De dictadores
Armando Ríos Ruiz lunes 17, Ago 2020Perfil de México
Armando Ríos Ruiz
Gente con educación superior e inmersa en el quehacer político, desde haber ocupado cargos públicos relevantes hasta realizar análisis importantes en la materia, se resiste a creer que el Presidente encamina sus pasos a la dictadura. El argumento que esgrimen, sin excepción, es que el gobierno de Estados Unidos no lo permitiría jamás, por la vecindad.
Aseguran que, aunque ese es un propósito notorio, no sería factible por el razonamiento arriba expuesto, aunque el mandatario está empeñado en empobrecer al pueblo, a convencerlo de que hacer estudios superiores no es necesario y resulta hasta pérdida de tiempo, pues sin necesidad de eso, cualquiera puede hacer lo que un profesional, arquitecto, economista, médico…
Él es el mejor ejemplo. Reprobó tiro por viaje economía, economía política, ciencia política, estadística y ya ven, conduce la de México por caminos sinuosos, que sólo él cree son los correctos, hacia linderos de ruina.
Excepto sus ciegos seguidores, nadie podría decir que no es cierto. En dos años logró hundir a México en el peor escenario y aunque miente siempre con el cuento de que ya estamos listos para recuperarnos, la verdad es que no lo estamos ni para comenzar a ver lo que nos espera en este rubro.
En su gabinete, quienes saben de la materia, no se atreverían a decirle que está equivocado. Desean ser vistos por él como los colaboradores más confiables, por permanecer callados y aprobar sin decir palabra, cualquier decisión suya. Su secretario de Hacienda permanece mudo, porque ya ganó varias regañadas propinadas sin la mínima discreción.
Pretende acabar con las instituciones creadas en el pasado, porque no fueron obra de él. Habla de corrupción de los gobiernos anteriores que ya no existe, porque ya se fueron. Existen los resabios y las consecuencias. Entonces, el remedio, es investigar con seriedad e imponer a los responsables el castigo que dicta la ley. Lozoya es cepo acumulador de votos. La solución está en otro lado.
Existe ahora una nueva administración que lejos de permanecer plegada al discurso de persecución a la corrupción, a cada rato cae en esa práctica que el Presidente soslaya, simplemente porque su mente anida la creencia de que logró conjuntar un equipo mejor que el de Benito Juárez, con Irma Eréndira Sandoval y su marido, John Ackerman, Rocío Nahle, Napoleón Gómez Urrutia, Ana Gabriela Guevara, Manuel Bartlett, Nestora Salgado y muchos más.
Esos mexicanos que no creen en las ansias del Presidente, de convertirse en dictador, por más que exhibe motivos de sobra, parecen ignorar que a Estados Unidos le importa un cacahuate que su vecino asuma ese papel. Le interesa únicamente, que le sirva de rodillas, como ya ocurre.
Para Estados Unidos, México existe sólo para propósitos de cooperación incondicional para sus fines. “No tiene amigos. Tiene intereses”. Como vecino, busca en nuestro país el auxilio que necesita acompañado de una sonrisa, aunque sea de dolor.
Así actúa en todo el mundo. No es precisamente necesario estar avecindado con nadie. En los tiempos de Somoza García, en Nicaragua, sabía que este dictador se había convertido en el cuarto hombre más rico del mundo a costa del pueblo y jamás movió un dedo para destituirlo, porque le servía con la cerviz baja. Cuando mucho, el Presidente Roosevelt dijo: Somoza es un hijo de puta, pero es nuestro hijo de puta”.
Cuando el dictador es desobediente, entonces invade, avasalla, destrona lleva a la cárcel y asesina. Ocurrió con Saddam Hussein, presidente de Irak y Muamar Gadafi, de Libia. Con Antonio Noriega, de Panamá y tarde que temprano, ocurrirá con el ídolo del gobierno mexicano, Nicolás Maduro, quien ya dictó sentencia de muerte al pueblo venezolano, que acabó por hundir en lo más profundo de esa tierra.
Otros, aún gozan de su gracia.