Mutantes
Opinión martes 8, Sep 2020Filosofía Millennial
H. R. Aquino Cruz
- Por fin llega a las salas de cine la adaptación de The New Mutants o Los Nuevos “Mutantes”, una película de presupuesto moderado, incomparable con los grandes blockbusters de los últimos años y que buscaba poner un primer peldaño en una estructura mayor que, hoy sabemos, no se desarrollará más
Veinte años de películas basadas en los X-Men desarrolladas por la extinta 20th Century Fox llegan a su fin con una cinta que prometía dar el primer paso de una nueva trilogía que buscaría añadir elementos de horror y terror al mundo del cine de superhéroes y, quizá, una nueva vida a un producto que se visitó, revisitó y exprimió desde el año 2000 con X-Men de Bryan Singer.
Así, tras un camino entorpecido desde 2018, cruzado por la compra de Fox por parte de Disney y entremetida en un mundo cinematográfico de películas que perecería con esta misma acción; por fin llega a las salas de cine la adaptación de The New Mutants o Los Nuevos Mutantes.
Una película de presupuesto moderado, incomparable con los grandes blockbusters de los últimos años y que buscaba poner un primer peldaño en una estructura mayor que, hoy sabemos, no se desarrollará más. Una película que recoge bien las bases temáticas y tópicas de los X-Men como series de comics y como saga y que busca, con toda evidencia, legarlas a una nueva generación mucho más cercana a las edades de sus personajes principales.
Entretenida. Un buen recordatorio de la experiencia única en la que nos sumergen ciertos sonidos, efectos especiales y desafíos técnicos. Que integra con pertinencia y sutileza algunos elementos de tensión horrorífica y terrorífica. De narrativa sencilla, clara, anunciadora. De solución adecuada, esperada y evidentemente premonitoria de las futuras secuelas que esperaba tener.
Con el gran destello de Anya Taylor-Joy (The Witch, Split, Glass, Emma) como una iteración adolescente, irreverente, desenfadada y profundamente herida de Illyana Rasputin (Magik) que logra comprometer a la audiencia con una historia de origen que sirve de analogía (casi explícita) del abuso infantil. Cautivadora con la intriga abierta de “su mundo” y su fiel compañero Lockheed. Simplemente llamativa por la buena ejecución de la actriz que le da vida y el adecuado diseño que acompaña a su personaje.
Sostenida suficientemente con la Danielle Moonstar (Psyche, después Mirage) de Blu Hunt que recoge bien la ascendencia nativo-estadounidense del personaje de las historietas para volcarlo en la trama central de la cinta y que empata con los orígenes étnicos de su joven intérprete.
Complementadas por una discreta interpretación de Maisie Williams (Game Of Thrones) como Rahne Sinclair (Wolfsbane), una convencional interpretación de Roberto da Costa (Sunspot) por Henry Zaga y el principio de un personaje que sería interesante haber visto desarrollarse con el Samuel Guthrie (Cannonball) de Charlie Heaton (Stranger Things).
En resumen, poco más que un buen intento por renovar las sólidas bases temáticas de uno de los productos mejor conocidos de Marvel Comics: el paralelismo entre los X-Men, los grupos minoritarios de la sociedad, la diversidad y, por supuesto, el despertar interno que sobreviene con la adolescencia. Aspectos todos que se dan cita en este joven grupo de mutantes en modos puntuales.
De este modo, en New Mutants asistimos a una historia que se extiende hacia la diversidad con personajes provenientes de orígenes que no solemos ver en las películas estadounidenses (nativos-estadounidenses, latinoamericanos). Asistimos a profundas historias de dolor y conflictos de identidad (abuso infantil, la tensión entre las convicciones religiosas y “lo que se es”). Asisitimos a una historia del despertar sexual (con una historia de amor LGBTQ+ explorada sin estridencias ni sensacionalismos; vertida en su naturalidad).
Una historia bien afianzada en las convicciones radicales que los X-Men han personifcado ya por casi sesenta años en los cómics; por veinte en los films de Fox. Afianzada en la alegoría de la autoaceptación y el impacto de la transformación que nacen en la turbulenta etapa de la adolescencia y que, en mayor o menor medida, extiende sus ramas a los múltiples momentos de la adultez.
El discurso reiterado de los “mutantes” que tienen que enfrentarse a un mundo que los ve como amenazas, como impredecibles, como peligrosos, como pervertidores de los sacrosantos valores de la sociedad. O bien, que los utiliza como monedas de cambio en empresas personales, ideológicas o pretensiones de poder y dominación (política y mercadológica, si tradujeramos los términos de esa ficción a los de nuestra realidad).
El discurso reiterado de los X-Men de que existe algún lugar al que perteneces a pesar de ser diferente. A pesar de tu aspecto. A pesar de tu contexto. A pesar de tu pasado. A pesar de tu dolor. A pesar de tu amor. A pesar de tu “diferencia”. El discurso reiterado de que existe un espacio en el que no sólo está bien ser “mutante”, sino en el que es incluso necesario saber serlo para salvar al mundo.
Saber entenderse en las propias variaciones. Saber entenderse en las propias condiciones adversas. Saber apropiarse de las habilidades que se es para ponerlas al servicio de los demás. Aún de aquellos que no las encuentran valiosas. Aún de aquellos que se erigen detractores y opositores de ellas. En una expresión, saber aceptar las propias “mutaciones”. Saber aceptarse a uno mismo.
Convertir la autoafirmación no en deseo de dominación o aniquilación (como sí lo hacen algunos mutantes), sino convertir la autoafirmación en una autoafirmación ética. Una autoafirmación que es, más bien, autoaceptación. Autoaceptación transoformadora. Autoaceptación salvadora. Autoaceptación que te salva a ti, mutante. Autoaceptación que salva a los demás, independientemente de las diferencias, los afectos y las opiniones.
Si algo se han encargado de enfatizar los X-Men durante su existencia es, precisamente, la fuerza de la diferencia y, en específico, la fuerza que constituyen las distintas maneras de ser diferente cuando se unen bajo un mismo objetivo positivo. Objetivo que, en sus arcos narrativos, lo mismo los enfrenta a su sociedad, a otros mutantes (Magneto o Sabertooth, por ejemplo), a los propios familiares o a uno de los suyos (Phoenix).
Por el momento, para el mundo del cine, no sabemos aún lo que depara el futuro para los X-Men en manos de Disney y como parte del Universo Cinematográfico de Marvel. ¿Será mejor?¿Será peor? Ya lo veremos. De lo que sí podemos estar seguros, empero, es de que nos seguirán hablando de la unidad, la diversidad, el autodescumbrimiento y la autoaceptación. Nos seguirán volteando la mirada hacia los “mutantes” de nuestra realidad y nos seguirán haciendo la pregunta por todo aquello que busca sesgarlos, “corregirlos”, “cambiarlos”, “impedirlos”; asimilarlos.
Y con ello, nos seguirán recordando que siempre habrá un lugar en el que las “mutaciones” (la diversidad, las diferencias, los orígenes distintos, los pasados adversos, etcétera) cobran sentido. Un lugar en el que los “mutantes” son parte de las múltiples variables que conforman una sociedad funcional y armónica. Un lugar que no es físico. Un lugar que es, más bien, una actitud. El lugar que se forma cuando un grupo de seres conscientes de sus diferencias deciden sobrepasarlas y conjugarlas para volcarse unidos hacia el propósito del bien común.
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