¿Cuánto crecerá el crimen?
Armando Ríos Ruiz lunes 15, Jun 2020Perfil de México
Armando Ríos Ruiz
Cuando Vicente Fox Asumió la Presidencia de México, la persecución de narcotraficantes paró en seco. Se sintió. Estos delincuentes trabajaron a placer. Prosperaron y se portaron bien, como agradecimiento a una política de gobernanza que consistía en no molestar a un poder económico que ya daba grandes muestras de nivelarlo con las armas.
Creció desmesuradamente, casi invisible y no se sintió, gracias a la excelente conducta observada por las organizaciones delictivas, que entonces podían ser contadas con los dedos de las manos, en una declaratoria no escrita de agradecimiento, pero notoria por la falta de operativos de la autoridad. Las escasas detenciones y decomisos de droga se realizaron a grupos mediante acciones aisladas, seguramente por el surgimiento de desacuerdos.
La táctica dio como resultado el crecimiento desmesurado de los cárteles, que sumaban ocho en todo el país, repartido entre ese número tan reducido.
Así lo encontró Felipe Calderón, quien se decidió a combatirlos, pero sin ninguna táctica preconcebida, sino por escuchar la propuesta de un colaborador. En un viaje en avión preguntó: “cómo me legitimo”, ante el reclamo de AMLO, de que hubo fraude en las elecciones, mediante el cual le fue robado el triunfo. Alguien le respondió: “haga lo que Uribe en Colombia. Contra el narco, señor Presidente”.
Sin ningún estudio, prácticamente sin consulta a los que conocen del tema, inició de inmediato la guerra contra el narcotráfico, que no sólo no menguó un ápice, sino que aceptó el reto y creció de manera expansiva. Casi geométricamente. Muchos se incorporaron a nuevas pandillas criminales y el sexenio acabó, de ocho cárteles iniciales, con 84, con un contenido de varios millones incorporados a nuevas redes delictivas, en diferentes quehaceres.
El fenómeno de crecimiento ha continuado imparable y cada vez que un capo destacado ha sido capturado, el cártel que dirigía se ha pulverizado y han nacido nuevos. Para dar una idea: cuando la Barbie fue detenido en el estado de México, en Acapulco −donde operaba−, surgieron seis grupos diferentes. Igual en Morelos, en Guadalajara y en diferentes ciudades de México.
Hoy tenemos un gravísimo problema delictivo. Los criminales, no solamente los narcos, sino de cualquier índole, no se persiguen en absoluto. Más bien y para colmo, los policías que se atreven a hacer detenciones, en cumplimiento de su deber, son castigados. Existe una intención perversa de permitirles actuar a placer, tanto en la provincia como en la ciudad de México.
Hay declaraciones de reconocimiento a quienes pertenecen a las diferentes hordas de asesinos y envenenadores públicos, para hacerlos ver como seres humanos, cuando nada tienen de eso. No hay cordura en calificar de humano a quien goza de placer cuando descuartiza a los rivales.
Hoy se aconseja dar abrazos y acusar con sus “mamacitas”, a los que devuelven balazos. En un año y medio de gobierno, nadie en todo el país ha sido testigo de que la táctica funciona. Que alguien, los que afeminadamente dicen que son amlóvers, me diga en dónde ha operado la táctica.
De acuerdo con cifras oficiales, el número de homicidios dolosos, de hombres y mujeres, crece cada día. Los delincuentes se multiplican y actúan a la vista de todos. En muchos lugares se exhiben arriba de lujosas y poderosas camionetas armados hasta los dientes. Imponen el terror y dicen sin decirlo, que son los amos y señores.
Realizan una labor paralela a la del gobierno. Cobran a su modo impuestos a todos los que generan alguna ganancia y hasta “litigan” pagos de morosos.
¿Cómo estaremos cuando el actual mandatario sea relevado por alguien que decida ejecutar actos de gobierno y poner orden? Seguramente se necesitará mucho más que la fuerza combativa de que pueda disponer.