¡Estamos fritos!
Armando Ríos Ruiz miércoles 22, Jul 2020Perfil de México
Armando Ríos Ruiz
¡Estamos fritos! Suele decirse cuando reconocemos que ya no hay remedio. Los mexicanos hemos creído ciegamente que en cualquier momento, el Presidente reaccionará y dará un cambio de timón. Pero desde que asumió el poder, estamos en espera del milagro, que no asoma.
A finales del mes anterior, varias decenas de sicarios, presuntamente pertenecientes al Cártel Jalisco Nueva Generación, interceptaron en Paseo de la Reforma, en la lujosa colonia Polanco, a Omar García Harfuch, jefe de la policía capitalina. Las ráfagas contra la camioneta blindada que tripulaba pudieron detener una andanada de balas capaz de matar a un tiranosaurio.
Milagrosamente, el nieto de don Marcelino García Barragán e hijo de don Javier García Paniagua resultó sólo con algunas heridas que se sabe, ya sanaron y hoy está recuperado casi al 100 por ciento, para reincorporarse a sus actividades habituales, obviamente con todas las precauciones posibles, debido a que los sicarios podrían reintentar el mismo propósito, ya que amenazaron con silenciar a varios funcionarios públicos. Él, uno de los señalados.
Desde el día de los hechos, el atentado fue calificado como un reto abierto al Estado y se esperaba una reacción contundente del gobierno, en contra de los autores, materiales e intelectuales. Pero no hubo nada. Únicamente se arrestó a los delincuentes que estuvieron al alcance y hubo condolencias para el herido y para su familia, que ni siquiera contenían malestar o coraje por la osadía.
El asunto, que fue muy mayor, fue tratado como cualquier incidente en la vida de alguien. Nuestros gobernantes dieron la impresión de que se trató de cualquier cosa y continuaron con el ritmo de la vida, sin pena ni congoja. Les faltó decir: “hay cosas más importantes”.
La semana pasada, el Presidente realizó una gira por estados del Bajío, para visitar a gobernadores presuntamente amenazados por las bandas de delincuentes que operan por esos lugares y en suma, en varios estados del país en donde hay qué hacer para ellos.
Un grupo bastante nutrido de personas, montado en automotores blindados y con armas súper potentes se autofilmó. Alguien entre ellos, se encargó de manifestar que estaba conformado por miembros del Cártel Jalisco Nueva Generación. Otra vez se mostraron en actitud de reto abierto, franco.
Nuestro mandatario dijo a los gobernadores que no estaban solos y que tendrían la fuerza del Estado a su disposición. Claro, con otras palabras. Pero más tarde, el lunes, para ser preciso, descartó declarar la guerra a las hordas que se han atrevido a exhibirse sin ningún recato, temerarias, resueltas y sin pizca de temor a nuestras autoridades, que permanecen calladitas y hechas de la vista gorda. Parece que el miedo existe, pero de parte de quienes tienen el compromiso constitucional de cuidar de los gobernados.
Alfonso Durazo, responsable de la seguridad del país, declaró que se trataba de un montaje, como si el pueblo fuera estúpido. Aunque no se tengan los elementos para calificar, es posible apreciar que se trataba de algo serio y si tiene razón, pues primero que investigue y se asegure de que se trata de un empalme.
El Ejecutivo insistió en una de sus peroratas mañaneras: “que quede muy claro, o a la guerra. Sí a la paz” y habló que declarar la guerra no es solución. Agregó: “siempre se va a proteger a la gente sin violar derechos humanos, sin masacres, sin tortura, con inteligencia más que fuerza. Lo único y lo malo, es que por ningún lado aparece la inteligencia.
También habló de que el gobierno no caerá en ninguna provocación y disculpó la actitud de los malhechores con el argumento de que muchos de ellos no recibieron una educación adecuada. Esto ocurre en todo el mundo, pero en todo el mundo se castiga a los delincuentes. Con todo respeto, el gobierno no está para averiguar cómo educaron al criminal, sino para castigar sus actos.
Esto quiere decir que ya podemos resignarnos. Que ¡estamos fritos!