Líderes sindicales
¬ Mauro Benites G. martes 1, Sep 2020Municiones
Mauro Benites G.
Ante el triunfo del líder Napoleón Gómez Urrutia ante la junta de arbitraje laboral , al reconocerle su antigüedad como trabajador minero, irremediablemente vino a mi memoria, la escena que presencié en mi niñez, en mi natal Fresnillo, Zacatecas -El real de Minas del Fresnillo-, se realizaba una asamblea de la Sección 62 del sindicato minero, asamblea que se tornaba a cada momento más y más agresiva entre un grupo opositor denominado el “11 de Julio”, llegó a tal la irritación de los minero oponentes que ante el grito de, ladrón, corrupto, vendehuelgas fue jalado del templete donde estaba el orador para llevárselo arrastrando, literalmente, del edificio sindical hasta llegar al Cine Plaza, frente a la Plaza de Armas de mi terruño.
Así quedó grabado en mi mente la figura del líder sindical, ese recuerdo de la persona golpeada, vejado y sangrante era nada menos que Napoleón Gómez Sada, el “emperador” del Sindicato Nacional de Mineros, que posteriormente se lo heredó a su hijito “Napito”.
Coincidiendo con un aniversario más de la fundación del Sindicato Solidaridad de Polonia por Lech Walesa, aquí pido perdón por poner en esta misma página a dos lideres corruptos con una gloria del sindicalismo mundial. En julio de 1980 el gobierno polaco decretó un aumento en los precios de la carne. Trabajadores de todas partes, desde los puertos del Báltico hasta las cuencas mineras de Silesia, reaccionaron con huelgas ilegales como ya había sucedido en respuestas a los aumentos de precio de 1970 y 1976. Por primera vez muchos tomaron posesión de las fábricas. Las huelgas no tenían objetivos concretos; una masa que descargaba su frustración ante las malas condiciones de trabajo y la carencia crónica de comida, combustible y ropa. Cuando estaba a punto del colapso, un electricista sin trabajo barrigón y con un bigote de morsa transformó el aislamiento en un movimiento duradero.
Lech Walesa había sido una figura destacada en la rebelión de 1970 y hacía poco que le habían despedido de su trabajo en los astilleros Lenin Gdansk por haber organizado una reunión ilegal. El 14 de agosto trepó a un muro de los astilleros y fue elegido director del comité de la huelga de allí. Al cabo de 3 días, el gobierno concedió al comité sus demandas, pero trabajadores y otras empresas locales pidieron a los obreros de los astilleros que no desconvocaran la huelga por solidaridad; de este modo Walesa, líder de oratoria sencilla y carismáticamente brusco, se convirtió en un símbolo internacional de las aspiraciones de su combativo pueblo. Asimismo, demostró ser un negociador eficaz en cuestiones que iban más allá del coste de la vida. El régimen de Edward Gierek otorgó a los trabajadores concesiones sorprendentes: derecho a huelga y sindicatos. A cambio, los huelguistas accedieron a no desafiar al poder político comunista. Los llamados acuerdos de Gdansk firmados por Walesa y representantes del gobierno en una ceremonia televisada el 31 de agosto, fueron motivo de una celebración nacional.
El comité interempresarial se convirtió en el órgano central de un nuevo sindicato nacional llamado Solidaridad al que pronto se afiliaron 10 millones de miembros, el cuádruple de los del Partido Comunista y a un cuarto de la población total de Polonia. No me interesa la política. Soy un sindicalista, declaró Walesa, pero estaba liderando una revolución que lo llevaría a la presidencia de Polonia y ser un actor importante junto con el Juan Pablo ll, Margaret Thatcher , Ronald Reagan en la caída del muro de Berlín y el fin del mito socialista.