El juicio
Armando Ríos Ruiz lunes 31, Ago 2020Perfil de México
Armando Ríos Ruiz
Para AMLO, no urge, sino hasta 2021, realizar una consulta popular en la que la gente decida si algunos ex presidentes deben ser sometidos a juicio. Pero desde ahora debe hacerse ruido en ese sentido, para mantener a la clientela alebrestada y evitar que decaiga su estado de animadversión por esos personajes; que el coraje abandone sus sentimientos y que la admiración por él decline un milímetro, hasta las próximas elecciones y luego verá.
La propuesta en ciernes abarca desde Carlos Salinas de Gortari hasta Enrique Peña Nieto, cinco ex mandatarios que no tendrían un solo argumento que esgrimir para salvarse de la condena pública. Pero debe haber quién le haya dicho que no es posible, porque los delitos ya prescribieron, principalmente los que hayan cometido, de Felipe Calderón hacia atrás. Carlos Salinas, el más antiguo, desempeñó el cargo de 1988 a 1994. Es decir, hace poco más de 30 años.
Las leyes, la Constitución y los códigos penales concluyen que deben haber transcurrido no menos de tres años para que dichos políticos sean imputables. Por lo tanto, sólo Peña Nieto estaría a merced de las autoridades judiciales, aunque eso revestiría un gran problema, de ser verdad lo que se ha dicho, después de que el nuevo Presidente sufrió dos supuestos fraudes anteriores y sólo le fue posible encaramarse en la silla presidencial mediante un acuerdo con su antecesor, de permitir a cambio de permitir.
Tal vez, lo que busca es un subterfugio legal para hacerle la vida pesada a Felipe Calderón, quien no pudo demostrar que ganó legalmente al tabasqueño y de quien se recuerda que preguntó a sus allegados, una vez que lo declararon triunfador de las elecciones presidenciales: “¡cómo me legitimo!” Y alguien le contestó enseguida: “haga lo que Uribe en Colombia. ¡Contra el narco!”.
La pregunta llevaba implícita la duda del triunfo legítimo. Hay quien asegura que, como los resultados contenían la amenaza de perder, le inyectaron unos 500 mil votos, que hicieron posible su victoria. La reacción del contrincante entonces, no esperaría. Se asentó en Paseo de la Reforma durante casi dos meses y desde ahí hizo imposible la vida de los moradores de la capital. Se sabe que dejó una deuda por consumo de alimentos y por otros servicios, de 500 millones de pesos, que nunca fueron liquidados.
Obviamente, quienes hemos conocido a muchos ex presidentes, hemos deseado con vehemencia, pero con frustración e impotencia, ver a uno de ellos sometido a juicio, aunque finalmente quedara impune. Aunque fuera como muestra para otros abusadores, cuyos actos arbitrarios fueron en aumento, sin el menor recato ni respeto a los mexicanos y cometidos hasta con lujo de cinismo. Como si se quisiera poner un ejemplo de impunidad.
Peña Nieto llegó al colmo. Su gestión resultó tan desastrosa, que acumuló el hartazgo de la ciudadanía, que tuvo oportunidad de demostrar en las elecciones de 2018, con un indiscutible triunfo para el actual Presidente. Nada que oliera a la repudiada partidocracia era bueno. Nadie estaba dispuesto a dar su brazo a torcer, salvo por un partido nuevo que se erigía como el salvador, como el que llevaría a la gloria a todos los pobres del país. ¡Así de ilusos! Aunque de todas formas, La administración anterior no dejó otra alternativa.
Ahora, se trata de proponer un juicio a los antecesores, no en pos de la trillada persecución de la corrupción, sino sólo para hacer ver que esa decisión va en serio. Pero pasarían los años y seguiría insistiéndose en el combate de ese fenómeno, porque eso pone rabiosos en su favor, a los simpatizantes.
Si fuera cierto, si fuera implacable, como pregona, los miembros de su gabinete, su hermano y otros allegados, ya harían fila para enfrentar juicios. Para todos éstos hay disculpas inmediatas y recomendaciones.
Se trata de una herramienta electoral poderosa, para mantener vivo el coraje de sus seguidores hacia lo que saben, pero es necesario repetirles, les hizo y hace mucho daño. No necesitan de argumentos complicados. Con éstos basta.