¿Despeñadero?
Armando Ríos Ruiz viernes 19, Jun 2020Perfil de México
Armando Ríos Ruiz
Durante años, escuchamos decir que México iba derecho al despeñadero, en alusión al pésimo gobierno ejercido por el mexiquense Enrique Peña Nieto, quien a poco más de un año de haber iniciado su mandado, comenzó a dar muestras de una incapacidad indiscutible para gobernar y de una capacidad enorme para cometer actos de corrupción.
Su arribo a la Presidencia, más que a gobernar, fue para enriquecerse; para urdir planes en diversas instituciones con la comisión de actos reprobables traducidos en dinero, pero para alimentar su bolsillo. La expresión “vamos al despeñadero” resultaba ingeniosa, porque se aludía el apellido del mandatario que con actos de corrupción nos llevaba al precipicio.
Pero, pese a toda esa podredumbre, México no alcanzó la orilla de la pendiente, aunque provocó que los mexicanos abrieran los sentidos para repudiar con toda la fuerza de su coraje, al remedo de Presidente, a quien no se puede acusar de haber mal gobernado, porque definitivamente, si siquiera gobernó.
Pero el pésimo gobierno, lo mismo que el hambre de dinero exhibida por los partidos y el mal manejo del mismo, a través de los años; convertidos en empresas que han servido para enriquecer a quienes las manejan, también sirvió para que una cantidad enorme de ciudadanos volteara los ojos hacia un nuevo organismo político, hacia uno de nueva creación, cuya actuación era totalmente desconocida y por lo mismo, atractiva.
Había necesidad de depositar la confianza en algo novedoso. Tal vez era el indicado, ya que su creador se dedicó durante muchos años a denostar todo lo que tenía enfrente, principalmente a los presidentes en turno, indefendibles de por sí. Uno que no había logrado alcanzar el máximo pedestal político, que había gritado a los cuatro vientos los defectos de los demás, convenció de que era la mejor oferta. No había más. Los otros ya estaban reprobados.
El candidato de Tabasco ganó la elección de 2018 en medio de las más caras expectativas. La confianza de que México sería rescatado, engendrada por la cantidad de críticas a todo lo que estaba mal, convencía de que el país tomaría un nuevo rumbo hacia la superación definitiva, que traería como consecuencia el final de la pobreza y el encausamiento hacia la prosperidad.
Hoy, un número enorme de mexicanos despierta. Ve desesperanzado a un Presidente convertido en todo lo que criticó. Que todo lo predicado es una mentira prolongada desde el primer día de mandato. Que hay tanta capacidad de gobernar como la hubo el sexenio anterior y seguramente hasta menos. Que se predica la aceptación de la pobreza para ganar las puertas del cielo. Que…
Hoy, México ha quedado fuera de la Confianza de Inversión Extranjera Directa 2020, de la consultora Kearney, que evalúa a los 25 países que más atraen y retienen capitales foráneos. ¿Por qué? Por las “atinadísimas” decisiones de su gobierno de cancelar el aeropuerto de Texcoco, la construcción considerada de bajo impacto económico y social de la refinería de Dos Bocas, el aeropuerto de Santa Lucía y el Tren Maya, los cambios en el sector energético, freno a la inversión de la cervecería Constellation Brands, entre otras pifias garrafales.
Ricardo Haneine, altísimo ejecutivo de Kearney en México, señala que durante la pandemia, la confianza de los inversionistas disminuyó sensiblemente en todos los ámbitos y prefieren invertir en mercados grandes y estables que en uno como el que hoy ofrece este país. Ahora, quien lo decía ya no lo dice, pero ya estamos en el despeñadero, con la economía convertida en añicos, sin Peña Nieto, pero en el espacio abismal que tanto censuró el mandatario actual.
Por si fuera poco, también retrocedimos “tres posiciones, de la 50 a la 53, en la Clasificación Mundial de Competitividad 2020, elaborada por el Instituto para el Desarrollo Gerencial (IMD, por sus siglas en inglés), con sede en Suiza.
Por si fuera menos, ayer en Puebla, AMLO rodeó un gran tramo. Pueblos pobre y rico participaron en una marcha en su contra, de increíbles proporciones.