17 años
Ramón Zurita Sahagún miércoles 23, Mar 2011De frente y de perfil
Ramón Zurita Sahagún
17 años (23 de marzo de 1994) han transcurridos desde el asesinato de Luis Donaldo Colosio Murrieta y las dudas persisten, sobre los motivos que llevaron a su sacrificio.
Es cierto que el asesino material se encuentra preso (Mario Aburto), pero también lo es que nunca quedó claro el fondo que provocó la tragedia.
De lo que nadie tiene duda es del cambio tan radical que provocó en la vida de un país el crimen del entonces candidato priísta a la Presidencia de la República.
Su crimen fue un parteaguas que derivó en que el partido tricolor perdiera la Presidencia de la República seis años después.
El PRI puede hablar de un antes de Colosio y un después de Colosio.
La muerte del sonorense generó molestia, incredulidad, dudas, temores, rebeldías y el hubiera se convirtió en una constante.
Muchos dedos señalaron a supuestos responsables, crearon tramas, fomentaron suspicacias, sembraron cuchicheos, establecieron hipótesis, sin que las versiones difundidas fueran aceptadas por una población sumamente receptiva, pero escéptica.
17 años después del asesinato del priísta se le sigue recordando como parte de la liturgia política, pero cada vez son menos los que saben quién fue el político sonorense.
Hay mucho de mito y de leyenda en la historia difundida.
Luis Donaldo Colosio fue un político un poco más allá del promedio, con limitaciones, pero con algo de lo que carecen la mayoría de ellos, cierto carisma que le permitía mantenerse en contacto con la realidad, sin alejarse de ella como sucede con la mayor parte de quienes se ostentan como tales.
Realizó una carrera vertiginosa que le llevó a ser diputado federal, coordinador de una campaña presidencial, senador, presidente de su partido y secretario del gabinete presidencial, antes de ser candidato presidencial. Todo en nueve años.
Poseedor de una estrella relumbrante supo estar presente en el momento de las grandes decisiones, varias de las cuales recayeron en él.
De esa forma, en un mismo sexenio pasó de ser senador a dirigente nacional de su partido, a secretario de Desarrollo Social y candidato presidencial.
Supo granjearse las simpatías del gran elector de entonces (el Presidente de la República) y en su paso por la Cámara de Diputados y el Senado de la República estableció nexos con políticos de distintas tendencias, especialmente de la izquierda, a los que convenció de las bondades de su proyecto.
Ex diputados federales de la izquierda como Jorge Alcocer, Pablo Pascual Moncayo, Eduardo Valle y ex militantes del Partido Comunista como José Woldenberg, Rodolfo Echeverría y otros más, simpatizaban con la candidatura presidencial de Colosio, algunos en forma abierta, otros aportando ideas.
Colosio Murrieta era un personaje político digno representante de los hombres del norte. Echado para adelante, comprometido, serio, discreto, con poco sentido del humor y con la gran virtud de sonrojarse todavía ante las injusticias, la miseria y los problemas que desconocía.
Era receptivo, sabía escuchar y traía ideas y proyectos propios, algunos diseñados por su equipo de colaboradores surgidos de su iniciativa.
Mencionábamos que era un personaje promedio, el que como ciudadano normal vivía las vicisitudes de la actualidad y como tal, Luis Donaldo, se casó hasta en tres ocasiones.
Gustaba de la bohemia, le gustaba la poesía, la lectura y buscaba el contacto directo con la gente, sin las grandes protecciones de los cuerpos de seguridad, lo que fue, tal vez, su sentencia de muerte.
Antes del crimen de Colosio Murrieta, la seguridad de los políticos era, hasta cierto punto, discreta. Quienes hacían gala de ella eran los dirigentes sindicales y políticos señalados como presuntos corruptos.
Con todo y que bajo la presidencia del PRI de Colosio se perdió el primer gobierno estatal (Baja California) y se originaron los conflictos poselectorales de Guanajuato, Michoacán y San Luis Potosí que dieron paso a la entrega de otro gobierno estatal el de Guanajuato, las cosas pintaban bien en las encuestas para el candidato presidencial del PRI, luego de que su nominación provocó fracturas al interior de su partido, con las protestas de Manuel Camacho Solís y su desde entonces incondicional Marcelo Ebrard.
Horas antes de su asesinato, Camacho Solís y su grupo habían aceptado finalmente la candidatura presidencial del sonorense.
La muerte de Luis Donaldo Colosio provocó también el fenómeno de la “viudez”, condición asumida por un grupo cercano de sus colaboradores que se constituyeron en sus herederos, lucrando con su nombre y los que fueron apaciguados al recibir sus premios de consolación.
Diputaciones, senadurías y cargos en la burocracia fueron entregados para ese selecto grupo de “viudas” que jamás consiguieron ser tomados en serio dentro de la actividad política.
Hoy, 17 años después del asesinato del sonorense vale la pena preguntarse si las cosas serían diferentes en el país y si lo acontecido en los tres últimos lustros habría sucedido.
El hubiera no existe y como tal, el desencadenamiento de acciones y reacciones ocurridas en los últimos años son parte del legado dejado por el crimen cometido por Mario Aburto.
PALOMA GUILLÉN
La posibilidad de que Mercedes del Carmen (Paloma) Guillén Vicente sea enviada como delegada del PRI a Nayarit, durante la campaña electoral que deberá desarrollar quien resulte candidato del PRI al gobierno estatal, horrorizó a los priístas de esa entidad.
Hermana del que está considerado como el subcomandante Marcos, la diputada federal del PRI está considerada como una de las enterradoras del partido tricolor en Puebla, donde fungió como delegada del partido.
Mercedes del Carmen se opuso siempre a la posibilidad de que la entonces alcaldesa de Puebla, Blanca Alcalá Ruiz, fuese la abanderada del partido al gobierno estatal, sin importar que se encontrara arriba en todas las encuestas.
El resultado es conocido, Javier López Zavala fue arrollado en las urnas por Rafael Moreno Valle.