Muerte y hambre por el proverbial capricho de los gobernantes
Francisco Rodríguez jueves 27, Ago 2020Índice político
Francisco Rodríguez
Andrés Molina Enríquez señaló en su monumental obra Los grandes problemas nacionales que cada porción de tierra laborable que se le dio a los capitanes españoles participantes en la conquista hubiera sido suficiente para fundar imperios como muchos de los existentes en Europa oriental y occidental.
Pero los capitanes eran de origen extremeño. Acostumbrados a los eriales, no pudieron contenerse ante el llamado de su ADN para arrasar con las capas vegetales cultivables y convertir las feraces tierras en territorios erosionados. Querían sentirse en casa. Muchos analistas creen que ahí está el origen del mundialmente famoso caprichato.
En el períodos de máxima inestabilidad nacional, de 1821 a 1881, en sólo 60 años, el país tuvo noventa y cinco gobernantes. Sólo Guadalupe Victoria y El Manco Manuel González, compadre proverbial de don Porfirio, cumplieron sus respectivos períodos. Convulso poder que corresponde a convulsa geografía.
Pestes, terremotos, inundaciones, hambre, saqueos, revueltas, golpes de Estado, guerras intestinas, reyertas palaciegas, intervenciones extranjeras, mentadas de madre y presidentillos que nos metieron el dedo en la boca alucinándonos con el cuerno de la abundancia, confirmaron el carácter desconfiado de los mexicanos.
Dictadores que construyeron los kilométricos tendidos de vías férreas, las mejores carreteras, las vías telegráficas y telefónicas en función de la comunicación con el Norte, con el ombligo estadounidense, para así perpetuar el papel de proveedores de materias primas y consumidores de productos gabachos levemente industrializados.
Por capricho, los aztecas se asentaron en Tenochtitlan
En pésimo momento se les ocurrió a los aztecas asentarse en Tenochtitlan. Era el lugar menos indicado a pesar de la mitología que rodea al águila y la serpiente. Era una tierra volcánica con erupciones ininterrumpidas durante 50 millones de años. No pronosticaba un final feliz.
Una olla altísima, expuesta a todos los exabruptos de la naturaleza, donde no había otra cosa de comer que no fueran las culebras bajo las piedras de las erupciones, donde sólo pudieron sobrevivir miles de años los chichimecas, dos mil cuatrocientos metros arriba que el nivel del mar.
Inundaciones recurrentes. La prehispánica, de 1446, ahogó al diez por ciento de la población, atrajo toda clase de pestes sobre ellos y arrasó materialmente a la ciudad, propinándole el hambre crónica durante décadas. Netzahualcóyotl tuvo que llegar al rescate.
El Rey Poeta construyó los diques necesarios para librarnos de la impetuosidad de los lagos, alzó las calzadas a Tacuba e Iztapalapa para librarnos del agua salobre y levantó el Acueducto de Chapultepec a la Ciudad de Tenochtitlan.
Víctima de caprichos, CDMX ejemplo del despiporre nacional
Dos siglos después, en 1649, una gran inundación de cinco años provocó que todos se pusieran de acuerdo para construir el Tajo de Nochistongo, obra que concluyó otros dos siglos después, junto con el Canal del Desagüe, inconcluso hasta la fecha.
En los años cincuenta del siglo anterior, vuelve a inundarse la ciudad y se crea el Sistema Lerma. En esas estamos todavía, entre emisores, túneles, drenajes profundos y canaletas empeñadas en hacer habitable una urbe que viola todos los preceptos urbanísticos y demográficos, producto del caprichato.
Una ciudad que ha sido el ejemplo del despiporre nacional. Emblema de lo inútil de las inversiones para hacerla productiva y autosuficiente, cuando hemos sido testigos de que es casi imposible el avituallamiento de energía, transporte y redes comerciales para echarla a andar.
Nos engañaron, el país no era ni es una Cornucopia
Consumimos la energía en una epopeya sin sentido, mientras existe un millón y medio de hectáreas en litorales sin explotar. Al mismo tiempo, sólo el uno por ciento de los agricultores posee terrenos cultivables mayores en extensión a una hectárea.
El cuadro del científico Thornthwaite, un especialista mundial, dice que sólo el uno por ciento del territorio puede sembrarse con ayuda del riego.
Ninguna comunicación en función de nosotros mismos los habitantes de la falsa Cornucopia. Cuando supimos que el cemento hidráulico se vertería en vías de duración eterna, nos enteramos de que se había vaciado sobre el Circuito Interior hankista, sin advertir el daño que podría hacer sobre los mantos freáticos y contribuir a la crisis ambiental y epidemiológica.
La crisis de la influenza, en 2009, negocio de unos pocos
La mezcla del invierno crudo del 2009, más el exceso de obras inconclusas, y un calor infernal, desataron sobre la Ciudad todas las bacterias y virus del ambiente. Cuando se presentó la oportunidad de acogerse al famoso virus de la influenza, todos se colgaron de él sin pudor.
Fue el momento del gran negocio, autorizado por la Organización Mundial de la Salud, para que los laboratorios Sanofi Aventis distribuyeran en exclusiva vacunas contra la influenza. Se entronizó el caprichato, lo inocularon vía nuestras dermis.
El poder, sólo para alimentar encuestas y ganar elecciones
El caprichato mexicano es la idea o propósito que el gobiernito forma arbitrariamente, fuera de las reglas ordinarias y comunes, sin razón de ser. Es una determinación inspirada por humor, o por deleite, o por demencia furiosa que insiste en lo extravagante y superficial.
Como lo hemos comentado, el mundo ha evolucionado, nosotros, no. El caprichato histórico, puede ser producto de la falta de información o de la ausencia de los instrumentos científicos adecuados. Puede ser así, hasta que alguien lo pueda desmentir. Lo que lo diferencia del actual es el ejercerlo a voluntad para provocar el hambre, la muerte, el miedo y el atraso cavernario.
La voluntad, esa traicionera de los delincuentes agazapados, se forma en el aspecto criminal de premeditación, alevosía y ventaja, más el poder de matar que tienen los gobernantes.
Cuando, como en el caso mexicano, el poder se ejerce para aumentar las encuestas de popularidad, y para ganar a toda costa las elecciones que vienen, se produce la hecatombe que observamos. En ese sentido es cualitativamente más criminal que cualquier antecedente que pueda encontrarse.
Hablan en abono de esta expresión, cientos de miles de muertos y millones de habitantes con hambre, sin trabajo y sin esperanza.
¿No cree usted?
Índice Flamígero: Casi dos años de retórica y desgobierno ponen a prueba a cualquier sociedad. Nuestros gobernantes insomnes, en el fondo, terminan confundiendo micrófonos y cámaras de televisión con gobierno. La idea es entretener, distraer y confundir mientras se ejerce el poder sin control y sin rendición de cuentas… a capricho. ¿Hasta cuándo la política como demagogia y espectáculo?
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