¿Dónde quedó el sentido común del “caudillo”?
Francisco Rodríguez viernes 28, Ago 2020Índice político
Francisco Rodríguez
No pretendas apagar con fuego un incendio, ni remediar con agua una inundación, dijo Confucio hace 2 mil 500 años. Previno contra los insensatos y hasta contra los pérfidos, un ancho repertorio de sujetos que con poder hacen demasiado daño. El insensato por falta de sesera, el pérfido por actuar con maldad y crueldad extrema.
La filosofía del sentido común enseña que éste no es un conocimiento vulgar, ni superficial, ni la suma de prejuicios, sino un depósito de sabiduría colectiva, de sano y compartido entendimiento sobre lo que se debe hacer bien, porque se tiene conciencia previa de que lo es.
¿Cuántos problemas nos evitaríamos si lo aplicamos, desde la sencillez en el actuar, desde la voluntad de comprender y no estorbar, desde el deseo de transformar sin molestar? Desde Aristóteles el sentido común partía de lo que se puede percibir a través de los sentidos.
Para Descartes, todos poseemos un sentido común universal, desde el cual se puede juzgar y distinguir lo bueno de lo malo, lo verdadero de lo falso. Según los pragmáticos, el sentido común parte de las creencias y experiencias que tenemos día a día, según el contexto que nos rodea. Henri Bergson lo entendió como la facultad para orientarse en la vida práctica.
Decálogo de Thomas Jefferson… para el sentido común
Eduardo Mora-Anda dijo que obrar con sentido común nos ahorra tonterías; calcula lo posible de lo improbable, lo razonable y lo absurdo, y elige lo primero. Es el don que permite distinguir la razón y la ignorancia. Thomas Paine demostró que el sentido común era la mejor arma para que los colonos de lo que es EU decidieran separarse de la Corona inglesa.
Thomas Jefferson, tercer presidente de Estados Unidos, un hombre que dominaba la arquitectura, la paleontología, la política y la música y fue uno de los fundadores de esa nación enumeró los diez principios que facilitaban la vida: no dejes para mañana lo que puedas hacer hoy/ nunca molestes a otro por lo que puedes hacer tú mismo/… … nunca gastes el dinero antes de haberlo ganado / nunca compres lo que no quieres sólo porque es barato / el orgullo nos sale más caro que el hambre, la sed. Y el frío / rara vez nos arrepentimos de ser frugales / nada que hacemos de buena gana es molesto / cuando te enfades cuenta hasta diez antes de hablar, y si estás muy enfadado, hasta cien, y así por el estilo.
Lo único que se requiere es coeficiente intelectual normal
El sentido común, la consciencia de lo que nos es común y la confluencia de los intereses particulares en un mismo sentir común es el fundamento, el requisito y el talante que posibilitan la democracia. La búsqueda de este constituye la res-pública, nos hace pueblo, gente a favor de la gente.
El sentido común busca por su propia naturaleza el bien común, con gran sentido de la realidad y con mucho sentido práctico, el ejercicio de estos sentidos crea buen entendimiento y facilita la convivencia, evitando confrontaciones estériles y aunando esfuerzos.
Lo único que se requiere es registro de neuronas, coeficientes intelectuales normales. Ciudadanos atentos a los sobresaltos que en dos años de este letal sexenio se han producido, se preocupan por la información que no ha sido revelada en relación con diversos padecimientos orgánicos de quien manda.
Y en verdad, han puesto la vara demasiado alta. Porque aparte de los exámenes médicos de rutina que son necesarios para el efecto de gobernar, las mediciones psicológicas en general aceptadas, son realmente insuperables. Encenderían todas las señales de alarma y de peligro en el Continente, por decir lo menos.
Falta de acercamiento a textos como los de ¡Mamado Nervo!
Científicos acreditados por diversos institutos de investigación, como el Lovenstein, de Scranton, Pennsylvania, entre muchos otros, han publicado estudios sobre las capacidades cerebrales de los dirigentes gabachos. Han dado a conocer que el mejor equipado de ellos ha sido Richard M. Nixon, con un coeficiente intelectual en el rango de 130-160.
