Otis, Paul
Opinión miércoles 17, Jun 2020Filosofía Millennial
H. R. Aquino Cruz
- Da 5 Bloods, del director estadounidense Spike Lee, aparece como la promesa de una cinta de primera línea que apunta a los problemas de la realidad actual de la comunidad negra en el país norteamericano
Tras pasar algunos meses complicados por la pandemia que enfrentamos y con una clara escasez de nuevos productos cinematográficos de alta calidad, Da 5 Bloods, del director estadounidense Spike Lee, aparece como la promesa de una cinta de primera línea que apunta a los problemas de la realidad actual de la comunidad negra en el país norteamericano.
Las opiniones han sido divididas, algunas destacando la pertinencia y lo oportuno que resulta el mensaje de esta película dadas las protestas que ha desatado el caso de George Floyd; otras reprochando y añorando un producto más acabado, más coherente narrativamente y que resulte menos confuso en su modo de reconstruir la Guerra de Vietnam y la vida de los veteranos frente a su estrés post traumático.
Con claras referencias al ejercicio hecho en la premiada BlacKkKlansman de 2018, Da 5 Bloods busca traer al contexto actual la historia de la lucha de los afroestadounidenses contra el racismo y el respeto a sus derechos civiles desde los ojos de uno de los eventos más determinantes del contexto particular de miles de afroamericanos: la Guerra de Vietnam o Guerra de Resistencia Contra América (como es llamada desde el punto de vista vietnamita).
La historia parte del regreso de cuatro veteranos de la mencionada guerra (Paul, David, Otis y Melvin) al país que los viera conocerse; esto, en busca de los restos del líder moral de la pequeña hermandad que los uniera bajo el nombre de “los Bloods”. Pronto descubriremos que dicha hermandad no implica la coincidencia absoluta de las convicciones y opiniones de estos Bloods, lo que complicará el transcurso de esta incursión que incluye otro propósito paralelo.
La película resulta sorprendente en su estructura pues parecería integrar dos films en uno. La primera parte de la historia transcurre en una tranquilidad casi melancólica mientras estos veteranos se enfrentan con dolor al cruel pasado que les dejó la vida en la guerra, sólo para encontrar en el inicio de su misión el principio de una serie de eventos que van tensando su trama y dotándola de acción y entretenimientos puros. Esto, sin dejar de lado en ningún momento su horizonte discursivo.
Horizonte discursivo que, con atinado ojo crítico, Spike Lee contextualiza con recursos documentales que intercalan imágenes que no se pueden des-ver de las acciones inhumanas vividas en dicha guerra y, por supuesto, con imágenes contextuales de los principales actores de la lucha de la comunidad negra que se oponían, en aquel contexto, al uso de los afroamericanos como la carne de cañón de una guerra que les prometía libertades que hasta el día de hoy se siguen disputando.
Así, entre referencias a Muhammad Ali (Cassius Clay), Malcolm X y Marthin Luther King en el lado documental de esta película, destaca la presencia de Paul (interpretado magistralmente por Delroy Lindo) en el lado ficticio del film. Paul representa al afroamericano que apoya a Donald Trump; figura que Lee superpone con la psicología de un afroamericano resentido socialmente, conflictuado, conflictivo y que siente que no ha recibido los honores o siquiera las garantías mínimas proporcionales a su experiencia en el campo de batalla.Un personaje en dolor constante, impulsivo, testarudo e incapaz de ceder. Que no dejará que nada ni nadie le quiten lo que cree merecer.
En lo narrativo, dicho personaje se convierte en el factor de las tensiones y suspensos que nos generará esta historia en su parte más valiosa. En lo discursivo, se convertirá en el contrapunto razonable de una vida deshecha por la guerra. Expresada en iras y frustraciones. Explotadas por una retórica política específica. Enraizada en la inestabilidad e incertidumbre que caracterizan a nuestros días.
En el contexto de la lucha social que viven los afrodescendientes hoy en día, la película se pregunta de manera específica ¿cuándo terminan las guerras? Y responde de una manera muy cruda pero veraz que nunca lo hacen para quienes cargan con ellas a cuestas. Para quienes vivieron sus horrores, sus terrores y viven sus remordimientos.
Sin embargo, ofrece dos modelos diferentes de enfrentarse a estos padeceres: el de Paul y el de Otis, quien parece no preocuparse por otra cosa que por generar condiciones prósperas para las generaciones futuras de afroamericanos. Ambos, lamentablemente, desde una actitud consciente de su derrota. Consciente de su presencia en una guerra que les prometía una vida mejor y les dejó solamente el papel del peón de cualquier ajedréz.
En términos más abstractos, saliéndonos de la manera específica en la que estas injusticias se han perpetrado en la Historia Negra, reluce una reflexión aplicable a cualquier grupo vulnerable a nivel global: ¿cuándo terminan las guerras?. Peor aún ¿quiénes son los verdaderos perdedores de las guerras?, ¿quiénes terminan pagando con falta de oportunidades y de justicia social las consecuencias de los desastres humanos?, ¿quiénes se enfrentan a las amenazas de rompimiento de cualquier paz con tranquilidad y quiénes no saben si verán otro día?
Como es de esperarse, la respuesta de Lee se sitúa en los intereses y válidas proclamas actuales de una comunidad negra que enfrenta aún un patente racismo. Se inscibre, también, dentro de una reconstrucción de dicho enfrentamiento internacional que no ahonda plenamente en los estragos que dejó en el país asiático. Pero al final, cumple su cometido. Envulve los gritos y manifestaciones del hoy en el esclarecedor contexto del ayer. Las incertidumbres del mañana en las siempre hirientes inequidades del hoy.
Pero valdría, quizá, extender la reflexión y las preguntas del director y su sensata intención política. Valdría, quizá, preguntarnos por las amenazas a la paz que vivimos hoy. Por las tragedias que nos cuestan vidas. Y ahí, preguntarnos, por quienes habrán de pagarlas, quienes habrán de padecerlas en el futuro. Por quienes no viven ni un asomo de angustia y por quienes no viven otra cosa que desesperación y necesidad. Preguntarle a nuestro hoy ¿quién pagará los platos rotos de esta catástrofe? Y cuestionarnos si la respuesta que obtengamos no es acaso una injusticia.
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