Se derrumba el ídolo
Armando Ríos Ruiz lunes 21, Sep 2020Perfil de México
Armando Ríos Ruiz
Al común de la gente le cuesta trabajo identificar a los pillos. ¿Por qué es engañada fácilmente? ¿De quiénes escucha cuentos de que saldrán de apuros de manera fácil y lo cree sin más ni más, porque el que lo dice le hace confiar en que es un semidiós, o un superdotado?
¿Por qué los humanos creen con facilidad que existen seres capaces de cambiar sus vidas con el hecho de prometerles todo, para llegar a puestos políticos ambiciosos y luego continúan inmersos en esa idea, que dura hasta el último día en que quien prometió permanece en el cargo?
Últimamente, los delincuentes en los reclusorios han ideado la manera de esquilmar a incautos, con cuentos de sorteos millonarios que realizan empresas, que dan a ganar mucho dinero y lujosos automotores, por el hecho de tener un teléfono celular.
El aparato es objeto de un premio sin comprar un boleto para el sorteo. El dueño lo cree, por más preparación que haya obtenido en la universidad. Le piden un número de tarjeta de abono a teléfono móvil y se apresuran a comprarla para insertarlo en donde le indican. El premio no llega.
En el terreno político, siempre han existido los que igualmente, engañan con promesas para arribar a los cargos que pretenden, que a la hora de la hora no cumplen. A pesar de lo repetitiva que es esta esta estrategia, la gente no deja de confiar, con la esperanza de que otro sí cumpla.
La historia se repite, como señaló Nietzsche, de manera interminable, como “El cuento de nunca acabar”. Esto quiere decir que el hombre es proclive a creer, cuando le infunden una esperanza. Principalmente cuando ésta habla de que su vida mejorará indiscutiblemente: La esperanza muere al último. Dicen.
Los incautos abundan y en política se forjan afectos que se convierten en fanatismo. Si el líder alimenta esperanzas, engendra ilusión y fe. El afectado es inclusive capaz de jugarse la vida por el político en quien cree. El que confía es regularmente carente de dones intelectuales. Por eso no es fácil convencerlo de su error.
¿Quién de los que realmente creen en nuestro Presidente -no los simpatizantes por interés, por frustración, por mera ignorancia- tiene capacidad para investigar, para razonar o simplemente para pensar en que se trata de un hombre que aprendió a embaucar y convencer a cierta clase, de que es el mejor político que un ser humano haya conocido?
Hoy, poco a poco se ha descubierto su modus operandi para vivir durante muchos años sin trabajar. Sin hacer absolutamente nada. Sus investigadores afirman que ha cobrado miles de millones de pesos, luego de ocupar un espacio con sus seguidores, a cambio de abandonarlo.
El ser humano es suspicaz. Si alguien tiene una vida sin problemas, a pesar de no “dar golpe” y además sin poseer una herencia, se pregunta inmediatamente: ¿de qué vive? Las preguntas aquí y allá tienen que menudear forzosamente y luego, las respuestas se presentan tarde o temprano.
Me contaba un investigador de siniestros para una empresa de seguros: “siempre, hasta en el desierto, hay quien cuente del accidente. Siempre alguien vio cómo ocurrió.” En todos los casos es lo mismo.
“Buscad y encontrareis”, según San Mateo. Quienes no se explican cómo puede sobrevivir alguien sin trabajar, investigan y llegan a verdades insospechadas. Quienes creen por creer, serán víctimas de su excesiva confianza, de su dejadez, de su falta de inteligencia o de su ignorancia.
No hay enemigo pequeño. Dicen. Hay quien se ha metido en la vida del Presidente, provocado por éste mismo. Porque, a pesar de pregonar que respeta a los comunicadores, ha pedido sus cabezas a las empresas en las que prestaban sus servicios. Pero no permanecieron inmóviles. Continuaron inmersos en la investigación y llegaron a conclusiones que comprometen al investigado.