En el sótano de esta calificación se encuentra George Bush II, el terrorista de las Torres Gemelas de Nueva York, un personaje más equipado intelectualmente que su similar Donald Trump, y sideralmente más, mucho más que el mandatario mexicano, por mucho.
A partir del pobre lenguaje materno que utilizan para ir por la vida, su falta de acercamiento a los libros de texto o de recreación, como los del poeta Mamado Nervo, y el escaso dominio del idioma, se puede descubrir el perfil de un indefenso, de un tipo de cuidado. Ranquear por debajo de los ochenta niveles del coeficiente es un gran reto.
¿Qué lugar ocupan nuestros orgullos del axioma del metate?
Las sociedades psiquiátricas opinan que las personas afectadas con el síndrome de baja dotación del coeficiente intelectual pueden ser inteligentes para cualquier fin de sobrevivencia, para ejecutar actos volitivos del pensamiento salvaje, pero jamás para gobernar con eficiencia y cordura.
Si el chico Bush II se destacaba entre sus coterráneos por ocupar el último lugar en la escasa capacidad de raciocinio e inteligencia cognoscitiva, al fondo de una lista que abarca a todos los presidentes gringos, de Roosevelt para acá, imagínese usted qué lugar ocupan personas menos favorecidas por la naturaleza genética, entre ellos los orgullos del axioma de metate.
Malo en EU… aquí peor, porque el tlatoani es casi un dios
En Estados Unidos siempre han estado preocupados por el tema de la salud de los políticos, no obstante que muchos de ellos elegidos presidentes, incluyendo al actual, no pasan de ser floreros en el Salón Oval de la Casa Blanca. Deslenguados, pero inocuos a la mera hora. En México, sin embargo, la cosa cambia, es catastrófica.
Porque en México, el tlatoani sexenal es un dios del Olimpo chichimeca. Las facultades que ejerce, las atribuciones en grado constitucional que rodean al que es Jefe de Estado y de gobierno de este país, son escandalosas en extremo.
Ningún monarca o presidente del mundo conocido tiene tanto poder a la mano. Es el Jefe Supremo de las Fuerzas Armadas, de la salud, de la economía, del Congreso, del Poder Judicial, de la política, de las cámaras legislativas, de la cultura, de la sociedad en sus principales manifestaciones. Aparte de todo, es el principal concesionario de todos los negocios y asuntos que se mudan alrededor de la convivencia colectiva.
Y ya cree que puede desconocer los resultados de 2021
Aquí, él cree que el estadista es aquél que atraca cotidianamente y a mansalva el sentido común, que nada ni nadie existe más allá de sus chicharrones.
Acepta que el sentido común es el menos común de los sentidos.
Es lo suyo.
Tiene tanto poder que ya se tomó en serio la facultad de reconocer o desconocer el resultado adverso seguramente de las elecciones intermedias.
Porque siente que ya La Voladora anda rondando.
¿No cree usted?
Índice Flamígero: La política, el Derecho, la actividad administrativa, la empresa privada, el ejercicio de las profesiones, en fin, la vida social, son temas de sentido común. Y los trastornos que sufrimos desde hace años, son resultado de la perversión de la lógica, de la incoherencia, de la mentira y, por cierto, de los intereses que se ocultan bajo las alfombras de los discursos y tras las pomposas apelaciones al pueblo soberano. La hipocresía, el cálculo, los proyectos de las facciones y grupos de presión, no se llevan bien con el sentido común. Hoy, en México, el éxito sería que los políticos gobiernen con sentido común para lograr armonizar libertad con igualdad de oportunidades. Políticas de seguridad con justicia verdadera. Aunar energías para el beneficio de todos, aunque pensemos distinto. Pero este éxito siempre dependerá de otros. El verdadero éxito y el que sí podemos llegar a conseguir, es aquél que me permita ser yo mismo. Ser fiel a mis convicciones más íntimas. Hacer el bien por el bien mismo. Tener sentimientos positivos y superadores. Vivir con alegría. Y esto -a veces- puede tener beneficios económicos o no. De esta vida sólo me llevaré el resultado de mis acciones y estas no cotizan en bolsa.
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