Industria nauseabunda
Alberto Vieyra G. jueves 6, Ago 2020De pe a pa
Alberto Vieyra G.
La política en México es una nauseabunda industria. La corrupción está incrustada en los más altos círculos de la política mexicana y sexenio a sexenio, esa nauseabunda industria se cura en salud con la bandera de la anticorrupción, la simulación y la mentira.
Todas las lacras sociales llamadas partidos políticos son corruptos cobijados por un nauseabundo sistema político nauseabundo corrupto y corruptor. Todos tienen un precio y muchos se venden hasta por un plato de lentejas.
Hoy, en plena era del coronavirus cuando se supone que en el país hay luto y todo mundo debe ser solidario con la República y las casi 50 mil familias que han perdido a seres queridos o quizá más por la peste del coronavirus, colosal notoriedad ha alcanzado la corrupción que ahoga al Partido del Trabajo (PT) que jamás defiende a los trabajadores, por cierto aliado del presidente Andrés Manuel López Obrador, al quedar al descubierto los “cañonazos” de 5 millones de pesos que se han dado por debajo del agua a corruptos diputados del Partido Encuentro Social (PES) para que mediante una mayoría artificial que la ubique como la tercera fuerza política en el país pueda presidir la mesa directiva de la Cámara de Diputados durante el último año de la actual legislatura federal. Esa nauseabunda corrupción no es nada nuevo, lo realmente destacable es que AMLO tenga aliados tan corruptos como esos diputadetes que suelen ser auténticos mercenarios del poder mediante el trapecismo y muchas otras argucias que imperan en la industria de la política de México, incluyendo la compra de candidaturas.
Cuando menos nueve diputados, hombres y mujeres que pertenecían al PES ya están en el partido de Raúl Salinas que sumaría 50 curuleros, mientras que el PRI cuenta con apenas 43 diputados, pero como el Partido Encuentro Social ya rompió políticamente con AMLO, cuando menos 15 diputados del PES han ofrecido pasarse a las filas del PRI que llegaría a 58 curuleros que le darían derecho a presidir la mesa directiva en el Palacio Legislativo de San Lázaro, aunque no dejaría de ser una mayoría ficticia igual que el PT, pero lo relevante es que si todos los legisladores del PES se van con el PRI, el partido Morena de AMLO quedaría con 248 o 249 diputados con lo cual perdería su mayoría en la Cámara de Diputados y AMLO no podría reformar ni yendo a bailar a Chalma la Constitución o leyes secundarias, a menos claro esta que recurra a la nauseabunda compra de votos de inmorales diputados que a eso de dedican en la industria de la política en México.
Desde la LVIII Legislatura del Congreso de la Unión de México que comencé a cubrir Senado y Cámara de Diputados como cronista parlamentario este átomo de la comunicación conoce por dentro y por fuera todos esos enjuagues en dicha industria. Se vende todo. En 1989, el PRI tenía una mayoría raquítica de 258 diputados federales, suficientes para aprobar leyes secundarias, entre ella el Presupuesto Federal. Sólo que a la hora en que salen los espantos en la navidad de ese año, decenas de diputados del PRI se ausentaron de la sesión y Carlos Salinas se vería obligado a comprar los 30 votos del El Partido del Frente Cardenista de Reconstrucción Nacional (PFCRN) que comanda Rafael Aguilar Talamantes, a razón de 5 millones de pesos por cada voto. A los diputados del PRI los buscaron en cantinas, bares, hoteles y en sus casas. Fue así como el maestro Jaime Sabines fue traído en pijama en el avión del gobierno de Chiapas a votar al Centro Médico Nacional, habilitado como reciento alterno de la Cámara de Diputados tras la quemazón del 5 de mayo de 1989.
La nauseabunda industria de la política en México da para escribir muchos libros, pero como ya se me acabó el tiempo solamente le diré que vale la pena que en las próximas elecciones seamos muy selectivos para no llevar a la Cámara de Diputados a monigotes que se venden por un plato de lentejas para conformar mayorías ficticias o artificiales, bajo el disfraz de algo que cuando los politicastros están en campaña electoral echan hasta espuma por la boca usando una chinche palabreja llamada “democracia”.