La liberación de Ovidio: el fin del principio
Francisco Rodríguez jueves 25, Jun 2020Índice político
Francisco Rodríguez
Después de todo lo que ha pasado en México en los últimos días, la pregunta clave ya no es si la Cuarta Decepción tiene alguna viabilidad, o si la población puede aguantar otra sarta de ocurrencias como las que hemos padecido. La pregunta es más sencilla: ¿Puede Morena tener el cuajo de presentarse a las elecciones intermedias de este país?
Conste que no es el miedo a que vaya a arrasar a los adversarios, como recién declaró el presidente interino de esa franquicia, Alfonso Ramírez Cuéllar, sino una elemental preocupación por respetar mínimamente los fundamentos constitucionales y morales de este país. Honrar, con un simple acto, la memoria de los que nos dieron patria.
Y es que las crisis terminales arrasan con cualquier mito. Hasta el puñado de chairos que todavía fungían como el mercado electoral del Caudillo han estado tentados a renunciar al empeño. ¿Cuántos tendrán los arrestos para seguir haciendo el caldo gordo?
El 17 de octubre, principio del fin
Si el Caudillo llegó a pensar que ese mito de los treinta millones de votos le iba a alcanzar para gobernar mil años, ajeno a la crítica, por encima de la responsabilidad, malas noticias. El sexenio se acabó y él le acaba de dar la última palada. Aunque sus encuestas y otros datos le digan otra cosa, le cuenten otra verdad.
Lo de la liberación de El Chapito Guzmán el 17 de octubre anterior no sólo fue el principio del fin, fue el fin del principio, como aquí lo dijimos usted y yo en su momento, hace apenas diez meses. Las desafortunadas declaraciones del Caudillo lo confirman. Utilizó al gabinete de seguridad para escurrir el bulto, mientras se escondía en Oaxaca.
Ahora confiesa que él fue quien tomó la decisión, así haya hecho incurrir en perjurio a sus paniaguados ante el Senado, en todas las comparecencias públicas y supuestamente privadas.
Dinero sucio a cambio de impunidad
Diez meses después de los acontecimientos de marras, él les da la razón a los informantes del Ejército y a los agentes de los organismos internacionales de seguridad que operan en México, quienes siempre sostuvieron que detrás de la gallarda y dizque humanitaria decisión, hubo un trastupije marca llorarás.
Sí, había unos videos y otras grabaciones que comprobaban los actos de corrupción en que habían incurrido los leales morenistas, recibiendo dinero del Cartel de Sinaloa a cambio de toda impunidad e inmunidad presidencial.
Revelación que de haberse dado, al no obtener la liberación inmediata de la Guardia Nacional, hubiera causado una masacre política, mucho más grande que la que el Caudillo dice que trató de evitar en Culiacán, aquél infausto y revelador día, el día que cayó el telón para el regimencito de marras.
Involucrado en los trastupijes del narco
No iban a quedar, como ya no quedaron, ni pelos de esta farsa. Lo que pretendió ser una estrategia política para cuidar al rey del tablero, mientras se diluían los efectos de esa jugarreta, resultó finalmente una lanzada de carpa gacha.
Al aceptar el Caudillo que él decidió la liberación de El Chapito Guzmán, aparte de las implicaciones delictivas que esto tiene, se echó encima varias toneladas de heces que no pueden lavarse ni con toda el agua de los océanos.
Además, aceptó estar involucrado hasta las orejas en todos los trastupijes y complicidades con el narcotráfico, además de procurar y lograr su encubrimiento criminal desde el poder. Todo lo anterior, por si fuera poco, a cambio de unas cuantas monedas. Usted estará de acuerdo en que para las monumentales cifras de dinero que manejan los narcos, lo que pudieron haberle dado al titular del Ejecutivo, no dejan de ser mirruñas.
Está expuesto al linchamiento ciudadano
Y fue el fin del principio, porque de ahí para acá se derivaron en cascada todos los errores que un solo régimen es capaz de cometer en tan poco tiempo. El regimencito bolivariano se desbarrancó en caída libre, estrepitosa y escandalosamente.
Si, cometió errores inauditos. Pero cada nuevo error ha superado a los demás. El haber utilizado los momentos críticos de la pandemia, el confinamiento y la paralización ciudadana para abusar de facultades, atribuciones y piensos en el uso del poder es francamente cobarde. Si existe algún otro adjetivo, favor de comunicarlo.
Pasearse por las poblaciones, no; irse a meter a las zonas militares del país, sí, con objeto de que los soldados cuiden su integridad es de alto riesgo, porque esa hoy está expuesta a cualquier linchamiento ciudadano de grupos enfurecidos y agraviados por sus babosadas. Arrastra a la investidura hasta lodazales desconocidos para cualquier otro Presidente.
Una Nación destrozada exige cuentas
Ahora que el ajuste de cuentas con el pasado se llevó entre las patas lo único que quedaba, que ya vimos al pobre sujeto que habla mucho y mal para encantar incautos, al que ha dejado en el camino un país sin salida, sin idea, sin aspiraciones…
… ahora que no sabemos adónde vamos, y ya nadie quiere ir por ahí, ahora que la Cuarta Decepción perdió el rumbo y el ritmo, es momento de ya no dejarnos sorprender por un hiperactivo resentido y eufórico que tampoco sabe quién es…… ni sabe de lo que todavía es capaz, si lo dejamos. Una nación destrozada exige cuentas antes de encaminarse rumbo a las elecciones intermedias, las únicas que quedan para parar en seco a este bodrio con todo y sus cachivaches.
El sexenio ha muerto hasta moralmente
A partir de hoy, México merece ser tratado como un país serio y desesperado, no como una congregación o ranchería en la sierra de Badiraguato, con El Chapito Guzmán sentado en la silla de las decisiones. Hoy es un día de tragedia política nacional y para la burla mundial, que se viene a cataratas sobre nosotros, por no haber puesto un alto al Caudillo predicador.
El sexenio ha muerto económicamente, ha desaparecido políticamente y ha entristecido a todos sus hijos moralmente. No cabe otra ocurrencia más. Estamos completos, y francamente hasta la madre. Este fue el fin del principio.
¿No cree usted?
Índice Flamígero: En la “mañanera” del viernes 19 de junio el presidente Andrés Manuel López Obrador reconoció que fue él, y no su gabinete de seguridad como había dicho con anterioridad, el que ordenó la liberación de Ovidio Guzmán Loera, hijo del narcotraficante Joaquín El Chapo Guzmán, el pasado 17 de octubre de 2019. “Cuando se decidió, para no poner en riesgo a la población, para que no se afectara a civiles, porque iban a perder la vida si no suspendíamos el operativo más de 200 personas inocentes en Culiacán, Sinaloa, y se tomó la decisión, yo ordené que se detuviera ese operativo y que se dejara en libertad a este presunto delincuente”, admitió el mandatario federal, tras meses de evadir el tema.
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