Pandemia de 200 días
Ramón Zurita Sahagún miércoles 9, Sep 2020De frente y de perfil
Ramón Zurita Sahagún
Han transcurrido casi doscientos días desde que la pandemia nos aisló y nos enseñó un nuevo estilo de vida, mostrándonos otras formas de trabajo, convivencia y de respeto hacia los semejantes.
Trabajar desde casa, convivir con la familia, buscar otras opciones y, principalmente, evitar el contagio por el virus de Covid-19, fue necesario, implementando la sana distancia, adoptando las medidas que pretenden mantener la buena salud y, sobretodo, no caer en desánimo, depresiones ni dejarnos vencer por el miedo.
Los primeros días fueron angustiantes, aunque contábamos con alguna información sobre lo que sucedía en naciones de Asia y Europa, las mismas hablaban de cientos y hasta miles de muertes y se desconocía el origen del virus, por lo que los más conservadores decidieron atender la recomendación de mantenerse en casa y salir solamente lo necesario. Otros más desestimaron el llamado gubernamental y hubo quienes, hasta la fecha, catalogan la pandemia como una vil farsa del capitalismo.
Todo eso propició que el gobierno fuese cambiando la estrategia y trasladando las fechas consideradas claves para el control de la pandemia.
Primero, dijeron que no era tan riesgosa y algunos empresarios como Ricardo Salinas emitieron mensajes de que en realidad no era tan peligrosa y conminaron a sus empleados a seguir trabajando, con el grave riesgo del contagio.
Los días de marzo corrían y no se advertía la estrategia del gobierno federal para decretar medidas que frenaran los contagios que comenzaban a darse no de la manera en que ocurrían en otros continentes y países, por lo que nuevamente se desestimó la gravedad del tema.
Para fines de marzo y principios de abril se dieron las alertas del crecimiento de los fallecidos, se prendieron las alarmas, se decidió el cierre de cines, restaurantes, teatros, gimnasios, clubes y se procedió a un nuevo llamado a la ciudadanía para evitar frecuentar sitios públicos y salir solamente que fuese necesario.
Para entonces, a nivel nacional, se había decidido el cierre de los sitios turísticos, especialmente los de playa y los más visitados por los turistas que ya se habían ausentado del país.
Fue entonces que se descubrió que los sitios de mayor contagio en la capital del país venían siendo el transporte público y la Central de Abastos, decidiendo sanitizar esos y otros lugares.
Dentro de esta fiebre de las primeras semanas de la pandemia, el gobierno se encontraba sin las herramientas necesarias para combatirla. Hacían falta ventiladores, respiradores, equipo médico y hasta cubrebocas, por lo que hubo de recurrirse a las compras de pánico, destacando las que algunos mercaderes del dolor ajeno y de las desgracias, decidieron actuar y buscar los contactos necesarios para proporcionar los equipos que se requerían a precios exorbitantes.
El mercado de los cubrebocas se saturó, alcanzado precios que espantaban a los requirentes del producto y saltó por ahí un “vivales” hijo de un político de no gratos recuerdos que incursionó en la venta de esos insumos con un precio elevado, lo que le mereció más tarde una sanción de parte del gobierno federal, en el que trabaja su padre.
Los mercaderes del dolor ajeno hicieron su agosto, aunque no pudieron expandirse, ya que el gobierno logró conseguir en el extranjero esos mismos productos que en México se ofertaban al doble y triple de su valor normal.
Desde el gobierno federal se pusieron metas, considerado que las fechas más peligrosas serían las dos primeras del mes de mayo y después de ello, vendría el descenso, según sus decires se aplanaría la curva y en junio posiblemente estaríamos con el mal recuerdo de la emergencia, pero a salvo.
No sucedió así y desde junio, se decidió experimentar con el semáforo, mediante el que cada estado determinaría ir abriendo los espacios necesarios para evitar mayores daños económicos. El desempleo reinaba en todo el país, los empresarios e industriales exigían la reapertura de los mercados y el gobierno seguía sin encontrar el urgente descenso de los contagios.
Casi doscientos días después del primer caso de contagio, las urgencias siguen siendo las mismas y el camino se ve sumamente arduo para encontrar el aplanamiento o el descenso de la mortandad que llega casi a los 70 mil fallecidos.
Veremos hasta cuándo será.