La hipocresía de la discriminación
¬ Edgar Gómez Flores martes 23, Jun 2020Con mi mano izquierda…
Edgar Gómez Flores
La discriminación en todo el mundo es notoria. No requiere un gran diagnóstico para que sea visible y sus consecuencias determinadas. Las discriminación realmente está pulverizada en cada persona. Todo lo que es distinto a una persona genera descalificación. Sin embargo, cuando la discriminación sobre un tema se generaliza y se vuelve parte de un sistema, es cuando forma parte del discurso público.
Se discrimina por raza, por condición económica y social, por género, por preferencia sexual y se llega al extremo de discriminar hasta por ideología política. Así los seres humanos luchamos unos con otros tratando de imponer nuestra ideología y la condición de nuestros “iguales” en contra de nuestros “diferentes”. Sobre esto, la libertad de expresión se pone en medio como un réferi entre los liberales de la expresión y los combatientes de la discriminación.
A esta discusión viene “como anillo al dedo” el planteamiento del premio nobel de economía Joseph Stiglitz quien pudo demostrar que los mercados no podían generar justicia económica, porque parten de un supuesto falso; las distintas clases económicas (algunas de éstas, determinadas por su raza) poseen distinta información económica. Desde detalles tan pequeños como la información que mantiene un vendedor contra un comprador de autos, como de aquellos jóvenes que están elgiendo la carrera universitaria que marcará su actividad económica futura.
El mercado difícilmente podrá ser justo si la información que tienen los agentes económicos es asimétrica y por lo tanto toman ventaja de la contraparte. De esta manera el Estado debe convertirse en el gran regulador. Sobre esto, la educación juega un papel fundamental en esta nivelación de la información, por lo que, mientras la educación pública tengan el nivel tan bajo y un magisterio tan politizado, este objetivo difícilmente se resolverá y la discriminación clasista será una forma natural de convivencia en nuestro país.
Hemos visto que el gobierno de México, el de la Cuarta Transformación, intenta luchar contra la discriminación, vía la venganza (aunque sea la mediática), cuando el país requiere una lucha sistemática que debe empezar por el papel que juega el Estado en la igualdad de oportunidades. La educación, la salud, la justicia, la cultura y la recreación debe estar al alcance de todos los mexicanos. Cuando una clase social recibe mejores servicios de salud, mejor educación, tiene un trato privilegiado en los ministerios públicos, tiene acceso a libros, películas y museos o simplemente cuenta con espacios públicos de esparcimiento limpios y seguros, que otra clase social no tiene, el Estado no está cumpliendo con su papel fundamental el cual es generar un piso parejo para todas y todos.
En esta semana, se centró la polémica en el desconocimiento, del Presidente de México, del Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación (Conapred) y en la renuncia de su titular Mónica Maccise. El mandatario señaló que este cargo debería ser cubierto por una mujer indígena. Esto, por ser los indigenas el grupo más vulnerable del país. Planteamiento cierto. Pero, la lucha de la discriminación no se realiza desde un consejo federal o estatal, o desde una dependencia ubicada por debajo de una subsecretaría de estado. El combate es de todo el Estado y empieza con un postulado de igualdad total en la constitución política de nuestro país y sigue con la promulgación de leyes y reglamentos que protejan a los desprotegidos, que castiguen el racismo, clasimo y todo tipo de discriminación.
Las oportunidades de empleo, a desarrollar actividades económicas, sociales y políticas y el acceso a los servicios públicos deben ser iguales para todos. Justo en este mes, se celebra el orgullo de las poblaciones LGBTTTIQ+ y el país desatiende los verdaderos requerimientos de este grupo vulnerable para concentrarse en un organismo débil y un presidente omiso.
En lo individual pensemos en nuestro racismo y formas de discriminación para eliminarlas a como dé lugar. En lo colectivo, castiguemos electoralmente a los racistas (sean de derecha o de izquierda) y separémoslos de la vida pública. Tomemos en cuenta el siguiente postulado financiero en nuestra vida cotidiana… “la diversidad es óptima”. Por otro lado, ser anti-racistas por cumplir con un buen discurso social y / o político es hipocresia y eso ya es algo que sobra en nuestra vida pública.