Juez y parte
Armando Ríos Ruiz miércoles 24, Jun 2020Perfil de México
Armando Ríos Ruiz
En sus intentos por convertirse en presidente de México, AMLO ha recurrido a todo lo que sirva para exhibir su rechazo a los resultados, un par de veces adversos. Realizó marchas, plantones y profirió expresiones de todo tipo a los ganadores. En una ocasión demandó el voto por voto, para demostrar que el triunfo le pertenecía y en otra se asentó en Paseo de la Reforma.
Esta última ocasión engendró un desastre a la vida de cientos de miles de personas que diariamente se trasladaban a sus quehaceres cotidianos; provocó el cierre de empresas y pérdidas multimillonarias a otras, además de dejar una deuda que hoy asciende a más de 500 millones de pesos, por decenas de servicios demandados por quienes le acompañaron en esta jornada.
Pero mucho antes, en su natal Tabasco, realizó marchas, como la de 1991, denominada Éxodo por la Democracia, cuando era Presidente del PRD. En 1996 también bloqueó pozos petroleros para exigir indemnizaciones a más de 40 mil campesinos afectados por las actividades de Pemex.
Al principio de su mandato presidencial se aprobó en el mismo estado del sureste, la llamada “Ley garrote”, con el propósito de castigar a quienes osaran manifestarse en contra de su gobierno, para evitar chantajes y sobornos, con penas de 10 a 20 años de prisión. Aquí quedó vetada la intención de impedir la construcción de obra pública y en resumidas cuentas, todos los actos de corrupción, entre otras penas.
Su táctica principal ha sido esa. Con ella logró dejar retratado su pergeño, durante muchos años de su vida inmerso en las actividades políticas, principalmente en la elección popular. Ella lo dio a conocer como líder de masas. Sus denuestos a otros actores y su desprecio a las instituciones le valieron para acumular un número importante de seguidores, que finalmente lo llevaron a la realidad presidencial.
Hoy acaba de anunciar una decisión más: convertirse en guardián de las elecciones durante el proceso electoral 2020-2021, en el que se renovarán la Cámara de Diputados, 15 gubernaturas, 30 congresos locales y dos mil ayuntamientos. Esto, dijo, para que se respete el voto que los ciudadanos emitan por el candidato de su preferencia.
Manifestó el lunes, en conferencia de prensa: “vamos a estar pendientes para que no haya fraude electoral. Me voy a convertir en guardián para que se respete la libertad de los ciudadanos para elegir libremente a sus autoridades”. No se notó por ningún lado que hubiera revisado la ley, seguramente porque, como ha dejado translucir en otras ocasiones, la ley es él.
¿Cómo pretende convertirse en juez y parte? ¿Desde cuándo se vale? ¿Será posible que a partir de esta presidencia? Entonces tendrá que emitir una iniciativa que deberá ser sometida a la aprobación del Congreso, para permitir, a partir de su mandato, que el Primer Mandatario puede intervenir durante el tiempo que sea necesario.
¿Y quién impedirá entonces que su partido, Morena, gane mediante el procedimiento que pretende vigilar? Muchos mexicanos hablan de su hambre ilimitada de volver a obtener la mayoría en la cámara baja y de que para ello, podría hacer lo indecible, ante la amenaza que le anticipan otros grupos, de perderla. Necesita esa mayoría para retener otra vez la Presidencia, en 2022, en la revocación de mandato y perpetuarse de esa manera, de acuerdo con la sospecha de politólogos y analistas.
Hay quienes conjeturan que está tan resentido por los supuestos fraudes electorales, que no es descabellada la intención de desquitarse y hacer realmente de su propiedad la Primera Magistratura, hasta que le llegue el momento de heredarla a quien desee. (Recordar su proclividad a imitar a Chávez).
Tal vez para entonces, haya logrado desaparecer el INE o imponer a un incondicional como Consejero Presidente. Se habla de John Ackerman.