La visita furtiva
¬ Edgar Gómez Flores martes 14, Jul 2020Con mi mano izquierda…
Edgar Gómez Flores
La historia de los encuentros entre presidentes de México y de Estados Unidos de América están llenos de pecualiaridad, tanto por los conflictos permanentes entre las dos naciones como por el interés mutuo, económico y político. Así, en este contexto, el presidente Andrés Manuel López Obrador vistió al presidente Donald Trump, en la capital del imperio: Washington D.C.
Como todo lo que hace el líder de la “Cuarta Transformación” mexicana, se generó gran expectativa por la visita y de inmediato la planeación y conclusión de la misma se polarizó. Desde aquéllos que vieron la invitación y el desarrollo de la reunión como una humillación per se, hasta otros que resaltaron la bondad del presidente López Obrador frente a los monumentos de Benito Juárez y Abraham Lincoln.
Sea uno u otro el análisis, debemos afirmar que las reuniones entre los presidentes de estas naciones son necesarias, aunque su desarrollo sea complejo por los intereses encontrados y la problemática histórica de compartir la décima frontera más grande del mundo. Sin embargo, no debemos sobrevalorar ni menospreciar el momento histórico que se vive en nuestros países. Querer comparar el sometimiento de Antonio López de Santana (todavía como Presidente) por el presidente Andrew Jackson, no abona al análisis objetivo de esta reunión. Por otro lado, considero que otras reuniones históricas nos hablan mejor de esta relación ambivalente, de necesidad y desprecio mutuo: Como es el caso de las reuniones sostenidas por William Howard Taft y el presidente Porfirio Díaz, donde el presidente vecino buscaba fortalecer su moneda a través de la promoción de infraestructura con capital estadounidense en México. O la mutua ayuda otorgada, una por México a Estados Unidos en la Segunda Guerra Mundial, la cual fue recompensada con el acceso de emigrantes mexicanos para realizar trabajos agrícolas. Esto, fue producto de las reuniones exitosas realizadas entre los presidentes Franklin D. Roosevelt y Manuel Ávila Camacho. Más adelante, la Revolución Cubana puso una “piedra en el zapato” a la relación mantenida entre el presidente Adolfo López Mateos y John F. Kennedy, donde el primero solicitó se anulara la intentona de Estados Unidos de Norteamérica por eliminar a la isla de la Organización de Estados Americanos. Todo concluyó en una visita histórica del presidente Kennedy a la Ciudad de México en 1962.
Después de casi treinta años, Carlos Salinas de Gortari y George H.W. Bush se reunieron en 1988 para esbozar lo que sería el Tratado de Libre Comercio de América del Norte. Quizás el momento cumbre de la relación bilateral.
Así, con una historia común y otra tanta tan distinta, Andrés Manuel López Obrador se paró en el jardín de la Casa Blanca y dio una cátedra de neoliberalismo económico al señalar con contundencia las bondades del Tratado de Libre Comercio firmado por las tres naciones. Con gran fluidez señaló: “Como es sabido, América del Norte es de las regiones enconómicas más importantes del planeta… (el tratado) busca revertir este desequilibrio (se refiere al déficit de la balanza comercial de la región) mediante una mayor integración de nuestras economías y mejoras en el funcionamiento de las cadenas productivas”.
Creo que esta visita puede ser un parteaguas en la concepción que nuestro Presidente tiene sobre el país que gobierna. Con los empresarios de aquel país y los mexicanos, así como los políticos estadounidenses, entregados a su persona, debe quedar claro que el aislamiento de México no es opción. México debe retomar su papel mundial, tanto por su peso específico, como por su liderazgo en la región de América Latina.
La especulación sobre el beneficio electoral de la visita para el presidente Trump será reflejado en las encuestas venideras. Sin embargo, considero que él embiste contra los mexicanos, de aquel mandatario, seguirá en el mismo tenor de los últimos años.
Sobre la participación de López Obrador considero que se presentó en representación del Estado mexicano, elogió el acuerdo comercial. Señaló con énfasis la realidad histórica de la relación: “Hemos tenido desencuentro y hay agravios que todavía no se olvidan.” y regresó con cordialidad y habilidad política este punto: “Debemos privilegiar el entendimiento de lo que nos une. Hacer de lados las diferencias o resolverlas con el diálogo y el entendimiento mutuo…” Sólo creo que el Presidente mexicano se excedió con algunas frases que espero no sean las citas históricas de esta visita: “ Como los mejores tiempos de nuestras relaciones políticas… en vez de agravios hacia mi persona y lo que estimo más importante, hacia mi país, hemos recibido de usted, comprensión y respeto.” o “Quise estar aquí para agredecerle al pueblo de Estados Unidos, a su gobierno y a usted por ser cada vez más respetuoso hacia nuestros paisanos.”
Por algo, el presidente Adolfo Ruiz Cortines sentenció a sus sucesores, incluyendo al actual: “Al presidente de Estados Unidos hay que hablarle de pie. Nunca de rodillas, porque no alcanza a escuchar”.