieron nuestros padres, en la sierra de Hidalgo y los límites de la huasteca se dejan sentir por estas épocas las neblinas y las tristezas invaden las calles y los focos se ven perdidos y entre tinieblas, la humedad penetra fuerte, a lo mejor por esa razón mi tía Georgina sufría de artritis y dolores de huesos y siempre le gustaron los bailes y el mambo y el chachachá y la Coca-Cola que tomaba a cada rato y el verde como favorito y las flores en sus vestidos y su risa y alegría superaban los malestares y las tristezas, le encantaba el pan con café y los tamales de shala, que siguen siendo los preferidos de mi hermano Ariel y también míos. Esa humedad no deja jamás de estar presente se prende en las cobijas de las casas, se siente en el caer de gotas por los tejados y en las esquinas de los jardines se notan los pastitos verdes que sirven para adornar los nacimientos en la Navidad.
Esos tiempos de vacaciones eran buenos, pero el frío me mataba como me mata hoy en día, no me gusta el frío y no lo soporto mucho, me duele el cuerpo y los huesos y me recuerdan que voy volando a la vejez y eso, pues, duele porque en la neta me gusta mucho la vida, el sol y las flores y las plantas y los animales y las alegrías, no estoy hecho para las tristezas, no es lo mío.
En los tiempos malos, donde la gente sufre es cuando más se necesita el sol y las flores y los colores y los cantos, por esas y otras muchas razones me encanta Oaxaca, no todos sus días son fríos, tiene el calor y la alegría permanente de los bailes y las plantas, la magia y eso me recuerda mucho a la huasteca con esas historias que calan el alma y las huapangueadas y las risotadas de su gente alegre y soñadora, jamás se cansan de lo bueno porque no les gusta lo regular, aman la abundancia de la tierra y la llevan en el corazón, así pasa y sucede en muchas regiones de Oaxaca. En las sierras es la nostalgia y los vientos y los sones dulces y nostálgicos que recuerdan que el Dios nunca muere y que cuando andan lejos se sientan a llorar y recuerdan los tamales y el támala con frijol y el frijolón y las tostadas y las tortillas de mano y la tlayudas con asiento y todos esos manjares que nos sorprenden cada vez que salimos por ahí a conocer nuevos sitios de buena comida y no se sabe ya donde ir porque todos son tan buenos que no se puede discutir más que con un buen mezcal “Coyote” que me encanta en la mano con sal de gusanito de maguey y chapulines y quesadillas de quesillo y chiles de agua y esos moles geniales que nos hacen recordar el origen de esta tierra en su magia y su color para toda la vida.
Mi hermano, como mi padre, es muy antojadizo, a lo mejor tienen toda la razón, no hay nada mejor en la vida que el amor, la canción, el “trago” y la buena comida. Hace un buen tiempo que no le envío chapulines para sus extraños guisos en donde los combina y él sabe mucho de eso porque sabe cocinar y le encanta lo que hace, es como cuando diseña las casas en la arquitectura que llevarán por años las vidas de nosotros, las vive, vive el terreno y el campo y la luz y el viento y las estaciones y le da ese toque singular a lo que hace, él me diseño y construyó la casa donde vivimos ahora y la disfruto mucho y le doy gracias a la vida por ese acto de cariño con la que nos la construyó.
Lo recuerdo cuando estudiaba arquitectura y salía corriendo a las famosas prácticas, donde sin previo aviso eran llamados a las “repentinas” a los diseños en la escuela y el taller y llevaba sus hojas y escuadras y regla de cálculo y la regla T y de cómo llegaba con los ojos rojos de la desvelada, era un gran estudiante, buen dibujante, le gustaba hacer muchos dibujos y era un buen joven, serio y atento y la vida, pues lo ha premiado con una gran mujer y dos bellos y estupendos hijos y vive en Tequisquiapan, Querétaro. Allá se refugió y le gustó también el viento frío y el tiempo cambiante y el buen vino y el buen queso y la estupenda barbacoa que a escondidas come de vez en cuando que puede escapar al ojo vigilante de la familia que le ordena una “buena alimentación,” pero yo me digo que no hay nada mejor que la buena barbacoa con un buen consomé sí es la delicia y se hace agua la boca…
A él, a veces no siempre le gusta lo que escribo, no somos afectos a “darnos bola” ni somos de iguales pensamientos cada uno tiene su forma de ser y de entender la vida de acuerdo a sus propias experiencias y le gusta que de pronto comente sobre los viejos tiempos y hable de los tíos y los parientes y mi padre y madre, en sus tiempos y circunstancias, y esto es bueno para los dos, nos llenan los recuerdos y nos llevan nuevamente a los caminos que nos gustan y gustaban y que ahora no podemos recorrer porque los años nos lo impiden, por eso Dios nos ha dotado del recuerdo, el bueno y el malo, el sencillo y alegre y el llorador, el que nos saca la nostalgia y la tristeza de lo que tuvimos y ya no, pero por eso es bueno que se vayan saliendo y no se acogoten en el ánimo de la tristeza, pues dicen que es bueno el llorar porque lubricamos el ojo y refrescamos el alma y el corazón. Otros días vendrán platicando otras almas que nos lleguen a mover las hojas que cambian de color en el otoño y en el invierno y las renuevan en la primavera, por eso amamos los cambios, porque nada es igual a pesar de todo.