Emilio “L”, ¿Y si miente?
Jorge Luis Galicia Palacios lunes 3, Ago 2020Como veo, doy
Jorge Luis Galicia Palacios
- Probar delito de cuello blanco, reto de la Fiscalía
Continúa la polémica en torno al ex director general de Pemex. En el sexenio de Enrique Peña Nieto fue un funcionario gris, quien con su arrogancia y poder quiso ocultar lo que a sus espaldas muchos de sus compañeros le gritaban, “es un pelele, aunque se pase de listo”. Los que lo conocieron, luego de que huyó y lo pescaron, no dudan en señalar que su comportamiento de “mosca muerta” no ha cambiado ni un ápice y es probable que en su intento por salvar la justicia mienta o se quiera “pasar de listo”.
Por supuesto que es deseable que en este asunto de ominosa corrupción la justicia llegara hasta las últimas consecuencias y caigan quienes tengan que caer, pero en el ejercicio del derecho hay una máxima que sentencia que el desconocimiento de las leyes no exonera a nadie de su cabal cumplimiento, así que lo justo sería que la Fiscalía General de la República pusiera tras las rejas a quien, al parecer, se prestó a toda una serie de componendas donde él y familiares cercanos salieron beneficiados.
Se dice que Emilio “L” se ha apegado a la figura de testigo colaborador, precepto de reciente creación en el andamiaje jurídico, y que por ese motivo evitará pisar la cárcel, lo cual ante los ojos de la opinión pública podría quedar su caso como un acto de impunidad, pues a ciencia cierta es poco probable que sus “dichos” tengan el peso legal suficiente como para poder procesar a sus probables cómplices, porque en este tipo de historias los delincuentes suelen inventar historias con tal de conservar riquezas mal habidas o bien para saldar afrentas y venganzas personales, también para encubrir a posibles socios, olvidando las más de las veces que quién acusa tiene la obligación de probar.
Como se sabe, los sobornos que supuestamente recibió Emilio “L” hablan de delitos que en los procesos judiciales son jurídicamente tipificados como de “cuello blanco”, y por lo general éstos hacen referencia a esquemas de lavado de dinero y delincuencia organizada, mismos que especialistas en el estudio del derecho se refieren a todos aquellos que tienen alguna vinculación con la conformación de grandes riquezas y por lo general son cometidos por individuos o grupos de alta posición socioeconómica, con educación y preparación profesional, con prestigio social e incluso con influencia política, como es el caso que nos ocupa, y que por la sofisticación y alta especialización técnica con que se llevan a cabo estos delitos resultan casi imposible de probar.
Así que, con Emilio “L” como testigo colaborador de la justicia, los jueces tienen la obligación de probar lo que supuestamente “sabe y le consta” al acusador, porque una cosa es hablar y otra probar, y en esta historia todo indica que culpable hasta ahora, el único, es Emilio “L”, porque sus cómplices, como se supone hay más de uno, ante la ley son presuntos inocentes hasta que se demuestre lo contrario.
Es cierto, en la opinión pública muy pocos dudan de la capacidad de Emilio como para manejarse sólo y eso de que fue “presionado”, “intimidado” e “instrumentalizado”, no parece nuevo si se considera que esas aparentes simples palabras fueron una constante en su actuar administrativo y si en su momento no denunció, es probable que sus dichos ahora carezcan de valor judicial, por lo que eso, aquí y en China, se llama ruido mediático.
Por todo lo anterior, sin duda, uno de los grandes retos del gobierno y del Poder Legislativo será fortalecer todo el andamiaje legal para erradicar de una vez por todas los actos de corrupción y prevenir delitos de lavado de dinero, porque no es posible que después de tanta impunidad, en estos días los delincuentes de cuello blanco se sigan riendo de la justicia, y si no que le pregunten a quienes en lugar de cárcel hoy disfrutan sus bienes obtenidos de manera ilícita y la justicia no les pudo quitar ni un pelo. Y aquí una pregunta ¿Y si para salvar su pellejo Emilio miente? Digo.
VA MI RESTO.- El concepto “delincuente de cuello blanco” fue acuñado en 1939 por Edwin H. Sutherland, uno de los padres de la criminología moderna.
“La delincuencia de cuello blanco en el mundo de los negocios se manifiesta sobre todo bajo la forma de manipulación de los informes financieros de compañías, la falsa declaración de los stocks de mercancías, los sobornos comerciales, la corrupción de funcionarios realizada directa o indirectamente para conseguir contratos y leyes favorables, la tergiversación de los anuncios y del arte de vender, los desfalcos y la malversación de fondos, los trucajes de pesos y medidas, la mala clasificación de las mercancías, los fraudes fiscales y la desviación de fondos realizada por funcionarios y consignatarios”.
Edwin H. Sutherland decía que un delincuente de “cuello blanco” puede tener varias definiciones, aunque una manera simple para referirnos a ellos es hablar de “Una persona respetable y de alto estatus social que comete un delito en el desempeño de su ocupación”, y como esos casos, en el México del siglo XXI, podemos mencionar el de Emilio “L”, pero como ese tema hay muchos otros que si los mencionamos no habría espacio para publicar los nombres de todos, y hasta ahí la polémica, porque como veo doy.