La identidad nacional
¬ Edgar Gómez Flores martes 18, Ago 2020Con mi mano izquierda…
Edgar Gómez Flores
Las personas anteriormente se agrupaban para vivir en lugares comunes donde compartían costumbres, profesaban la misma religión, mantenían el mismo nivel socioeconómico y compartían espacios comunes; ahora, como lo menciona en una de sus obras Federico Engels, las personas comparten ciertos espacios por su nivel económico, es decir donde tus ingresos te permiten rentar o comprar una vivienda. Sin importar si junto a ti vive un católico, un judio, un libanés o un agnóstico. Las costumbres y las tradiciones no aglutinan a las personas en sus lugares donde habitan. Eso hace que la identidad se de las comunidades se vaya perdiendo. Por otro lado, toman fuerza los hábitos de consumo. Es así que el consumo de las personas en Polanco en la Ciudad de México, del Puerto Madero en Buenos Aires, las Condes en Chile o Manhattan en Nueva York, marcan la cultura de esas zonas. Con restaurantes, vestimentas y estilos de vida se establece las “nuevas tradiciones sociales”.
Ahora, en el plano nacional, así como las personas van perdiendo su identidad cultural para entregarse a una de consumo; así la identidad nacional se va perdiendo poco a poco. Esto se debe a un incremento de la globalización digital que nos hace estar cerca de una cultura mundial más que de una cultura local. Además, el lenguaje utilizado en el siglo XIX y siglo XX para aglutinar en estados nación a las personas y a sus instituciones de gobierno, son anacrónicos y cada día pierden más significado. Aun cuando el Himno Nacional Mexicano puede mover las fibras de muchos patriotas, ya sea en un 15 de septiembre o en un partido de futbol; poco sabrán lo que significa “…El acero aprestad y el bridón…”. Asimismo, la herramienta de manipulación histórica para crear un pasado común se ha erosionado. Esto, porque la historia deja de ser útil cuando el presente y el futuro es incierto. En los momentos de prosperidad económica; lo que implica un momento aspiracional de las personas, la historia ayuda a crear un pasaje aspiracional colectivo. Sin embargo, cuando las condiciones económicas son adversas y se piensa que pueden ponerse peor, la historia deja de tener sentido. Voltear al pasado no ayuda. Sería como tratar de voltear a la orilla del mar cuando se ha dejado atrás, a una distancia considerable.
Por su parte, la pandemia del Covid-19 ha dado el banderazo de salida para el inicio de la reestructura mundial. El mapa geopolítico satisfará el deseo de colectividad de las personas. Sin embargo, las herramientas antiguas de bandera, himno y héroes patrios comunes tendrán que modernizarse para una sociedad que se mueve con rapidez y cuenta con información de primera mano. Así también, los hábitos de consumo, en un ambiente de recesión económica y cambio climático, deberán transformarse en las personas y las familias, para formar colectividades más eficientes en un entorno incierto.
El mundo contemporaneo nos dio una oportunidad como humanidad y más que unirnos nos individualizó. Tuvimos un siglo XX repleto de modernidad y tecnología. Sin embargo, nos hizo vulnerables. Hoy un virus nos pone al descubierto y debemos actuar diferente. Veremos si el siglo XXI da un ejemplo de inteligencia o colectiva o por el contrario veremos estados totalitarios encargados de someter a la especie humana a su sobrevivencia.