Laguna de Bacalar pierde su color natural por contaminación
Nacional viernes 10, Jul 2020
Investigación de expertos de la UNAM
- Daños por la ocupación turística y los desechos de agricultores
Desde el Instituto de Ecología de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), la experta Luisa Falcón Álvarez alertó sobre los daños que la ocupación turística y los desechos de la agricultura están causando a la Laguna de Bacalar, ubicada al sur de Quintana Roo, misma que ha comenzado a perder sus colores naturales.
“Es un tesoro del planeta que no hemos sabido cuidar, el turismo desordenado y la falta de tratamiento de aguas residuales están acabando con el arrecife bacteriano de agua dulce más grande del mundo”, dijo la científica.
Aunque durante años fue un rincón del México desconocido, ahora su fama es internacional, hasta el punto de que en los últimos tres años, y antes de la pandemia, la ocupación hotelera rebasó cada mes el 85%. Y de sólo unas decenas de visitantes anuales, se pasó a más de 140,000. “Incluso se improvisaron hoteles y aparecieron servicios de la noche a la mañana, inadecuados y sin regulación”, denunció Falcón Álvarez.
Esto influyó en el cambio de tonalidad de la laguna, donde los azules se están transformando en verdes y cafés, debido también a la degradación los basureros a cielo abierto, los fertilizantes utilizados en cultivos cercanos, el aumento de residuos por la basura que dejan tras su paso los turistas, y los asentamientos humanos no planificados, sin que exista un tratamiento correcto de aguas residuales.
“El problema se agudiza porque esta laguna es parte de la cuenca hidrológica, que constituye un corredor transversal costero de flujo de aguas superficiales y subterráneas que conecta al Caribe con otros cuerpos de agua y ahora se vierten grandes cantidades de nitrógeno y fósforo que favorecen el crecimiento del plancton, lo que ha derivado en el cambio de coloración”, informó la experta.
Investigan en Bacalar desde hace 15 años
El equipo de la investigadora de la UNAM ha trabajado durante más de 15 años en la zona, donde revisan el estado de salud de las microbianas que residen desde hace nueve mil años en la laguna, dado que ahí se encuentra el arrecife de bacterias de agua dulce más grande del mundo. “No trabajamos con calidad del agua, sino con ecología microbiana, y nos llamó la atención que en una Semana Santa hubo tal cantidad de visitas, que las lanchas se estacionaron sobre los microbialitos, rompiendo su parte viva”, detalló.
Afirma, que este no es un caso aislado, pues también ocurrió en el área del Canal Pirata, donde en 15 años desapareció el arrecife de microbialitos por las lanchas y el movimiento de la gente. Ahora es sólo una barrera de sedimentos.
Ante los daños en la laguna y por tratarse de un rincón único en el mundo, el equipo trabaja junto a la Secretaría del Medio Ambiente para determinar qué zonas deberían cerrarse al público, cuáles deberían ser consideradas núcleo de conservación, en dónde debería restringirse el acceso y cuáles se consideran perdidas.
Falcon afirma que no se trata de que el progreso económico y la conservación de los espacios se peleen, pero sí se debe reconocer que existen ecosistemas que son fundamentales y valiosos, y deben ser protegidos.
Para ella, la pandemia por Covid-19 es una muestra clara de lo que puede ocurrir si no cuidamos el planeta, “Un ejemplo es la pandemia por SARS-CoV-2, que se asocia al tráfico ilegal de especies silvestres. Debemos aprender que no estamos separados de la salud de las comunidades ni de los ecosistemas, y que la mejor vacuna es la conservación y el desarrollo sostenible”, concluyó.